jueves, enero 26, 2012

Enterrados bajo la nieve en Davos

Está en Suiza, en medio de los Alpes. Debe ser un lugar idílico, uno de esos paisajes de montaña en los que las postales cobran vida y la naturaleza, sea la época que sea, muestra todo su vigor y fuerza. En el pasado era sólo un centro de vacaciones y turismo, en el que se alojaban sanatorios para que los europeos pudientes disfrutasen del aire puro de la montaña y curar sus dolencias. La novela La Montaña Mágica de Thomas Mann se desarrolla en uno de estos centros de curación. Hoy en Davos se tratan otro tipo de dolencias, aunque también últimamente posee un componente de enfermedad europea que le hace recordar su pasado.

Por estas fechas, y desde los años setenta,
Davos acoge el denominado Foro Económico Mundial, que no es sino una reunión informal de dirigentes políticos, económicos y, cada vez más, del espectáculo, que, cada año, se juntan bajo la nieve para discutir cómo ha sido el pasado ejercicio, cómo será el que ahora empieza, y qué nos deparará el futuro. Entre medias, muchos apretones de manos, discursos, ponencias y acuerdos y contratos. Pese a que no es algo oficial, Davos ha adquirido con el paso del tiempo un rango inmenso, y es el lugar en el que se debe estar si uno aspira a pintar algo en el mundo globalizado. Cuestión de vanidad, egolatría o mero complejo de escaparate, si así lo quieren ustedes, pero el que está en Davos “Está”, y el que no, “No Está”. De hecho es en este tipo de encuentros donde se pueden fraguar alianzas y soluciones entre países que no son posibles en rígidas cumbres, tasadas y estructuradas a veces con el único objetivo de que sean un fracaso. Es una diplomacia de lobby, pasillo, distancia corta y mucho sentimiento, pero que funciona. España desde siempre ha tenido un serio problema en este tipo de eventos y, en general, en todo lo que se refiere al arte del compadreo y esa diplomacia de segunda fila, en la que muchas veces ni hemos participado ni, al hacerlo, hemos sabido. Hasta hace no muchos años muy poca gente por aquí sabía que era eso de Davos, ni siquiera a través de la novela de Mann, y menos aún estaba dispuesto a acudir. Ver la lista de asistentes a este foro y ponerse a buscar políticos o empresarios españoles era todo un pasatiempo, y el resultados solía ser casi siempre, muy escaso. Algún políticos despistado, que no sabía que era aquello y que, desde luego, no tenía papel alguno ni en el partido ni en las instituciones nacionales, o empresarios que quizás hubieran tenido éxito fuera de España pero que no les conocía nadie por aquí. El español en Davos era tan raro como el debate en televisión. Poco a poco empezó a calar la idea de que había que ir a Davos, pero se hizo de forma tímida, rígida y encorsetada, cosechando algunos fracasos más o menos sonoros, en los que se comprobaba que, además, las capacidades de un español para realizar una ponencia en público sin tener que leer todo lo que dice son muy escasas. En los últimos años España ha mandado delegaciones de alto nivel a la nieve suiza que han cosechado resultados dispares. El más conocido fue la intervención de ZP hace un par de años en un foro junto al Primer Ministro Griego, el inefable Yorgos. Aquello fue calificado por muchos como un enorme error estratégico y de imagen, y al año siguiente, el pasado 2011, la representación a cargo de la Ministra Elena Salgado fue mucho más discreta. Casi ni nos enteramos.

Este año será el Ministro de Economía, Luís de Guindos, el que represente a España en Davos, concretamente se espera su actuación ante el foro para mañana. Allí Guindos deberá dar muchas explicaciones sobre el rumbo de al reforma laboral y, sobre todo, financiera, que es un asunto de su entera competencia. Y sentirá la presión de los medios y representantes de medio mundo que, cuentan las crónicas, en el paisaje idílico, pueden ser mucho más fríos y cortantes que un glaciar alpino. Esperemos que esta vez la intervención española no sea noticia por errores o mensajes contradictorios, y sí porque hemos transmitido una buena imagen. Así, sobre todo así, se genera esa confianza en los mercados que tanto se demanda y necesita.

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