Cada día se menos, no puedo evitar confesárselo. La realidad no deja de sorprenderme y hacer que dude sobre mis opiniones. En el confuso y feo asunto de la metedura de pata real el Martes por la noche, en las numerosas tertulias que trataban de emitirse más allá del fútbol, muchos expertos decían que, frente a la (lógica) demanda por parte de la sociedad de explicaciones y disculpas por lo que había sucedido ni el Rey ni su casa iban a realizar declaraciones. Como mucho alguna nota de prensa, de las del mal estilo comunicativo del gobierno, pero que no era imaginable que el Rey hablara de esto, al menos tan rápido.
Supongo que muchos de esos expertos se la estarán haciendo mirar, porque el Rey habló. Poco, pero algo dijo. 11 palabras con las cumplió con la obligación debida y salvó los muebles. Hubiera sido impensable que nada hubiera dicho sobre todo lo que se ha organizado a cuenta de su ausencia, motivos de la misma y consecuencias. Las palabras son ambiguas, y pueden entenderse de muchas maneras. Reconoce el Rey que se ha equivocado, cierto, pero no hace referencia a la equivocación en sí. ¿A cual se refiere? Puede que al asunto cinegético, mal visto por mucha gente, o a la imagen del elefante muerto, que ha puesto de los nervios a los ecologistas, o al viaje de alto lujo en medio de un país semiarruinado, o a la ausencia de su puesto de responsabilidad ante la debacle económica que vive el país, o a la falta de información sobre su actividad privada, o a la sensación de cohecho que se desprende de la fuente de financiación de la estancia africana, o a la preocupante situación en la que ha dejado a la familia real, dada la presencia de la princesa Corinna en todo este asunto, o a la sensación de que el matrimonio real español se encuentra en un estado similar al del abatido elefante…. En fin, hay muchas cosas de las que disculparse y cada uno puede quedarse con la que desee. Lo cierto es que ayer, como en tantas ocasiones en el pasado, el Rey sí hizo lo que tenía que hacer, sólo que esta ha sido la primera vez que lo ha hecho forzado por la sociedad, motivado por la presión de unos medios y una opinión pública que no han entendió nada de lo que ha pasado estos días, y que han visto como quizá la única institución que sobrevive en España a salvo de acusaciones y trifulcas políticas ha empezado a entrar en decadencia. El cómo el Rey gestione de ahora en adelante su vida privada, sus actividades a contraluz, será decisivo para que su papel en la vida pública pueda seguir siendo respetado y apoyado por la sociedad. Digamos que la relación entre la monarquía y la población ha superado la fase de enamoramiento y ha entrado en la de la convivencia diaria, en la que ya no se está todo el día uno mirando admirado al otro, sino que es necesario remangarse y trabajar duro para mantener el grado de unión que se ha alcanzado. El servicio que le ha prestado Juan Carlos a España es inmenso a lo largo de estos 35 años de reinado, y pasará a la historia con letras doradas por su gestión, por haber sabido reconciliar a la sociedad en su figura y por todo el trabajo que ha realizado para consolidar una democracia que muchos suponen de toda la vida pero que apenas es un brote verde en la historia española. Sin embargo muchas nuevas generaciones no conocen los años de la transición, ni han vivido esas experiencias, y la monarquía debe conquistar a esas nuevas hornadas de españoles no desde la tradición y el recuerdo, sino desde el servicio diario y abnegado por España. Debe serle útil al país, y que este así la sienta. Si eso se produce la monarquía pervivirá, y en un futuro Juan Carlos I será sucedido por Felipe VI. Y para eso debe trabajar sin descanso desde hoy mismo. Si el país percibe que eso no se da, que la monarquía no es útil, no pervivirá mucho tiempo.
Un pequeño apunte sobre el tono en sí de las palabras pronunciadas por el Rey. En su forma de mirar a la cámara y decir “lo siento” se aprecia un cierto tono infantil, como de niño al que los padres han pillado haciendo una trastada, y que hace propósito de enmienda entre unos pucheritos más o menos evidentes. La imagen dice mucho, y es convincente. Frente a la altanería chulesca de los políticos y dirigentes españoles, que nunca piden perdona aunque hayan arruinado a sus empresas, ayuntamientos o regiones, el Rey aparece débil y casi solicitando el perdón. Puede que en el futuro recordemos más las imágenes y palabras de ayer que el famoso “por qué no te callas”.
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