Permítame que en medio de la rabiosa actualidad, y con tantas noticias que hay para comentar, use el altavoz de esta columna para expresar una infeliz pataleta, una queja quizás frívola, denunciar una injusticia en minúsculas y tipo de letra pequeño, descubrir un error que será olvidado en pocos días y que no causará daños de gran trascendencia, pero que ayer, al verlo, al encontrarme con él, me hizo un exclamar un oooohhh!!! de decepción, tristeza y pena, como de un niño al que le niegan el caramelo que le ciega desde el escaparate de los sueños inalcanzables.
Y es que en la lista de nominados a los Óscar de este 2012 no figura Super8 en ninguna de las categorías. Ni en la de película, ni en efectos especiales, dirección, montaje, vestuario…. nada de nada. Si están grandes películas como “El Artista”, “Los Descendientes”, “Medianoche en París” y otras dos aún no estrenadas en España y que prometen, “War Horse” de Spielberg y “La invención de Hugo” de Martin Scorsese. Todas las que he visto me han parecido buenas películas, y las que aún no han estrenado las veré para así tratar de, como hago todos los años, comparar la asignación de los premios con mis preferencias personales. Sin embargo, y reconociendo que quizás no sea la más completa y perfecta de las películas de 2011, Super8 me pareció la más “bonita”, la que más me emocionó, la que más me llenó de alegría, felicidad e ilusión de mientras la veía y de la que salí más contento del cine. Sí, El artistas es mejor, y se merece todos los premios que le vayan a dar, y Woody Allen hace en París un trabajo perfecto que te divierte y te hace reflexionar, y Clooney se llevará el premio al mejor actor y Meryl Streep a la de mejor actriz, por sus grandes trabajos en películas que, si en el caso de la de Clooney está a la altura de su interpretación, no sucede lo mismo en el caso de Streep. En todo caso Super8 no está nominada a nada. En ningún momento, salvo quizás en algún chiste perdido sobre alienígenas en medio de la interminable ceremonia de entrega, se hará referencia a ese trabajo, a la revisión de los clásicos que supone, al guiño a al nostalgia de una generación que es la que ahora domina la industria del cine y que en los setenta y ochenta atiborraba las salas empalomitada ante historias que le emocionaban, divertían y le hacían usar la imaginación, en una época en la que el nivel de acción no se medía por los decibelios de las explosiones o el número de muertos por minuto. Nadie hará referencia a las caras de los adolescentes, los críos que en esa “peli” homenajean todo el tiempo al trabajo de los creadores del cine, que sueñan con ser un Spielberg, Lucas, Ford, Wilder, Eastwood ,Polansky, Burton y tantos nombres míticos, que usan su tiempo libre, que roban horas a sus estudios, familia y obligaciones para disfrazarse, ponerse pinturas por la cara, comprar material de atrezzo y cámaras de super8 y, robando el coche al padre, buscan una localización en la que sus escenas, el sueño que crean en sus mentes, se haga realidad. Y si ya de paso sucede algo que aporte “production value” como pasa en el transcurso del argumento, mejor que mejor. No, ese trabajo tan emotivo, lleno de guiños y agradecimientos al propio cine, a su industria y su cultura, no ha sido nominado en ninguna categoría y no recibirá premio alguno en Hollywood a finales de Febrero. Injusto.
Y dentro de esa ausencia de nominaciones, hay una que me parece especialmente sangrante, y es la ausencia de Michael Giacchino entre los aspirantes al Óscar a la mejor banda sonora original. La partitura de Super8 es, sencillamente, perfecta. Una orquesta manejada con brío, pasión y entrega al servicio de la acción, y unas piezas que pueden ser escuchadas perfectamente sin haber visto la película y que emocionan al más pintado. Cortes como “Creature Comforts”, “Letting Go” “Super 8 Suite” o tantos otros merecen todos los premios que se les puedan dar, y el que no posean el Óscar es una pérdida para la imagen de la estatuilla, que no es capaz de alcanzar la hondura de esos pentagramas mágicos.
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