Ha comenzado el calor, muy en serio para las fechas en las que estamos, y la manga corta empieza a verse en abundancia por la calle. También se acerca el momento odioso en el que se deben lucir los resultados de eso tan inútil llamado operación bikini, que es una de las dictaduras más crueles y absurdas que padecemos en la vida moderna. Sin embargo, es necesario cuidar la dieta, y mantener el peso. Y eso sólo se puede hacer de dos maneras, gastando más o comiendo menos. El resto son trampas que sólo conducen a la tristeza y el autoengaño (y el lucro de quien las inventa, por supuesto).
Algo de esto se me ocurrió este Sábado en el cine cuando se sentó a mi izquierda un joven de bastante pelo y mucha mayor barriga y brazos. Portando una camiseta de manga corta y motivos anime, portaba un inmenso cubo de palomitas, de esos de tamaño gigante que serían útiles para arrojar agua a un incendio o plantar en ellos ficus de poderosas raíces. Sujetaba en parte el cubo con las manos y lo apoyaba sobre al barriga que a duras penas se contenía bajo la camiseta. “Cómo se puede bajar eso zampándose todo ese cubo” pensaba, mientras que me imaginaba un análisis de sangre del sujeto en el que los triglicéridos, GPT, colesterol y demás variables parecerían bólidos de fórmula uno, preparados para hacer cada uno de ellos un registro más audaz y elevado. En esas estaba cuando el señor sacó dos paquetes de M&Ms, las chocolatinas con forma de píldora, los abrió y arrojó en su totalidad al cubo de palomitas. Acto seguido metió la mano en el cubo y se puso a revolverlo poco a poco, de tal manera que el blanco inmaculado con tonos amarillentos que dominaba hasta el momento fue convirtiéndose en un fondo en el que variados colores salpicaban el contenido del cubo. “Esto es demasiado” pensé. Es cierto que, no lo voy a negar, aquello tenía un aspecto apetecible a la vista, llamaba la atención y era para sacarle una foto, de mientras, parsimonioso, revolvía toda la montaña de palomitas y pastillas, masajeando el contenido que luego iba a deglutir, con un afán y entrega digna del mejor panadero, como si amasara la mezcla de harina sal y agua que luego fuera a hornear. En el imaginario análisis de sangre todo aquello supongo que iba a suponer montones de “vueltas rápidas” por parte del colesterol y sus amigos ácidos grasos, buscando quizás un record que no se muy bien donde pudiera estar situado para mi involuntario acompañante, pero sin duda muy cerca de la estratosfera. Cuando empezaron los anuncios y avances el sujeto ya se había comido algunas paladas del contenido de su cubo mágico, que para poder ser deglutido con mayor facilidad acompañaba con sorbos de pajita de un vaso de Coca Cola de medio litro. Sumando toda el azúcar que se contenía en el líquido y alimento, ese hombre era la persona más dulce que yo hubiera podido tener la suerte de contar como acompañante de la velada, lo malo es que el pobre iba a acabar teniendo forma de planta de caña de azúcar en vez de exhalar una dulzura natural, no se si me entienden. En medio de este asombro empezó la película, Sombras tenebrosas, de Tim Burton, entretenida pero no maravillosa, y dejé de hacer caso a mi vecino, su cubo y demás provisiones que pudiera tener aún ocultas (visto lo visto no me extrañaría que sacase un postre en un momento dado) y me centré en lo que pasaba en la pantalla. De todas maneras, de vez en cuando veía la mano del vecino moviéndose, nunca vacía, por supuesto, hacia su boca.
Al acabar la película y encenderse la luz, me quedé un rato para ver los títulos de crédito y el vecino se levantó y se fue. Moviendo su voluminoso cuerpo, salió de mi fila y dejó tras de sí los envoltorios de las chuches, un agotado vaso de la Coca Cola y el cubo mítico de palomitas, prácticamente vacío, por lo que fue capaz de ventilarse todo aquello y sobrevivir en el intento. Doy por sentado de que luego no cenaría “mucho” aunque ya puestos quizá se pasara por un mefistofélico McDonalds (chiste basado en la película de Burton) para tragarse una hamburguesa y unas patatas fritas con las que dar por finalizado el festín nocturno. Quizás, para no excederse demasiado, acabaría con un café con sacarina, por eso de que el azúcar engorda…..
Mañana es fiesta en Madrid ciudad. Hasta el Miércoles 15.
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