No se si alguien de ustedes salió la noche de Halloween de juerga por ahí. No fue mi caso, pena. Llegué tarde a casa del trabajo y no tenía muchas ganas, pese a que el menú de esa noche no deja de tener su toque picante, alegre y, particularmente para mi, algo morboso. La cosa es que así de soso me acosté el Lunes 31 y me levanté ayer, Martes 1, rodeado de zombies, cadáveres y sensación de pánico, pero no provocada por unos niños aporreando mi puerta, o por una gótica trasnochadora colada en mi habitación, no, sino por el anuncio del referéndum griego.
Sí, ayer Grecia hizo público el anuncio de la convocatoria de un referéndum para ver si el pueblo acepta el plan de rescate pactado la semana pasada en Bruselas. Notición, y de los gordos. A lo largo del día surgió el miedo auténtico, del que nos habíamos reído la noche pasada, y las bolsas se tiñeron de rojo sangre a la vez que esa misma sangre hervía en las venas de los dirigentes europeos que, sorprendidos como todos los demás, tenían la sensación de que Grecia les había propuesto un trato hace una semana y ahora les hacía un truco siniestro. Ayer fue un día confuso y lleno de rumores. Se especuló incluso durante la tarde la posibilidad de que todo hubiera sido un mal entendido, idea avalada por el hecho de que nadie del gobierno de Papandreu afirmaba estar al tanto de la decisión, e incluso algunos miembros de su partido, el socialista PASOK, se desmarcaban abiertamente y amenazan con no respaldar a su líder en la cuestión de confianza que se vota este mismo viernes. Pero no, el referéndum va en serio. Envuelto en un mensaje populista que hace temer lo peor, Papandreu enarbola ahora la consulta como forma de dar voto, poder y decisión al pueblo griego ante lo que se avecina. Sinceramente me parece una decisión muy hipócrita, porque durante el año y medio que lleva Grecia rescatada no se ha planteado nada así. Desde que empezaron los recortes y los planes de ajuste y ayuda el pueblo griego se manifiesta día sí y día también y el gobierno de Papandreu jamás ha barajado esta posibilidad. ¿Por qué ahora? A los cuatro días del acuerdo de Bruselas, insatisfactorio sí, pero que da algo de margen para ajustar las cosas, Papandreu cava su tumba política con no se sabe muy bien qué objetivo y amenaza con irse al nicho en compañía de su país y del propio euro. La situación es endiablada, porque en ese referéndum lo que realmente van a votar los griegos es si siguen perteneciendo al área euro o se van. Y si estando van a sufrir, saliendo van a llorar, así de simple. Además los plazos corren en contra de todos. Si la consulta se realiza en Enero, como se decía ayer, sería después del primer plazo de entrega del segundo tramo de rescate pactado en Bruselas, que debiera hacerse efectivo a mediados de Diciembre. Si esto es así, no habrá entrega, porque lo que se vota es, entre otras cosas, si se acepta esa entrega de dinero a cambio de los sacrificios pedidos, y sin el dinero de Bruselas Grecia no puede hacer frente a sus pagos y entraría en lo que se ha llamado una quiebra “desordenada” que es una manera elegante de definir al caos y la ruina del país y sus acreedores. La decisión de ayer, de mantenerse en plazos y contenidos, es una quiebra fáctica del país, el inicio del fin de sus acreedores y de la solvencia de Grecia. No me explicó el porqué de esta decisión, y si es una táctica de farol de cara a la reunión del G20 de Cannes de mañana, reunión que ha quedado deshecha tras este anuncio, me da que Papandreu se ha pasado en la apuesta y se ha quemado él y todo su país.
Y como en toda historia de zombies, los infectados no dejan de aparecer por todas partes. Ayer las primas de riesgo de Italia y España se dieron un paseo por las nubes y la transalpina rozó los 440 puntos, quedándose la española en el entorno de los 380. Esos niveles son insoportables. La tragedia europea ayer dio un decidido paso hacia su resolución en forma de catástrofe y, paradojas de la vida, todo provino del ágora de Atenas. Atentos a lo que pase estos días, nos jugamos mucho en medio de una coyuntura completamente descontrolada. Nunca pensé que un yogur griego daría más miedo que una calabaza de Halloween…
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