jueves, abril 26, 2012

Quo vadis, Europa (II/II)


Si, seguro que lo han adivinado. Es Alemania el país que está ganando en este juego del euro y la austeridad, y puede verse desde dos ópticas muy distintas, pero el resultado es el mismo. Por un lado Alemania fue el alumno aplicado de la clase, que hizo las reformas en los tiempos de bonanza y ahora, en medio de la zozobra, resiste como ningún otro. Por otro lado puede verse a Alemania como el país que usa el euro como arma para someter al resto de naciones y hacer que orbiten en torno a ellas, en una monetaria versión del poema de Tolkien: “Un euro para gobernarlos a todos. Un euro para encontrarlos, un euro para atraerlos a todos y atarlos a Alemania”.

Y así volvemos al problema de la arquitectura institucional de eso que llamamos Europa. Alemania ha pertenecido desde su fundación en 1957 a lo que entonces se llamaba Comunidad Económica Europea, fundada en aquel año por seis países económicamente similares, tres de ellos (Alemania, Francia e Italia) de similar peso. Pero no nos engañemos, en aquel entonces era la República Federal Alemana lo que firmaba los tratados, un país tutelado por el resto de potencias occidentales, resultado de una partición traumática fruto de una horrible guerra y que no era ni la sombra de lo que Alemania llegó a ser. La reunificación alemana de 1989, hecho tan maravilloso como complejo, y la ampliación europea al este, abrió numerosos interrogantes sobre cual sería el papel que jugaría una Alemania unificada en el futuro. El principal temor, tranquilos, no era el militar, sino el económico, ya que era de esperar que un país reunificado se convirtiera en el de mayor peso de la Unión. Era en Francia donde se veía con mayor preocupación este escenario, porque obviamente era Francia el país que, de facto, perdería su posición de liderazgo en el proyecto europeo, y puede que fuese en París donde con menos alegría se brindase al caer el muro. Ya decía De Gaulle, chauvinista hasta la médula, que le “gustaba” tanto Alemania que prefería que hubiese dos en vez de una    En fin, con ochenta millones de habitantes y una potencia industrial y tecnológica sin parangón en el continente era cuestión de tiempo que Alemania se convirtiera en un país “normal”, es decir, soberano de sí mismo y poseedor de intereses propios, que fueran más allá del “buenismo” europeísta que enarbolaba, más como tabla de salvación para olvidar su desgarro interior que como otra cosa. Había miedo, larvado pero patente, de que la Alemania Europea de los ochenta se transformara en una Europa Alemana en algún momento, y parece que es esta crisis la que ha acelerado ese proceso. Ya en la creación del Euro fue Alemania la que dictó las directrices del funcionamiento de la moneda y, sobre todo, el Banco Central Europeo, a imagen y semejanza del Bundesbank, dándole un rigor monetarista, un sesgo antiinflacionario y un carácter de duro en el control de la masa monetaria y los tipos que se ha mantenido a lo largo de su por ahora no muy larga historia, y fijando su sede en Frankfurt, no por casualidad. La realidad es que a medida que se profundiza la crisis esa desproporción Alemania y el resto de Europa no hace sino crecer, ya que las economías de la periferia, ahí es donde vivimos nosotros, no dejan de caer mientras que las cifras que Berlín y sus empresas publican de ventas, facturación y ganancias son cada vez más impresionantes. Parece un efecto de la gravedad, como si el planeta alemán no dejara de creer, atrayendo materia del resto de países europeos que no hacen más que perderla. Se dice, con razón, que nuestro hundimiento restará mercados de exportación a los productos alemanes, pero no se dice que la venta de, por ejemplo, Mercedes o Audis a China no deja de crecer, y que dentro de poco el sur de Europa puede no ser un mercado de exportación de bienes para Alemania, sino un mercado de aprovisionamiento de mano de obra y componentes.

Hay dos noticias de estos días que no hacen más que corroborar esta sensación. La semana pasada Audi compro Ducati, la empresa motociclista italiana, lo que es una muestra de que aún siendo competitivas, y Ducati lo es, las empresas de la periferia poco pueden hacer frente al gigante alemán, cuyo principal competidor europeo en este mercado ahora mismo es…. BMW, también alemán. La otra es de ayer, de esa reunión de jóvenes españoles con la ministra de trabajo alemana, que muestra como el talento (y los que, poseyéndolo, son valientes) huyen de España y acuden a la llamada germana de la prosperidad. Triste para nosotros, bonito para ellos. Con noticias así no esperen un cambio de actitud en la política europea. Respondiendo a la pregunta del título, Europa cada vez es más Alemania, somos “de” Alemania, y ese es el presente y el futuro inmediato.

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