miércoles, julio 17, 2013

La moción de censura que no debe tener lugar


Finalmente ayer, delante de su grupo, reunidos en la antigua sede del Senado, Rubalcaba lanzó el órdago de la moción de censura condicionada, por llamarla de alguna manera, que será solicitada por el grupo socialista si Rajoy no responde públicamente ante la cámara de las acusaciones que Bárcenas suelta día sí y día también. El próximo miércoles, día 24, hay diputación permanente del Congreso. Ese día es el límite del plazo planteado por el PSOE para llevar a cabo su audaz golpe. Tal y como está planteada, una comparecencia de Rajoy en sede parlamentaria desactivaría esa estrategia. Está, por tanto, en manos del presidente, que no tenga lugar esa sesión especial. Ojalá sea así.

Mi idea de fondo es que, tal y como está planteada en nuestra constitución, la moción de censura no es útil para lograr el propósito que busca, que es la rendición de cuentas. Para ambos partidos esa sesión, de acabar produciéndose, puede ser dañina, y para los líderes, si es que aún lo son, destructiva. La moción se plantea como la presentación de un programa alternativo por parte de un líder de la oposición que cuenta con opciones serias de lograr el apoyo de la cámara. Por lo tanto, el hecho de que el PP disfrute de una holgada mayoría absoluta ya desmonta parte de esta teoría, porque esa moción no prosperará jamás. Además requiere un programa y un líder que la defienda, y en el PSOE ahora mismo no está clara ninguna de las dos cosas, empezando por el papel del propio Rubalcaba, que es cuestionado por mucho en el seno de su partido y que, pese a que puede utilizar ese debate parlamentario como una operación de fortalecimiento de su liderazgo, seguro que acaba viendo torcidas parte de sus aspiraciones en medio de la interminable batalla que se vive en el PSOE por el control del poder. Además, aunque el PSOE actúe como una gran fuerza de oposición, por parte del resto de grupos la moción se vive de una manera muy distinta. Rechazada por CiU y PNV y con una izquierda plural que no se apunta a algo que ellos no propongan, pudiera darse la paradoja de que no sólo el PP votase en contra de la misma, aunque los argumentos esgrimidos para ese NO serían muy distintos en función de las formaciones políticas que así votaran, recibiendo así el PP un apoyo indirecto, aunque no deseado por sus emisores. Por si fuera poco, la moción de censura no obliga formalmente al presidente del gobierno a responder, ya que puede delegar ese papel en cualquier otro parlamentario, por lo que pudiera ser que, diseñada para obligar a Rajoy a dar explicaciones, nos encontremos ante un tenso y agrio debate en el que Rajoy no se levante de su asiento en ningún momento ni diga una sola palabra. Si alguien piensa que esto no es posible y se echa las manos a la cabeza, comparto plenamente su estupor, pero así lo establece el reglamento de la Cámara. Y como prueba acudan ustedes al pasado, a la última moción de censura planteada en el Congreso, por parte de un nuevo líder del PP llamado Antonio Hernández Mancha que, necesitado de liderazgo y proyección pública, planteó la moción contra un Felipe Gonzalez situado en la cresta de su poder y gloria, antes de que los escándalos empezasen a derrumbarlo, y obtuvo respuesta de la bancada socialista por parte del aquel entonces vicepresidente, Alfonso Guerra. En ese debate Felipe González estuvo presente, pero no abrió la boca. ¿Pudiera pasar algo similar hoy en día? Sería un escándalo, y una muestra de desprecio al parlamento por parte de Rajoy tan obvia y descarada que no debiera quedar impune, pero no es descartable, ni mucho menos.

¿Qué es lo que debiera suceder a partir de ahora? En estos casos la pelota siempre está en el tejado de quien ostenta el poder, en este caso Rajoy. Debe dejarse de tonterías y comparecer, explicarse y dar su versión de unos hechos que, día a día, destruyen su capital político y llevan a su gobierno a embarrancar contra los arrecifes de la opinión pública. Creo que será más efectivo para que hable de una vez el que el Financial Times lo exija, como hizo ayer, que toda la presión del Congreso de los Diputados, por triste que suene. Y si comparece, Rubalcaba desactivará esa moción, que, sospecho, es lo que desea, porque él mismo se arriesga a hundirse con su ruinoso barco. En manos de Rajoy estamos. Se exige responsabilidad y compromiso con el país por su parte. Esperemos que lo tenga.

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