Dicen algunos mal pensados que
han mandado a la cárcel a Luís Bárcenas en pleno verano para que, al no tener
que usar manta en su cama, no tire de ella, y disponga sólo de una liviana e
inofensiva sábana. Lo cierto es que el dicho de la manta se puede usar en
varios sentidos, de ahí que también se dijera que, en sus tiempos, cuando
encerraron a Luis Roldán en una cárcel abulense, el propósito era que pasase
tanto frío que no tuviera opción para deshacerse de la versión castiza del
moderno edredón nórdico. En aquel caso Roldán acabó hablando, aunque para
entonces ya estaba todo bastante claro. Parece que, en lo que nos ocupa ahora,
Bárcenas empieza a largar.
El que se ha apuntado un tanto
esta vez ha sido Pedro Jota, el director de El mundo, que ayer publicaba su
encíclica habitual y un
suplemento verano con cuatro horas de conversación con el personaje, realizadas
antes de que ingresara en prisión. En El País deben estar que trinan,
porque tras haber publicado los papeles famosos que dieron lugar a toda esta
historia El Mundo les ha adelantado (por la derecha o por la izquierda, escojan
ustedes) y vuelve a hacerse con el control informativo del caso. ¿Qué cuenta
Bárcenas? Como no me he leído el artículo poco puede reseñarles, pero por las
fuentes y comentarios que se ven por ahí parece que va admitiendo que existía
una red de financiación ilegal que afectaba a la dirigencia del PP y que ha
funcionado durante muchos años, independientemente de quiénes eran las cabezas
visibles del partido. Sueldos, comisiones, sobres, amaños varios… al parecer, y
como pasó con el caso Snowden referido a las escuchas y el espionaje, Bárcenas
puede poner negro sobre blanco lo que todos hemos sospechado a lo largo de
tantos años, y que los distintos casos de corrupción que se han ido
descubriendo dejaban muy claro, y no es otro asunto que el de la financiación
ilegal de los partidos políticos, en este caso el PP, pero hemos visto asuntos
similares en otras formaciones. El caso Filesa en el pasado del PSOE o los ERE
andaluces en su presente, el caso del Palau de la Música y Millet en CiU, y
ahora la bomba Bárcenas en el PP. Todos son tramas destinadas a desviar fondos,
de origen público o privado, a hacerlas desaparecer del fisco y emerger en la
contabilidad del partido de turno, que es incapaz de afrontar sus gastos
generales y de campaña con los ingresos legales que declara año tras año. Por
eso, cuando los dirigentes políticos del partido afectado, en este caso el PP,
salen a la palestra y se rasgan las vestiduras en nombre de su honorabilidad la
audiencia está tentada en darles un óscar por su interpretación, y desde luego
no creerse nada de lo que hayan afirmado con tanta vehemencia y arrojo. Y eso
cuando salen a hablar, porque si practican una política informativa
oscurantista y cobardica como la que se ha empeñado en llevar a cabo el PP la
sospecha se convierte en constancia. No se si lo que afirma Bárcenas es cierto
o no, deberá determinarlo un juez, y ante un juez deberá repetir sus
acusaciones y presentar las pruebas de las mismas, pero su relato, guste o no,
es coherente, da sentido y puede ser el origen de los fondos que acumulaba en
Suiza porque, como gestor mayor de la trama corrupta de financiación, es de
suponer que se llevaba las comisiones más jugosas. Y de mientras Bárcenas habla
y va soltando sus perlas por goteo, la credibilidad de PP se desangra ante el
respetable como un toro en plena faena, que ha recibido el impacto de varias
banderillas y al que el sujeto de la barbilla prominente no deja de dar estocazos.
Y ya saben cómo suelen acabar las corridas, de toros, con la muerte del animal
y la salida del torero, a veces entre palmas, otras entre grandes abucheos,
pero viendo en todo caso desfilar al animal muerto camino del desolladero
¿Qué debe o puede hacer el PP? Su
campo de juego se estrecha día a día, en gran parte por su propia ineptitud a
la hora de gestionar este asunto. El estilo Rajoy, acrecentado por los nefastos
consejos de Arriola, el eterno asesor de comunicación que basa su estrategia en
no comunicar, ha conducido a la indefensión vergonzosa de un presidente que no
es capaz de decir la palabra “Bárcenas” en público, sea por vergüenza, cobardía
o culpabilidad. Haga lo que haga el daño está hecho, y es enorme. Lo lógico sería
que saliera a la palestra, hiciera una rueda de prensa de verdad y, como colofón,
ofreciera las cabezas de media dirigencia histórica del partido como castigo
preventivo ante lo que pueda pasar en los juzgados de aquí a unos meses. ¿Lo
hará? Por supuesto que no, pero será peor para él, su gobierno, y el conjunto
del país.
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