jueves, mayo 24, 2012

Mario Fernández y la polémica de Eurovegas


Ayer Mario Fernández, presidente del grupo Kutxabank, una de las entidades financieras más sólidas de España, y no sólo porque mi hipoteca y nómina estén allí, la armó bien gorda no al terciar sobre el sueldo de los banqueros o las provisiones o le asunto de Bankia, no. En una charla celebrada en Vitoria sobre el contexto económico vasco y español dijo, literalmente que, “salvo un norteamericano que quiere montar una especie de casa de putas cerca de Madrid, nadie va a crear 2.500 puestos de trabajo” y todo el mundo entendió que se refería el proyecto de Eurovegas y se organizó la polémica padre.

Vaya por delante que tengo mis serias dudas de que lo de Eurovegas llegue a realizarse, porque no sería la primera vez ni la última que una inversión de ese tipo se plantea en España y todas las anteriores han acabado con unas preciosas maquetas abandonadas en un sótano. Sin embargo parece que esta vez la cosa va más en serio, y el promotor del tinglado es un millonario forrado a cuenta de complejos como este, por lo que pudiera ser que, finalmente, algo se construya en España. ¿Sería bueno o malo? Más allá de que guste un negocio como este o no, que de todo habrá, me parece que es la extensión natural del modelo de país que hemos creado, por lo que no se cual es el motivo de alarma o queja. A ver si me explico. España no vive de la industria, de la I+D, de las nuevas tecnologías ni, incluso, de las viejas. Nuestra principal industria es el turismo, basado en el clima soleado y la costa sobreexplotada. Decenas de millones de turistas vienen cada año, convirtiéndonos en una de las principales potencias del sector en el mundo. Es nuestra principal fuente de divisas, y en varias regiones la única vía para crear empleo y riqueza. Creo que son tres los modelos de turismo masivo que se han desarrollado en España (el rural y de interior aún están en mantillas y se debieran potenciar). Uno es el clásico, familiar, de fin de semana, puente o Agosto, que ya ha alcanzado su techo y tiende a perder peso en el conjunto. Otro, con enorme proyección, es el residencial con el objeto de que los ricos jubilados europeos acaben sus días en nuestras costas, convirtiendo a España en la “Florida” del frió y rico norte de Europa. Esta variante ha crecido mucho en los últimos años al calor del boom inmobiliario en la costa, y creo, no me peguen, que es la alternativa económica a la que puede y debe aspirar España en una futura y deseable Europa unificada (a Florida no le va tan mal en EEUU) viviendo a costa de nuestras “chicas de oro”. La tercera variante es lo que podríamos denominar turismo “bizarro” basado en el lema “ven aquí y haz lo que no puedes en tu país”. Botellones internacionales, riadas de desatados adolescentes europeos que, vía charter, pasan un fin de semana o muchos más días, de alcohol, sexo y juerga sin límite en los municipios de la costa, fiestas que nunca acaban salvo que se termine la bebida… todos los años vemos las quejas de los vecinos de las localidades que acogen estas invasiones mientras que los ayuntamientos se frotan las manos con los ingresos que sacan. Pero más allá la costa española se convierte en verano en el “juergódromo” de Europa, en el que imperan pocas restricciones, escasos límites, ningún horario, y se busca que todo el que quiera divertirse sin freno venga a España. El “balconing” que ahora está tritemente de moda no es sino la última de las malas derivadas de esta política de ocio promovida por el ayuntamiento, como decía la canción, pero que es una enorme fuente de ingresos para los hosteleros y los fabricantes de productos líquidos, sólidos e inhalantes, y por supuesto, la forma de recaudar más sencilla y cómoda posible para cualquier administración. La juerga es muy muy muy rentable.

Pues bien, Eurovegas no es sino la extensión sofisticada, cara y hortera de ese modelo, buscando un segmento de público algo diferente, de mayor edad y, tachántachán, mayor poder adquisitivo, pero el modelo es el mismo: ocio desenfrenado, vicio, juerga, y garantías de que se haga lo que se haga quedará impune, y que además entronca con el paisaje nacional, lleno de lupanares a la salida de cada pueblo sin que nadie proteste porque todo el mundo, pese a negarlo, los usa. Así, como decía antes, puede gustar o no, pero la expresión “casa de putas” usada por Fernández no es sino una manera muy castiza, pero bastante apropiada, para describirlo.

No hay comentarios: