Tormentoso día el de ayer, y no
sólo en el norte del país fruto de los chubascos y nubes de evolución, sino
sobre todo por las revelaciones de Bárcenas y la más o menos manipulada rueda
de prensa, por llamarlo de alguna manera, que dio Rajoy en su comparecencia con
el primer ministro Polaco Donald Tusk. Para lo que dijo Rajoy quizás hubiera
sido más interesante preguntarle a Tusk por Bárcenas, a ver si él nos daba una
respuesta con mayor profundidad y contenido. En todo caso las espadas siguen en
alto y hoy
el mundo publica presuntos recibís de comisiones pagadas y cobradas en Castilla
la Mancha por la trama de Bárcenas. Otro día de bombardeo mediático contra
la Moncloa.
A medida que el escándalo sube de
tono y alcanza una gravedad mayor crece al sensación de que el suelo que
pisamos se reblandece, y de que todo podría derrumbarse. Entre la munición que
conserva Bárcenas, la increíblemente torpe gestión que está realizando el
presidente del gobierno y el PP y el desmadre que se vive en la llamada
oposición, que sólo tiene claro que se opone incluso a sí misma, la sensación
que me da es que todo es tan volátil que puede acabar por desvanecerse. Cada
vez este asunto me recuerda más a la tangentópolis italiana que se vivió en los
noventa, en la que un grupo de jueces, los que originalmente fueron denominados
“manos limpias” llevaron a cabo un proceso contra la corrupción
institucionalizada que recorría todas las esferas del poder romano, y que acabó
por descomponer las estructuras del poder que habían regido Italia desde el
final de la segunda guerra mundial. Los principales damnificados fueron la
democracia cristiana, encabezada por aquel entonces por el cuasieterno Gulio Andreotti,
que ha fallecido muy recientemente, y el partido socialista, dirigido por
Betino Craxi. Opuestos en todo, pero unidos en el cobro, podría ser el lema de
aquellos partidos, en los que las comisiones, sobornos, estafas y compadreos
con la mafia y organizaciones similares (logias masónicas, banca vaticana, etc)
eran el pan nuestro de cada día. El nombre de la trama, tangentópolis, venía a
querer decir que en todas partes había trazas de corrupción, que era general,
que no conocía límites ideológicos ni morales. A medida que la investigación
avanzaba las cabezas políticas empezaron a rodar y el escándalo no parecía
tener fin. La democracia cristiana se derrumbó por completo y todos sus líderes
desaparecieron del mapa, el partido socialista tuvo que ser refundado y su
anterior dirigente, Craxi, huyó a Túnez para escapar de la justicia italiana, y
creo recordar que falleció allí. La indignación popular fue máxima ante lo que
se iba conociendo y las masas, enfurecidas y en la búsqueda de una figura ajena
a lps partidos que les habían traicionado, acabaron votando en masa a un tal
Silvio Berlusconi, empresario hecho a sí mismo, uno de los hombres más ricos de
Italia, poseedor de un imperio mediático con tentáculos diseminados por todas partes
y dotado de una inmensa ambición y un carisma tan atrayente como bronceada era
su piel. ¿Tanta regeneración y bronca para eso? se preguntarán. Sí, sí, la
limpieza en Italia trajo como resultado un personaje aún si cabe más repulsivo
que los que fueron eliminados, y de un mundo de gobiernos inestables y débiles
se pasó a un reino de mayorías absolutas en las que el bufón Silvio hacía y
deshacía a su antojo, y así más o menos hasta hoy. ¿Ha desaparecido la corrupción
en Italia? No, en eso seguro que estamos de acuerdo. ¿Supuso el reinado de
Silvio un paso en pos de la transparencia y la limpieza? Tampoco, si
exceptuamos el lavado de las partes bajas del sujeto, que de tanto usarlas
deben estar impolutas.
La lección italiana es, para mi,
que resulta muy fácil definir qué es lo que se rechaza en un sistema político
(Corrupción, mentira, engaño, opacidad, etc) pero que es muy difícil lograr que
un cambio elimine esos comportamientos si no se lleva a cabo con inteligencia,
serenidad y amplitud de miras. Hoy en día en España no hay nada de eso, el país
está sumido en la depresión económica y social, y clama en contra de la corrupción
sin que nadie enarbole bandera regenerativa alguna. Cuando haya nuevas
elecciones, probablemente dentro de dos años, no las habrá antes, el resultado
será un parlamento ingobernable y muy al estilo italiano de los ochenta. Y
entonces, ¿cómo arreglaremos todo esto? Demasiadas preguntas sin respuesta
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