Tiene su gracia el que haya sido
la revuelta municipal de un pueblo de León la que haya puesto al descubierto
todas las vergüenzas del PSOE, con mucha mayor intensidad que la lucha entre
soberanistas, federalistas, independentistas y otras corrientes acabadas en “istas”.
Lo sucedido en torno a la moción de censura del ayuntamiento de Ponferrada es
tan patético y cutre que ha retratado sin piedad alguna toda la ejecutiva del
POSE y cargos locales, desde un Rubalcaba incapaz de gestionar su partido hasta
unos concejales que sólo buscan el poder, pasando por unos cuadros medios que
aúnan incompetencia y ansia de mando en un cóctel muy peligroso.
Pero como de este asunto ya se ha
dicho mucho, y muy bien (de
hecho bastaría con el artículo de Millás de El País del domingo) quiero
centrarme, sin salir de Ponferrada, en un problema de fondo en el que poca
gente ha caído, y que Millás menciona en su artículo. Si
uno se va a la web oficial en al que se recogen los resultados de las últimas
elecciones locales de 2011, ve que en Ponferrada el PP sacó 12 concejales, el
POSE 8, y los Independientes Agrupados de Ponferrada 5. Este partido es el
que organizó en torno a sí Ismael Álvarez, antiguo concejal del PP que fue
acusado y condenado por acoso sexual sobre Nevenka Fernández. Tras su condena,
que cubrió con una sanción monetaria dado que la ley de entonces le permitía
eludir prisión, Álvarez se va del PP y crea esta agrupación en torno a su persona.
Y empeñado en recuperar el poder, logra que el pueblo de Ponferrada le crea en
su denuncia de que todo el escándalo surge por el despecho de una Nevenka
resentida y déspota, jugando al viejo y sucio truco de acusar a la víctima de
ser la culpable de su desgracia, y consigue que la víctima tenga que exiliarse
de la localidad, dejando el terreno libre para que Álvarez vuelva por sus
fueros. Al parecer su popularidad entre los vecinos de la localidad sigue siendo
grande y, en las citadas elecciones de 2011, logra un total de cinco concejales
y la nada desdeñable cifra de 5.716 votos sobre los poco más de 35.000
registrados, quedándose a menos de 3.000 sufragios de los registrados por el
PSOE. Todo un triunfo. Ismael se hace con el tercer grupo del ayuntamiento y
empieza lo que parece ser una operación de acoso y derribo a la alcaldía
popular que, sostenida por una mayoría simple, resulta ser inestable e incapaz
de controlar el municipio. De esas marrullerías diarias surgiría la moción de
censura que ha explotado este fin de semana, pero fíjense en lo trascendental.
No uno ni dos, sino más de cinco mil vecinos de Ponferrada votaron conscientes
y libremente a un acosador sexual que, lejos de arrepentirse de su comportamiento,
no dejó de cesar en su acoso hasta logra que, con sentencia favorable hacia ella,
la víctima huyera. Imagínense lo que pudo suponer para Nevenka el comprobar que
en su pueblo había muchas, muchísimas personas que defendían a su acosador, que
había pocas, poquísimas, que la defendían a ella, y que como sucedía en las
películas del oeste, la ley y la justicia no eran nada frente a los forajidos
que, organizados, asaltaban la diligencia o el “saloon”. En ese clima de odio
Ismael triunfó, Nevenka perdió y la democracia se suicidó. El resultado electoral
no pudo ser, por tanto, ni menos sorprendente ni más repulsivo, porque sabida
era la fama del personaje y la gente que arrastraba. Por tanto, todas las
excusas que ahora se ponen por parte de cualquiera de los altos o bajos cargos
del PSOE sobre lo sucedido allí son falsas, mezquinas e inútiles, pero es que
lo que ha pasado en ese pueblo es, en su conjunto, tan falso y mezquino que,
sinceramente, era de esperar que en algún momento se llegase a producir algo
así.
Dos corolarios de esta historia,
cutres y zafios. Uno es el de esa imagen del nuevo alcalde manteado por sus
seguidores, orgulloso de haber conseguido el poder (y la pasta) del ayuntamiento,
sin importarle en lo más mínimo el lodazal en el que se regodea y mueve para
logarlo, ejemplo gráfico de la total pérdida de valores de una sociedad enferma.
El otro, más global, es que si alguna vez se han preguntado cómo es posible que
en Italia voten a Berlusconi no hace falta que cojan una avión y vayan a Italia
a preguntarlo, no. Cojan un coche e interrogue a los ponferradinos porqué han
votado a un acosador.
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