La contemplación de cómo nos vamos enquistando en este pozo
llamado crisis produce, como mínimo, una enorme y profunda melancolía, que
tiende a atraparte y hacerte caer en lo más hondo. Quizás la mejor manera de
huir de ese sentimiento sea, aparte de coger un vuelo y largarse de España,
verlo todo desde el prisma del humor, sin perder realismo ni acidez, pero darle
a todo un toque divertido, irreverente y cachondo. Más allá de las viñetas
diarias de la prensa, que han encontrado un filón en esto de los bancos, creo
que el dibujante Aleix Saló es quién mejor ha plasmado nuestras miserias y cómo
nos han llevado hasta aquí.
Saló, a quien puede conocer en persona este pasado fin de
semana en las casetas de la feria del libro, publicó hace no mucho tiempo un
cómic llamado Españistán, en el que relataba la historia de cómo una burbuja
había dejado colgados de la brocha a todos los habitantes del país de idéntico
nombre. Ácido y colorista, el cómic se vendió bien, pero cuando en base al
mismo se hizo un corto de dibujos animados y se colgó en la web su éxito se
disparó, las ventas crecieron y Saló, creo que muy a su pesar, empezó a
convertirse en un personaje más mediático y al que se le preguntaba su opinión
sobre cómo salir de este lío en el que nos hemos metido. Hace unos meses sacó
un segundo cómic, llamado simiocracia, en el que iba un poco más allá. El
dibujo es más esquemático, con menos color de fondo, y ya no incide tanto en
cómo le afecta al españistano de a pie la crisis, sino la misma historia de la
formación del desastre, de la burbuja, desde 2009 en adelante. Saló no se corta
un pelo, y muestra de una manera muy gráfica (claro, es un cómic, jejeje) cómo
se establecen las relaciones de poder, dependencia y sumisión entre partidos
político, banca, empresas, acreedores, instituciones y demás organismos
rectores de este país, y cómo entre todos ellos se hace fuerte la consigna de
aguantar “como sea” y lanzar el problema hacia delante para evadirlo y, si es
inevitable, que le pille a otro. Todo esto le hace llegar a la conclusión de
que los ciudadanos estamos en manos no de gestores, sino de simios, auténticos
monos inútiles que nos han conducido hasta este despropósito, contando eso sí
con la inestimable colaboración de cada uno de los españolitos, que se sumaron
al frenesí en al burbuja, emborrachados de dinero fácil, y dieron rienda suelta
a su codicia pensando que el mundo era jauja, sin preocuparse por el futuro en
lo más mínimo. Nuevamente simiocracia cuenta con un vídeo en la web que, en
apenas seis minutos, relata nuestra historia de los últimos años, de una manera
en la que es imposible no morirse de ris, pero que una vez visto te deja con un
poso de cabreo e indignación que no tiene límites. Si hasta ahora no he puesto
en el artículo los enlaces de los vídeos es porque en
esta entrevista que le han hecho al dibujante me los han metido juntos, y me
ahorran el trabajo. En ella Saló se muestra optimista, no tanto hacia el
futuro, sino al papel que deben jugar las nuevas generaciones de españoles, los
jóvenes, los aún no corrompidos por el sistema, que son los únicos que pueden
limpiarlo y devolverle a este país no ya su prestigio perdido, sino al menos su
decencia y vergüenza para poder mirarse al espejo. En un
chat de ayer mismo señalaba el dibujante que, parafraseando el clásico, un mono
podría cruzar la península saltando de "jeta" en "jeta" sin
llegar a tocar el suelo. Y si eso era posible en el pasado, al contrario que
con los árboles, ahora mismo es más factible que nunca.
En el fondo Saló ha actualizado, al lenguaje de nuestro
tiempo, la esencia del Lazarillo de Tormes, el mejor tratado de sociología
hispánica que jamás se haya escrito. El episodio en el que el ciego pega a
Lázaro porque descubre que le roba uvas, dado que él robaba muchas y no se
quejaba, sigue definiéndonos, porque hasta que la burbuja estalló todos
dejábamos robar mucho si cada uno robaba lo que consideraba necesario. Vean los
vídeos de Saló, compren sus cómics (no, no cobro comisión por ello) diviértanse
y reflexiones sobre cómo hemos llegado hasta aquí y, sobre todo, lo mucho que
tenemos que cambiar para salir.
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