Siguiendo ayer a través de la tele, radio y prensa la secuencia de acontecimientos que se deriva de la crisis y del desastre por el que atraviesa Europa llegué a la conclusión de que España es uno de los países más afortunados del mundo. En todas las tertulias, reuniones de chascarrilo o improvisados debates se juntan al menos siete personas que han leído el último artículo de Paul Krugman, su entrada en el blog sería más correcto, y que se atreven a criticarlo con fiereza, acusando entre otras cosas a Paul de no saber nada. En cierto modo ya no sólo se esconde un médico y un seleccionador bajo la piel de todo español, también se encuentra un premio Nóbel no reconocido…
Vamos a dejar las cosas un poco claras. Krugman sabe más, muchísimo más, que casi todos los que acuden a los debates que podemos consultar en nuestros medios de comunicación. Y desde luego sabe infinitamente más de lo que yo pueda conocer de economía y su mundo. Lo que sucede es que hoy en día decir “yo creo que” se traduce automáticamente como “yo afirmo que” y así todo el mundo posee la verdad, y los expertos, los auténticos expertos como Krugman, son tomados a chufla por muchos de los opinadotes, que en su continua verborrea no hacen sino mostrar su más absoluto desconocimiento tanto de la realidad económica como de la coyuntura que atraviesa España. Quizás en ese profundo desconocimiento, en esa orgullosa ignorancia se encuentre uno de los males que nos ha conducido hasta este insoportable punto de angustia y fracaso en el que nos encontramos. ¿Se puede discrepar de Krugman? Sí, claro, de hecho hay muchos académicos que lo hacen, y sus opiniones generan polémica entre la comunidad económica, un lugar frente al que un avispero es un plácido remanso de paz, pero desde aquí reclamo seriedad en los debates y autoridad en las fuentes y opiniones. En las tertulias se ha elaborado una especie de argumentarlo cutre en el que Krugman es “keynesiano”, y eso implica que quiere tirar de gasto público y derrochar, y por ello socialista. Seguro que en una de esas tertulias preguntan quién era Keynes y no sería extraño que alguno pensaría que todavía está vivo, quizás retirado porque ya no sale en los medios… frente a él están los “liberales”, que están en contra del gasto público y, por tanto, son antikeynesianos, y como no, de derechas. Todos estos tópicos son completamente falsos, pero no importa, ya hemos hecho el juego perfecto para la televisión y el debate al estilo español, hemos fabricado las etiquetas que podemos adosar a cada uno de los opinadores, y ya no necesitamos reflexionar ni debatir, sólo acusar de “keynesianos” a unos y “liberales” a otros, y venga, a dar palos. La audiencia se divierte, manda carísimos mensajes a un 806 votando a favor de los keynesianos o liberales mientras los tertulianos de rigor ya han pasado de krugman y se lanzan el zapaterismo y la herencia recibida con una saña digan del los partidos del nuevo (ya viejo) parlamento griego. Y yo, que aunque poco, algo se de todo esto, asisto deprimido a otra oportunidad derrochada para poder debatir qué es lo que está sucediendo, qué es lo que hemos hecho mal, que pudimos cambiar en su momento y no lo hicimos y, sobre todo, cómo vamos a salir de esto. La alternativa que menciona krugman en su blog, que lleva a España a un corralito, no es nada descabellada, y tiene toda la lógica del mundo si se cumplen los supuestos que menciona, supuestos que hace unos meses eran fantasías y hoy son aterradoras posibilidades, cada vez más reales.
Lo que sucede con Krugman es que es un señor que, poseedor de su ideología, tiene éxito en los medios, es muy activo en la prensa e Internet, tiene muchos seguidores y, salió la envidia, mucho éxito. Una entradilla de su blog es más leída que la suma de todas las opiniones de todos los tertulianos de guardia de España, lo que les pone muy de los nervios, entre otras cosas porque muestra sus carencias y debilidades de pensamiento. Hay excepciones, sí, como en todas partes, y entre tanto ruido hay opinadores con rigor y sentido, pero el nivel del debate es tan bajo que meterse contra Krugman es, para muchos, la única manera de tratar de elevar el nivel de sus ideas por encima de los demás.
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