Muchos se preguntan cada día cómo hemos podido llegar hasta aquí, hasta este desastre económico que nos traga y no nos deja ni vivir. Como siempre abundan las excusas y la distribución de culpas hacia todas partes, sobre todo lejos de uno mismo, y pese a ser cierto que el contexto internacional nos alentó a endeudarnos y hacer el tonto, el principal culpable del derroche habido en España en estos años hemos sido nosotros mismos. El caso de la Comunidad Valenciana es un ejemplo muy claro de que se puede hacer todo mal, muy mal. Y claro, luego nos lamentamos de que pase lo que pasa.
La semana pasada se supo que el gobierno central tuvo que salir al rescate de la Generalitat Valenciana, ambos en manos del PP, porque esta última no tenía liquidez para afrontar el vencimiento de un préstamo con el Deutsche Bank. Esta operación se ha denominado de muchas maneras, a cada cual más cursi, pero no es sino un rescate en toda regla a un gobierno quebrado e insolvente, y es que las cuentas de la Generalitat dan miedo. Se estima que su déficit público supera ampliamente el límite fijado en el 1,3% y carece de liquidez para hacer frente a sus pagos más inmediatos. Y ha sido Valencia uno de los exponentes más claros de la burbuja inmobiliaria que se desató en España durante los años pasados, que hizo de esa comunidad sede de la Copa América, le permitió construir un circuito urbano y albergar campeonatos de Fórmula 1 emulando a Mónaco, y generalizó el dispendio y el derroche. Ahora esos excesos se deben pagar, y los recortes llegan a todas partes pero, como es habitual, de manera descentrada. El primero que los sufrió fue el Centro de Investigación Príncipe Felipe, donde han sido despedidos más de la mitad de su plantilla y el instituto se ve abocado, sino al cierre, a su insignificancia en el contexto investigador internacional, pero donde no se recorta es en el escarnio, conchabeo y estafa que ha durado tantos años como para dejar muestras difíciles de aguantar. Leía este Domingo, alucinado, sin saber como sentarme para quitar la incomodez que me rodeaba por todo el cuerpo, que el fantasma aeropuerto de Castellón, inaugurado hace unos meses y en el que sólo vuelan las motas de polvo, posee unos accesos presididos por una monumental escultura que se inspira en Carlos Fabra, el expresidentes de la Diputación, ese señor con gafas de sol y pinta de mafioso al que siempre le toca la lotería. En serio, vean la noticia porque es de esas cosas que impactan. El coste de esa escultura, de 20 toneladas de peso y 24 metros de altura, es de 300.000 euros, y me parece uno de los más horteras, estúpidos e infames monumentos que se hayan podido concebir en el mundo. La estatua, y el aeropuerto al que conduce, son un magnífico ejemplo de todo lo que se ha hecho mal en España estos años. No duden de que en los concursos de adjudicación de toda esa obra habrá habido desvíos de dinero, tráfico de influencias, estafas, enriquecimientos a costa del dinero público, engaño y, como parece que es habitual en este mundo de farsantes y delincuentes, mucha juerga, alcohol, putas y cocaína (mi madre me echará la bronca cuando lea esto, pero así parece funcionar este mundo). Todos felices y contentos disfrutando del dinero que han trincado, haciéndose monumentos onanistas a diestro y siniestro. Y, ¿dónde estaba el gobierno de la Generalitat de mientras esto pasaba? ¿Y el gobierno central? ¿Y la fiscalía? ¿Y la policía? ¿Y la prensa? ¿Acaso estaban todos cobrando de los mismos que diseñaban sus estatuas y terminales? ¿Por qué, y esto es lo peor, a nadie le sorprende esto?
Vemos en estos días como Francisco Camps, expresidentes de la Generalitat, se sienta en el banquillo de los acusados por el caso de los trajes de la Gürtel, un asunto ridículo en comparación a todo lo anterior. Camps debiera ser juzgado no por unos trajes, sino por su gestión al frente de una comunidad que, por su desidia, incompetencia o mala fe, se encaminó durante sus años de gobierno hacia la ruina absoluta en la que ahora se encuentra. Y sentaría en ese banquillo junto a Camps al señor Barreda, expresidentes de la arruinada Castilla la Mancha, y al señor Valcárcel, Presidente de la quebrada Murcia, y al señor Griñán, Presidente de la insolvente Andalucía, y……
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