Ayer por la noche, a causa de una insuficiencia respiratoria que acabó con su corazón, murió Manuel Fraga a los 89 años en su casa de Madrid. De buena salud, en los últimos años mostraba ya que su cuerpo no daba más de sí. Postrado en una silla de ruedas y retirado del Senado, su agenda llevaba tiempo vacía y su vida se le escapaba por todas partes. En un acto honroso y admirable, Fernando Jáuregui escribió la semana pasada una columna de homenaje, desde la distancia política, al hombre que, según le habían comentado sus allegados, se estaba muriendo. Y así ha sido.
La figura de Fraga es inmensa, excede con mucho mi capacidad de análisis, y es que es imposible abarcarla en un breve texto, incluso en varios volúmenes de memorias. Sumergirse en la vida, obra y milagros de Fraga es cubrir la historia de los últimos sesenta años de España, desde todos sus ángulos, ópticas, miserias y grandezas. Político ante todo, o lo que es lo mismo, amante del poder, Fraga disfrutó de las mieles del éxito público desde joven, y a principios de los cincuenta empieza un currículum inmenso que le lleva desde ser el delfín de una anacrónica dictadura, que en aquellos tiempos dominaba fiera y sin cortapisa alguna, a presidente de una comunidad autónoma, remedo de estado federal dentro de España, concepto inimaginable hace poco tiempo, y desde luego pura fantasía en los tiempos del Ministro de Información Fraga Iribarne. Su ideología, de esa derecha de toda la vida que el encarnaba a lo largo de su propia vida, fue templándose a medida que creció en edad, madurez y conocimiento. Su estancia como embajador en Londres le hizo ver lo que es la democracia y el capitalismo de mercado, y vino convenido de que eso era lo que quería para su país, y empezó a distanciarse del régimen. En la transición tuvo dos de los momentos que hacen imposible catalogar su figura ya que, por un lado, se ganó la animadversión de toda la izquierda española con su actuación ante las revueltas que tuvieron lugar en Vitoria y otras ciudades, y por otra parte se integró en el grupo de sabios, auténticos sabios llamados “padres”, que diseñaron la constitución de 1978, garante de nuestras libertades y de la que seguimos disfrutando hoy en día, pese a que mucha gente ni la conoce ni valora como es debido. Ya en la época democrática funda Alianza Popular, tratando de convertirse en el referente de la derecha. Empieza cosechando resultados modestos pero logra ascender hasta lo que en su día se llamó el “techo de Fraga” sin poder hacer sombra a un PSOE que a mediados de los ochenta encandilaba a las masas y ganaba todas las elecciones imaginables. Tras disputas en su formación, con interregnos frustrados como el de Hernández Mancha, Fraga refunda el partido, conocido desde entonces como Partido Popular, y entrga el relevo al entonces desconocido por muchos presidente de la Junta de Castilla y León, José María Aznar. Con el objeto de retirarse de la primera línea de la política, se encamina a su Galicia querida, y gana las elecciones a la Junta hasta aburrirse de la misma, y sólo accede a no presentarse a un nuevo mandato cuando ve que sus caderas ya no le dejan moverse como es debido y, en general, su salud empieza a resentirse. Acepta acudir al cementerio de elefantes que, en parte, es el Senado, como representante gallego elegido por el parlamento autonómico, y allí sigue trabajando desde horas muy tempranas. No hará más de un año de su retirada senatorial, preludio de lo que ahora ha sucedido. Fraga no descansó hasta que su cuerpo ya no pudo más.
El recuerdo de Fraga, para muchos, será el de una persona irascible, indómita, de verbo locuaz, desmadrado y sin control, con una tendencia al autoritarismo en las formas públicas que, según sus conocidos, contrastaba con su actitud cariñosa y afable en la intimidad. El baño de Palomares, una de sus imágenes míticas, era ya muestra del arrojo y atrevimiento de un hombre que no se cortaba ante nada ni nadie, y que siempre decía lo que pensaba, para sonrojo de algunos, vergüenza de otros y perplejidad de la mayoría. Jáuregui, espero que tengas suficiente información para escribir sus memorias….
3 comentarios:
Más info: http://www.javierortiz.net/jor/jamaica/recuerdo-de-un-3-de-marzo
Parece que mi primer comentario no ha salido. Era, para decir, que has pasado de puntillas, o no has dicho mucho de cuando Fraga fue responsable de la muerte de 5 trabajadores siendo ministro de Arias Navarro. Eso es ser un asesino....
Fraga fue muchas cosas, pero dista poco de ser buena gente...
Sí lo he nombrado, es lo de Vitoria, a mediados de los setenta. Fue en esa época de gobierno, ya muerto Franco, cuando Fraga cometió sus mayores errores, que siempre le persiguieron y nunca pudo dejar atrás. A mi entender su gran mérito fue el de domesticar a una derecha franquista y meterla en el camino de la democracia. Visto desde la distancia parece fácil, pero su papel, y el de otras personas en la derecha e izquierda, hizo posible que eso que llamamos transición funcionase (podía haber fracasado) y hoy podamos vivir en democracia. Afortunados nosotros que no hemos conocido otro régimen.... Saludos y gracias!!! :-)))
Publicar un comentario