martes, julio 30, 2013

Triste racha de accidentes


Como si no hubiera sido suficiente con la desgracia ferroviaria de Santiago de Compostela, Europa parece haberse contagiado de la mala suerte y la racha de accidentes de mayo ro menor intensidad no deja de producirse. La noche del Domingo al Lunes treinta y ocho personas murieron en un siniestro de tráfico en Italia, tras precipitarse un autobús desde un puente, al parecer por el reventón de un neumático, y ayer mismo en Suiza falleció una persona y varias decenas resultaron heridas por la colisión de, vaya, dos trenes, sin que aún se tengan claras las causas del siniestro. Semana funesta para los transportes colectivos en el continente. Que termine esta racha de una vez.

Quería hoy referirme al concepto de accidente, que tristemente está tan en boga, y a lo insoportable que supone su mera existencia en nuestro mundo, aparentemente controlado, dócil y dominado hasta el extremo por la tecnología y la profesionalidad. Cuando se produce un siniestro de este tipo la sensación individual puede ser muy diversa, pero la colectiva es de indignación e incredulidad. “No puede pasar algo así” “no es posible” y frases por el estilo se repiten una y otra vez en boca de expertos y aficionados, personas anónimas y dirigentes públicos. Y, por supuesto, estas cosas pasan, haciendo que esas frases huecas se conviertan en ridículas. Nos negamos a pensar en la mera posibilidad de que el accidente se produzca, tenga lugar, cuando es imposible, repito, imposible, evitarlo del todo, y esa negación esconde un infantilismo que esta sociedad muestra en un grado cada vez más intenso. La tecnología, los cientos, miles de personas que trabajan día a día en sectores como el transporte, el esfuerzo investigador, todo lo que se invierte… el objetivo final es que no haya accidentes, pero lo que se consigue es bajar la probabilidad de los mismos tanto que parezca que sea cero, aunque nunca se podrá alcanzar ese nivel. Es así de duro y cierto. La seguridad absoluta no existe en nada de lo que hagamos, planifiquemos o preveamos, en nada. El trabajo del día a día busca luchar por alcanzar ese umbral de seguridad, la máxima posible, pero debemos ser conscientes de que nunca evitaremos el accidente. De hecho este se produce porque uno de los flancos se ha mostrado en un momento algo más débil que el resto, y es por ahí de donde surge el riesgo que lleva al desastre. Recuerden el dicho ese de que una cadena es tan resistente como el más débil de sus eslabones. En el mundo del transporte, en especial del organizado como es el caso del tren o el avión, los protocolos, procedimientos y especialistas que trabajan en cada una de las fases que transcurren desde que partimos desde un punto hasta llegar a otro son inimaginables, nos asustaríamos de saber cuántas personas se dedican a ello día tras día. Cada vez que se produce un fallo, en un punto determinado del procedimiento, una vez investigada la causa, se procede a la revisión del mismo y a su fortalecimiento, por lo que es casi seguro que el siguiente accidente, cuando se produzca, no tendrá lugar en el mismo punto y por la misma causa que el caso anterior. De hecho es cruel decirlo, pero no es menos cierto que es con los accidentes como mejor se aprende a mejorar los protocolos de trabajo y funcionamiento de los sistemas, porque frente a simulaciones más o menos edulcoradas, el accidente supone una falla real, un fracaso del proceso, con consecuencias más o menos graves, a veces como esta vez inmensas e irreparables, pero que pueden ser la vía para encontrar graves fallas en un procedimiento que nadie previó en su momento que pudiera fallar en ese punto. Por eso es tan necesario investigar a fondo lo que ha producido el desastre, aprender lo máximo de él, y cambiar y mejorar lo que sea necesario para que no vuelva a repetirse nunca más… o casi.

Piense usted en sí mismo, en su vida diaria. Obviemos los siniestros graves. ¿Cuántas veces, en el plazo de un par de semanas, tropieza con un escalón, con una esquina de una mesa, se pega un resbalón que le hace perder momentáneamente el equilibrio, choca con algo o con alguien o se le cae algo de las manos? Eso también son accidentes, menores, nimios y muchas veces producto de sorna y carcajadas, pero piense que se han producido pese a que usted ha tratado de evitarlos. Si yo fuera un sabiondo tertuliano de televisión, de esos que ahora parecen saberlo todo sobre trenes cuando ayer no sabían lo que era un rail, pensaría un poco al respecto antes de lanzarme a juzgar tan alegremente como lo hacen.

1 comentario:

peich dijo...

Como la vida misma... el unico error es aquel del que no se aprende nada.