Según discurren los acontecimientos cada vez está más claro que la nacionalización de YPF no es sólo una medida populista de cara al fortalecimiento político del régimen de CFK y su banda de acompañantes (se autodenominan “la cámpora”) y el aumento de su riqueza, sino que también es una burda pero efectiva manera de cambiar de socio explotador de los recursos petrolíferos argentinos. Ayer Antonio Brufau, presidente de Repsol, incidía mucho en el reciente descubrimiento del yacimiento de vaca muerta como una de las causas que están detrás de la decisión. ¿Cómo encajan estas piezas?
Argentina, como muchas otras naciones, posee enormes reservas de recursos, en este caso petróleo, pero por su atraso económico y tecnológico es incapaz de explotarlos por sí misma. YPF, la empresa pública que se dedicaba a la extracción, comercialización y refino del crudo era deficitaria, importaba mucha tecnología y tenía graves problemas de funcionamiento. La privatización de los noventa, a parte de suponer un ingreso para las arcas del gobierno de Buenos Aires, era una manera de encontrar un socio tecnológico que capitalizara la empresa y le diera un nuevo rumbo. Es un caso muy similar al que se produjo en España con SEAT, que fabricaba coches, sí, pero incapaces de competir con la tecnología extranjera, y acabó en manos de Volkswagen. En el caso bonaerense fue la española Repsol la que se quedó con la empresa y la ha desarrollado estos años, mediante la explotación mejora de en los yacimientos ya conocidos sitos en el país como a través de nuevos descubrimientos, como es el caso de vaca muerta. La cosa es que cuando el gobierno de CFK ha visto como los números de su economía empiezan a fallar ha empezado a buscar culpables, en el exterior, y se le ha ocurrido la idea de que un cambio de socio explotador puede ser beneficioso para el bolsillo de los que gobiernan y, bien manipulado, para su posición política. Dicho y hecho. La campaña de hostigamiento contra YPF no es nueva, lleva ya varios meses en marcha, y el rumor de la expropiación ya corría con fuerza semanas atrás. Todo esto, unido a la desastrosa situación que atraviesa España, ha contribuido a rebajar mucho el valor de las acciones del conglomerado Repsol YPF y así “abaratar” el proceso de expropiación. Ahora surgirán una serie de informes que acusarán a la empresa de todo lo imaginable, puede que incluso colaboracionismo con los británicos en las Malvinas, con objeto de pagar lo menos posible por las indemnizaciones, y luego, vuelta a buscar el socio exterior, que será convenientemente vendido ante la opinión pública argentina como un “amigo leal y fiel” que acude al rescate “desinteresado” de la patria argentina, en contraposición al imperialista español que ha estado rapiñando los recursos de la madre tierra, etc, etc. En fin, la misma historia de siempre, en la que esta vez nos ha tocado pagar los platos y salir huyendo por patas. ¿Y quiénes pueden ser los beneficiados? Más allá de la cuenta corriente de CFK, su querido Kicillof y demás personajes locales, hay dos países que parecen estar interesados en todo lo que sucede. Uno es Estados Unidos, donde empresas perforadoras serán, hagan sus apuestas, las que se lleven los principales (y sustanciosos) contratos en lo que hace al sondeo de ese gran yacimiento de vaca muerta. El que el gobierno español no logre ningún apoyo por parte del norteamericano refuerza la idea de que algo ganará EEUU con todo lo que está pasando. De paso este flanco deshace parte del esfuerzo diplomático que sería necesario para parar el golpe, así que nos viene mal por partida doble.
El otro beneficiado obvio que aparece en escena es China, que ya se ha convertido en el principal comprador de productos argentinos, especialmente soja y carne. Ávida de petróleo, la economía china puede ahora hacerse con la explotación de los recursos argentinos a un precio de saldo, y con la complacencia del gobierno local. De hecho ya se ha comentado varias veces que la propia Repsol habría estado negociando con la petrolera estatal china al respecto, antes de la nacionalización. Ahora el socio negociador de los chinos ha cambiado y el precio de compra se ha abaratado sustancialmente. ¿Encajan las piezas? Sí, por lo que puede ser una solución factible. Los perdedores, que siempre los hay, somos España, en primera instancia, y en última y mayor, el pueblo de Argentina.
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