martes, julio 16, 2013

¿España se italianiza?


Tormentoso día el de ayer, y no sólo en el norte del país fruto de los chubascos y nubes de evolución, sino sobre todo por las revelaciones de Bárcenas y la más o menos manipulada rueda de prensa, por llamarlo de alguna manera, que dio Rajoy en su comparecencia con el primer ministro Polaco Donald Tusk. Para lo que dijo Rajoy quizás hubiera sido más interesante preguntarle a Tusk por Bárcenas, a ver si él nos daba una respuesta con mayor profundidad y contenido. En todo caso las espadas siguen en alto y hoy el mundo publica presuntos recibís de comisiones pagadas y cobradas en Castilla la Mancha por la trama de Bárcenas. Otro día de bombardeo mediático contra la Moncloa.

A medida que el escándalo sube de tono y alcanza una gravedad mayor crece al sensación de que el suelo que pisamos se reblandece, y de que todo podría derrumbarse. Entre la munición que conserva Bárcenas, la increíblemente torpe gestión que está realizando el presidente del gobierno y el PP y el desmadre que se vive en la llamada oposición, que sólo tiene claro que se opone incluso a sí misma, la sensación que me da es que todo es tan volátil que puede acabar por desvanecerse. Cada vez este asunto me recuerda más a la tangentópolis italiana que se vivió en los noventa, en la que un grupo de jueces, los que originalmente fueron denominados “manos limpias” llevaron a cabo un proceso contra la corrupción institucionalizada que recorría todas las esferas del poder romano, y que acabó por descomponer las estructuras del poder que habían regido Italia desde el final de la segunda guerra mundial. Los principales damnificados fueron la democracia cristiana, encabezada por aquel entonces por el cuasieterno Gulio Andreotti, que ha fallecido muy recientemente, y el partido socialista, dirigido por Betino Craxi. Opuestos en todo, pero unidos en el cobro, podría ser el lema de aquellos partidos, en los que las comisiones, sobornos, estafas y compadreos con la mafia y organizaciones similares (logias masónicas, banca vaticana, etc) eran el pan nuestro de cada día. El nombre de la trama, tangentópolis, venía a querer decir que en todas partes había trazas de corrupción, que era general, que no conocía límites ideológicos ni morales. A medida que la investigación avanzaba las cabezas políticas empezaron a rodar y el escándalo no parecía tener fin. La democracia cristiana se derrumbó por completo y todos sus líderes desaparecieron del mapa, el partido socialista tuvo que ser refundado y su anterior dirigente, Craxi, huyó a Túnez para escapar de la justicia italiana, y creo recordar que falleció allí. La indignación popular fue máxima ante lo que se iba conociendo y las masas, enfurecidas y en la búsqueda de una figura ajena a lps partidos que les habían traicionado, acabaron votando en masa a un tal Silvio Berlusconi, empresario hecho a sí mismo, uno de los hombres más ricos de Italia, poseedor de un imperio mediático con tentáculos diseminados por todas partes y dotado de una inmensa ambición y un carisma tan atrayente como bronceada era su piel. ¿Tanta regeneración y bronca para eso? se preguntarán. Sí, sí, la limpieza en Italia trajo como resultado un personaje aún si cabe más repulsivo que los que fueron eliminados, y de un mundo de gobiernos inestables y débiles se pasó a un reino de mayorías absolutas en las que el bufón Silvio hacía y deshacía a su antojo, y así más o menos hasta hoy. ¿Ha desaparecido la corrupción en Italia? No, en eso seguro que estamos de acuerdo. ¿Supuso el reinado de Silvio un paso en pos de la transparencia y la limpieza? Tampoco, si exceptuamos el lavado de las partes bajas del sujeto, que de tanto usarlas deben estar impolutas.

La lección italiana es, para mi, que resulta muy fácil definir qué es lo que se rechaza en un sistema político (Corrupción, mentira, engaño, opacidad, etc) pero que es muy difícil lograr que un cambio elimine esos comportamientos si no se lleva a cabo con inteligencia, serenidad y amplitud de miras. Hoy en día en España no hay nada de eso, el país está sumido en la depresión económica y social, y clama en contra de la corrupción sin que nadie enarbole bandera regenerativa alguna. Cuando haya nuevas elecciones, probablemente dentro de dos años, no las habrá antes, el resultado será un parlamento ingobernable y muy al estilo italiano de los ochenta. Y entonces, ¿cómo arreglaremos todo esto? Demasiadas preguntas sin respuesta

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