Hace hoy un día de otoño en Madrid. Llueve con ganas, todo está oscuro y el viento racheado contribuye a hacer el ambiente exterior muy desapacible y molesto. Un mal día, que dirían muchos, aunque muy bueno dada la necesidad de agua que tenemos. Supongo que un ambiente similar a este es el que se vivió ayer en Cannes en la cena que tuvo lugar entre el Merkel, Sarkozy y Yorgos Papandreu, el Primer Ministro griego. No se cual sería el menú, pero apuesto a que no hubo en él nada dulce ni cremoso. Todo debió ser agrio, duro y cortante. Todos salieron de allí con caras largas y amenazándose en público. Lo dicho, no hubo postre.
Ante el órdago griego el más enfadado ayer, por varios motivos, era Sarkozy. En teoría hoy empieza en Cannes una reunión del G20 auspiciada por Francai en al que los objetivos de la agenda eran tratar de coordinar las economías de Europa y EEUU para salir de la crisis y contar todos con el aplauso y dinero de China y otros países emergentes. De paso, en el marco de la costa azul, Sarkozy organiza todo un despliegue de encantos, relaciones públicas e imágenes impactantes que no deja de ser el arranque oficial de su campaña a al reelección como presidente de Francia, mostrando ante sus ciudadanos la imagen de un líder poderoso, que es tenido en cuenta y respetado por todo el mundo “la grandeur soy yo” sería el mensaje a transmitir. El acuerdo de la semana pasada en Bruselas despejaba este panorama y las fotos del fin de semana de Sarkozy, Bruni y su nueva hija daban el toque sentimental y humano al gran líder antes de su puesta en escena. Pues bien, todo este aparejo mediático se ha derrumbado y convertido en ruinas griegas, debido al anuncio del referéndum de Papandreu y a la inmediata crisis en la que se ha sumido la atribulada UE. De líder de occidente Sarkozy ha pasado a ser nuevamente un presidente agobiado por la amenaza de impago que pende sobre sus bancos, los más castigados en la bolsa europea, y frente al resto de líderes mundiales ofrece ese Mediterráneo de postal, como siempre, pero, como empieza a ser habitual, una Europa que es sinónimo de problemas y no de soluciones. Si hasta ahora era más o menos cómico que los países de la UE en foros internacionales llevasen voces muy distintas sobre ciertos asuntos de importancia, el constatar que esa crisis de pareceres se extiende sobre el propio proyecto de Unión deja a muchos perplejos, y lo cierto es que Chinos, Brasileños y demás países emergentes, por no hablar de un cada vez más harto EEUU, estarán hoy en Cannes más atentos al rumor de las olas en la playa y a los tonos del mar que a las soluciones que les propongan sus socios europeos. La imagen que estamos dando como Unión y como Europa es desastrosa. “Lo de Grecia” amenaza con enquistarse y pasar de ser un molesto grano a una grave metástasis, que crece sin freno ante unos líderes nacionales incapaces de tomar decisiones y unos altos cargos de la UE que, sinceramente, debieran preguntarse cada mañana ante el espejo cual es su papel en este mundo. El Tratado de Lisboa, saludado con alborozo en 2009, que trató de dotar a la UE de relevancia internacional y de cargos que asumieran ese papel, amenaza ruina y puede acabar sepultado bajo los cascotes de otro templo, griego o romano, con Van Rompuy, Ashton, Barroso y otros muchos desaparecidos entre los escombros.
Y Sarkozy…. Quizás esta noche, tras la indigesta cena, se haya reunido en el lecho presidencial con Carla Bruni y, entre arrullo y lloro de Gulia, su nueva hija, se haya ciscado en los griegos, los alemanes, los italianos, los portugueses, los españoles, los chinos, y en general todos los que, de una u otra manera, han arruinado su semana de gloria. Ente tanto grito en invectiva Gulia no habrá dejado de llorar, y Carla, pesarosa, se preguntará como estos líderes que se muestran tan inútiles ante lo de Grecia serían capaces de tener una hija y sacarla adelante. Y Gulia llora que te llora, y SArkozy brama que te brama…..
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