Hemos llegado a un punto en nuestra sociedad en el que nadie
asume sus responsabilidades por nada de lo que sucede, tenga más o menos culpa
en ello. Si un niño rompe un cristal sen seguida saldrán sus padres a echar la
culpa a quien puso ese cristal en ese punto, o a la presión social que hace que
su chico no tenga otra diversión que la de arrojar piedras y destrozar cosas, o
argumentos similares con tal de que el que arrojó la piedra, el chico, quede
inmune. Parece que asumir la culpa es de pringados, y que escaquearse, evadirla
y endosársela a otros es lo moderno y “enrollado”.
Si esto resulta algo sin sentido en el caso de los niños, en
el de los adultos es estúpido, cuando no criminal. Llevamos dos semanas de
desparrame “Bankiario” en el que cada día que pasa conocemos con mayor certeza
el deplorable estado en el que se encontraba ese banco intervenido, pero aquí
nadie se ha hecho responsable de esa situación, y asistimos a una ceremonia de
la confusión digan de un vodevil, que sería para morirse de risa si no fuera
porque no hay nada gracioso en esta historia. Resulta que los directivos de la
entidad, con el cesado Rodrigo Rato a al cabeza, no son responsables de lo que
ha sucedido, y que no sabían nada sobre el desfase patrimonial que reflejaban
las cuentas que no fueron auditadas. A Rato se le cesa pero ahora lo importante
es saber dónde se le coloca, no que explique lo que ha pasado y su papel en
todo ello. La Comunidad de Madrid, que algo pinta en todo esto a través de SU
antigua caja, a tomado las de Villadiego y ha salido con unas declaraciones de
Esperanza Aguirre en las que dice que la fusión entre Caja Madrid y Bancaja se
hizo a punta de pistola, y que ellos se oponían, lo que no puede ser más falso.
No ha dicho nada sobre el intento de colocar hace un par de años a Ignacio
González, vicepresidente de la comunidad, como Presidente del grupo fusionado,
quizás porque en ese momento no se veía la pistola humeante y sí un montón de
dinero y poder al que echarle el guante. Los demás miembros del consejo de
administración, representantes del PSOE, IU, sindicatos y ayuntamientos varios,
no han dicho nada, salvo que se oponen con toda su energía ala posibilidad de reducir el tamaño del
consejo y, por tanto, quedarse fuera del mismo y no cobrar sus sustanciosas
dietas ni acceder a cuotas de poder e influencia de las que no disponen amparados
en sus siglas. De la gestión diaria de la entidad no son responsables, o al
menos se desprende de sus afirmaciones, y sólo les ha faltado decir, como
el exvicepresidente de la CAM, que no tenían ni idea ni de lo que hacían ni de
lo que firmaban. Eso sí, la nómina y la dieta era mensualmente retribuida,
y así debe mantenerse en el futuro “por el bien de la entidad”. PP y PSOE se
acusan mutuamente del desastre. Los actuales gobernantes, a los que les ha
estallado el caso en las manos, y que tienen bastante culpa de lo sucedido,
tratan de echar el muerto a la herencia del malvado ZP, herencia envenenada,
sí, pero que no llega hasta todos los rincones del planeta. El PSOE ve carnaza
y ataca al PP por su mala gestión, que ha sido desastrosa, pero nada dice de
que Bankia ya era un monstruo ingobernable en la época de ZP y no se hizo nada
para salvo mirar hacia otro lado y esperar a que vinieran los siguientes y se
comieran el marrón, como así ha sido. Y todos se han puesto de acuerdo para
echarle la culpa al Banco de España, y cargar sobre las espaldas de MAFO, el
gobernador, este muerto y tratar de hacer dos entierros en uno. MAFO viene del
PSOE, pero éste le odia por considerarle un traidor, y el PP espera a que su
mandato acabe en unas pocas semanas para largarle lo más lejos posible. Y entre
medias el prestigio de la entidad se hunde en el fango.
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