martes, mayo 22, 2012

De Chicago a Kabul


Ha concluido la reunión que la OTAN ha celebrado en Chicago. Un curioso encuentro en el que, pese a la trascendencia de lo tratado, la información sobre el mismo se ha centrado en la situación económica europea, y en los contactos de Rajoy con Merkel, Obama y Monti. Para muchos el único recuerdo de esta noticia será el haber podido disfrutar del magnífico skyline de Chicago, uno de los mejores y más abigarrados del mundo (no olvidemos que allí se inventó el rascacielos) y de su espectacular arquitectura, a orillas del lago Michigan, que hace de mar para una ciudad que es todo un mundo.

Pero de la cumbre de la OTAN en sí se ha hablado poco, y era muy importante. El tema puede tratarse de muchas formas, pero la esencia de lo que se discutía era cómo largarse de Afganistán de la manera más rápida posible sin que parezca que estamos huyendo. Llevamos diez años y medio en Afagnistán y la situación internacional ha cambiado mucho. Las potencias occidentales ya no temen al terrorismo como antes, el 11S empieza a estar más en la memoria que en la agenda diaria, Bin Laden cayó hace un año y lo que sucede en las montañas afganas sólo logra alcanzar las portadas de los periódicos cuando el número de militares patrios asesinados rebasa un valor cada vez más alto. Si a eso le sumamos la delicada situación económica que atraviesan los países de la coalición que controla, es un decir, Afganistán, es normal que se plantee la retirada como la única alternativa posible. El plan es que para 2014 el grueso de las tropas hayan desaparecido y sólo permanezcan en el país pequeños contingentes dedicados a labores de formación y espionaje (lo primero se dice, lo segundo no) corriendo el gobierno afgano con la responsabilidad de controlar todo su territorio. Esta hoja de ruta, como se dice ahora, tiene tres problemas prácticos que aún no están resueltos. El menor, y no pequeño, es quién pagará el coste de mantener al estado afgano, dado que hasta ahora la seguridad del país corría a cargo de los presupuestos de defensa de los países ocupantes. Para esto se ha previsto una conferencia de donantes que aporten financiación al régimen de Kabul a medida que el repliegue sea efectivo y vaya tomando el control con la idea de que sea para 2024 cuando el país posea la autonomía financiera como para sufragar los gastos, fecha que se me antoja muy lejana. El segundo problema, inmenso, es el papel de Pakistán en todo esto. A corto plazo es necesario recomponer las relaciones con Islamabad aunque sólo sea para que colabore con el esfuerzo logístico de la retirada de tropas y materiales, labor que con la frontera y espacio aéreo paquistaní cerrado como está ahora mismo sería mucho más compleja y, ahí duele, cara. Sin embargo, es obvio que más allá de esta necesidad del momento es fundamental que Pakistán juegue un papel decisorio a medio y largo plazo en todo lo que tenga que ver con Afganistán. Su amplia y porosa frontera compartida, y la amenaza terrorista que ataca a ambas naciones son motivos más que suficientes como para que la estabilidad en Kabul interese mucho a Islamabad, y que las potencias occidentales vuelvan a recuperar la confianza del aliado paquistaní de cara a que ejerza un cierto papel de tutor sobre el estado afgano. Ahora mismo las relaciones de la coalición con Pakistán son desastrosas, tras la serie de incidentes que, comenzando con la incursión que acabó con la vida de Bin Laden en su territorio, han acabado con la vida de numerosos soldados paquistaníes y han puesto negro sobre blanco el doble juego que ese país lleva mucho tiempo realizando, tanto con su apoyo a los países aliados como, encubiertamente, a los talibanes y otros grupos islamistas radicales. Puede que Pakistán sea la auténtica pieza maestra en este juego, y a día de hoy casi todo está por hacer en ese campo.

Y el tercer problema es el obvio. ¿Alguien cree que Afganistán es viable? Con una insurgencia talibán que mantiene una presión constante en todo el territorio, y que ha mantenido acuarteladas a la mayor parte de las tropas occidentales en sus refugios, muchos son los que temen que la retirada de las tropas aliadas devolverá a Afganistán a su estado previo al de 2001, con un gobierno títere controlado por la milicia islamista o, en todo caso, una situación muy volátil de continuos enfrentamientos entre fracciones rivales por el poder. Y no olvidemos que, aunque muy debilitada, Al Queda sigue viva, por lo que pudiera volver a asentarse, o al menos intentarlo, en un Afganistán muy revuelto. Como verán, hay mucho trabajo aún por hacer.

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