Ayer Mario Fernández, presidente del grupo Kutxabank, una de
las entidades financieras más sólidas de España, y no sólo porque mi hipoteca y
nómina estén allí, la armó bien gorda no al terciar sobre el sueldo de los
banqueros o las provisiones o le asunto de Bankia, no. En una charla celebrada
en Vitoria sobre el contexto económico vasco y español dijo,
literalmente que, “salvo un norteamericano que quiere montar una especie de
casa de putas cerca de Madrid, nadie va a crear 2.500 puestos de trabajo” y
todo el mundo entendió que se refería el proyecto de Eurovegas y se organizó la
polémica padre.
Vaya por delante que tengo mis serias dudas de que lo de
Eurovegas llegue a realizarse, porque no sería la primera vez ni la última que
una inversión de ese tipo se plantea en España y todas las anteriores han
acabado con unas preciosas maquetas abandonadas en un sótano. Sin embargo
parece que esta vez la cosa va más en serio, y el promotor del tinglado es un
millonario forrado a cuenta de complejos como este, por lo que pudiera ser que,
finalmente, algo se construya en España. ¿Sería bueno o malo? Más allá de que
guste un negocio como este o no, que de todo habrá, me parece que es la
extensión natural del modelo de país que hemos creado, por lo que no se cual es
el motivo de alarma o queja. A ver si me explico. España no vive de la
industria, de la I+D, de las nuevas tecnologías ni, incluso, de las viejas.
Nuestra principal industria es el turismo, basado en el clima soleado y la
costa sobreexplotada. Decenas de millones de turistas vienen cada año,
convirtiéndonos en una de las principales potencias del sector en el mundo. Es
nuestra principal fuente de divisas, y en varias regiones la única vía para
crear empleo y riqueza. Creo que son tres los modelos de turismo masivo que se
han desarrollado en España (el rural y de interior aún están en mantillas y se
debieran potenciar). Uno es el clásico, familiar, de fin de semana, puente o
Agosto, que ya ha alcanzado su techo y tiende a perder peso en el conjunto.
Otro, con enorme proyección, es el residencial con el objeto de que los ricos
jubilados europeos acaben sus días en nuestras costas, convirtiendo a España en
la “Florida” del frió y rico norte de Europa. Esta variante ha crecido mucho en
los últimos años al calor del boom inmobiliario en la costa, y creo, no me peguen,
que es la alternativa económica a la que puede y debe aspirar España en una
futura y deseable Europa unificada (a Florida no le va tan mal en EEUU)
viviendo a costa de nuestras “chicas de oro”. La tercera variante es lo que
podríamos denominar turismo “bizarro” basado en el lema “ven aquí y haz lo que
no puedes en tu país”. Botellones internacionales, riadas de desatados
adolescentes europeos que, vía charter, pasan un fin de semana o muchos más días,
de alcohol, sexo y juerga sin límite en los municipios de la costa, fiestas que
nunca acaban salvo que se termine la bebida… todos los años vemos las quejas de
los vecinos de las localidades que acogen estas invasiones mientras que los
ayuntamientos se frotan las manos con los ingresos que sacan. Pero más allá la
costa española se convierte en verano en el “juergódromo” de Europa, en el que
imperan pocas restricciones, escasos límites, ningún horario, y se busca que
todo el que quiera divertirse sin freno venga a España. El “balconing” que
ahora está tritemente de moda no es sino la última de las malas derivadas de
esta política de ocio promovida por el ayuntamiento, como decía la canción,
pero que es una enorme fuente de ingresos para los hosteleros y los fabricantes
de productos líquidos, sólidos e inhalantes, y por supuesto, la forma de
recaudar más sencilla y cómoda posible para cualquier administración. La juerga
es muy muy muy rentable.
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