miércoles, mayo 09, 2012

Atardecer oscuro


Hoy, 9 de Mayo, es el día oficial de Europa, en el que se conmemora la declaración que hizo el entonces Ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman. Sus palabras fueron las primeras que, oficialmente, reclamaban la unificación europea en las áreas del carbón y el acero de Francia y Alemania, pero que luego sirvieron para que ese embrión de intereses industriales diera paso a un proyecto mucho más ambicioso, que culminó, o empezó, como ustedes lo quieran ver, con la firma del tratado de Roma en 1957. Por este motivo todos los años en mi trabajo salimos a la calle, izamos la bandera de las estrellas, nos echan un discurso y oímos el himno de Europa.

Lo cierto es que cada año que pasa celebrar Europa se está convirtiendo en algo más difícil y meritorio. Ya en años pasados la situación española se veía, o al menos esa era mi impresión que parece haber sido acertada, como irresoluble a medio plazo, pero Europa todavía se contemplaba como un escenario de acuerdo. Sin embargo poco a poco el destrozo que la crisis económica está causando en sus miembros está deshaciendo la Unión que tanto trabajo costó forjar. El directorio franco alemán, que en el fondo no es sino el mandato germano con la aquiescencia interesada de una débil Francia es quién rige los designios de Europa, y no los consejos de ministros que se celebran en Bruselas. Sin embargo quizás sea hoy, tras la celebración de las elecciones griegas del Domingo, cuando sea más necesario que nunca salir a la calle a celebrar la idea de Europa, de su sentido de Unión y, volviendo a los orígenes, de su función como vacuna para evitar las guerras en este continente. No olvidemos que la unificación europea es un proceso que surge tras, y en gran parte debido a, los horrores de la Segunda Guerra Mundial, colofón de casi un siglo de enfrentamientos entre naciones europeas a lo largo de todo el mundo y en sus propios territorios. Los supervivientes de aquel desastre, que no somos capaces ni de imaginar en ninguna de sus dimensiones, buscan por todos los medios que eso un vuelva a pasar nunca, y para ello crean un artificio, una unificación formal, con el fin de que el cruce de intereses entre las naciones acabe siendo lo suficientemente fuerte como para que una guerra no vuelva a suceder. De paso también se busca la prosperidad económica, el dar al continente un papel de relevancia mundial, y en aquellos tiempos servir como contraejemplo y resistencia frente al modelo soviético, que se encontraba a las puertas, pero en el fondo fondo del proyecto era la aversión a la guerra, el fascismo y la barbarie lo que se trataba de evitar. En ese sentido la historia de la Unión ha sido un éxito rotundo. Desde 1945 no ha habido una sola guerra entre países pertenecientes a la misma, cosa que no ha pasado desde la época de la pax romana, más o menos. No es cierto que no haya habido guerras en Europa, ya que la antigua Yugoslavia nos enseñó en la década de los noventa hasta que punto los blancos caucasianos europeos podemos ser los sujetos más salvajes, crueles e inhumanos que se puedan concebir. Bosnia, Srebrenica, Kosovo, Sarajevo, y porqué no decirlo, ETA, son nombres que estarán asociados en nuestra memoria al asesinato, la barbarie, la guerra, el odio y, también, al fracaso de la Europa institucional y civil a la hora de evitarlo. Ahora que Serbia mantiene conversaciones estables con la Unión para integrarse en un futuro puede que nos olvidemos de lo sucedido en aquellas tierras hace poco más de una década, pero haríamos mal. Allí las cosas aún no se han arreglado del todo, y si la Unión contribuye en algo a solucionarlo, será otra muesca en su haber.

Por eso, tras las desastrosas elecciones griegas, el asistir a las declaraciones y actitudes del grupo neonazi “amanecer dorado” que tiene poco de “neo” y mucho de “nazi” es, además de repugnante, un recordatorio muy claro de quiénes somos los europeos, de dónde venimos y hacia dónde NO debemos volver. Es cierto que Europa se encuentra en una fase de atardecer oscuro, y grupúsculos como estos tratan de aprovecharse de la crisis y del descontento popular para infiltrarse en las democracias y destruirlas. Y aunque parezca sólida, la democracia existe gracias a que los que creemos en ella somos firmes frente a quienes la atacan. Que la celebración de Europa de hoy sirva, al menos, para que sujetos como este Nikolaos Michaloliakos nunca representen a nada más que a su propia vergüenza.

No hay comentarios: