miércoles, marzo 06, 2013

Crónica de la muerte anunciada de Hugo Chávez


Ayer por la noche, deshecho tras acarrear un nuevo televisor a casa, quitar el viejo y montar el nuevo, tras una ducha reparadora y tumbado en el sofá sin ganas de levantarme para varios meses, el 24 horas de TVE interrumpió la interesante entrevista que estaba realizando a Guillermo Fernández Vara para ofrecer en directo la alocución de Nicolás Maduro, vicepresidente venezolano, en la que, compungido y lloroso, comunicó la muerte de Hugo Chávez. Maduro hizo el papel de Arias Navarro con Franco, pero con el estilo florido y melifluo típico de los dirigentes latinoamericanos.

Es difícil valorar el papel de Chávez en su país y en el mundo, pero es evidente que ha sido inmenso, y que nada será igual tras su marcha. Militar golpista, que a la primera intentona fracasó pero volvió a probar y lo logró, Chávez ha sido la quintaesencia del populista latinoamericano, un personaje propio del continente que, aunque tiene imitadores fuera, no ha logrado nunca alcanzar el grado de perfección al que se ha llegado por aquellos lares. Perón, Castro Chávez.. todos ellos lograron fundar regímenes políticos en los que su persona y personalidad eran el estado, lo denominaba, y en los que las leyes existentes tenían la validez que les otorgaba el guía, el líder aclamado por su pueblo. Chávez fundó lo que él llamó el socialismo bolivariano, una extraña mezcla de comunismo, nacionalismo y cristianismo, que no cuadraba con ninguna de las ideologías clásicas, pero que era la expresión perfecta de la convulsa y volcánica personalidad de Hugo, un hombre que a nadie dejaba indiferente. Asentado sobre una de las mayores reservas de petróleo del mundo, el chavismo ha logrado sobrevivir como régimen gracias a los ingresos que le ha proporcionado ese mar de crudo, pudiendo así lanzarse durante años a financiar una política de subvenciones a la población venezolana que, acogida al subsidio y arrebatada por la personalidad del líder, le ha refrendado en varias citas electorales más o menos democráticas, pero en las que era evidente tanto el férreo control que el régimen tenía sobre todos los resortes del país como la capacidad de Chávez de enardecer a la población con sus proclamas, dejando a la altura del barro a los candidatos de una oposición que, durante muchos años, se ha mostrado débil, dividida y desnortada. Sin embargo la riqueza del país ha sido muy mal gestionada. Más allá de la propaganda del régimen, Venezuela sigue siendo uno de los países en los que la desigualdad social es mayor y más cruel. Junto a zonas de lujo que sería difícil encontrar en muchas ciudades europeas, Caracas exhibe unas inmensas bolsas de pobreza, marginación y miseria, en las que ha arraigado el pandillismo, la droga y la violencia, y que registran cientos, miles de muertes al año a mano de bandas que se enfrentan por la gestión de esas barriadas. El país no es ahora más rico de lo que lo era hace algunos años, pese a que las políticas sociales de Chávez hayan permitido que cierto estado del bienestar se haya consolidado entre amplias capas de la población. Importador de casi todos los productos básicos, incluyendo alimentos, la última devaluación del bolívar, de un 30%, ha mostrado la enorme debilidad de la economía venezolana, la situación de cuasi quiebra a la que se enfrenta en breve y la necesidad de adoptar políticas firmes, serias y de largo plazo para sacar al país de la sima a la que se enfrenta de seguir como hasta ahora. Quizás este sea uno de los aspectos menos mencionados de los obituarios que, hoy sí, por fin, editarán todos los periódicos, centrados más en el caudillismo y la figura política de Chávez, pero su fracaso económico es una de las mayores losas que deja tras su marcha.

¿Y ahora qué? Confusión. Curiosamente Venezuela me recuerda un poco a la España de la muerte de franco, un país dividido entre los continuistas del régimen, encabezados por el procubano Maduro, los militares, liderados por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea (Congreso) una oposición desorientada y una población que ve la ausencia de liderazgo y de dinero en sus bolsillos. En un mes debiera haber elecciones presidenciales, y aunque los riesgos son muy elevados, ojalá ese país, poseedor de enormes riquezas, bellezas de todo tipo y grandes oportunidades, sea capaz de salir adelante y disfrutar de la prosperidad que su población merece.

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