La falta de reacción y el
descrédito en el que se ha sumido el gobierno de Rajoy ante las revelaciones de
Bárcenas, publicadas por el mundo, lo han situado contra las cuerdas, en una
posición de Jaque, como relata hoy mismo el citado medio. Esto se debe
tanto a la importancia de la información difundida como a la propia ausencia de
respuesta por parte del gobierno, que o bien sigue una táctica suicida de negar
la realidad o, aún peor, nunca sospechó que la situación llegaría hasta este
punto. Simplemente descartó este escenario y no se preparó ante él, y ahora
trata de elaborar una estrategia apresurada para limitar daños, en lo que no es
sino la asunción de un grave error estratégico.
Y todo viene del mal uso que le
damos a esa fatídica pregunta que comienza por ¿Y si…? Que nos martiriza por
una u otra causa, en lo personal y en lo profesional, y que muchas veces es la
principal de las fuentes de angustia y amargura que amenazan con superarnos.
Cometemos dos graves errores con esa pregunta. Uno es el de planteárnosla ante
hechos pasados, intentando reconstruir un mundo pretérito que sucedió, y que ya
no podemos alterar. ¿Cuántas veces, ante desgracias o sucesos negativos, nos
hemos torturado con los “y si” relacionados con los actos que nos condujeron a
ese punto del tiempo? Si no hubiera salido de casa no me habría pillado la
tormenta, si no le hubiera dicho eso no habría hecho aquello, y así hasta el
infinito. Es una actitud humana, natural, pero que conduce a un callejón sin
salida, porque lo hecho hecho está y ya no se puede remediar. Lo único que
podemos (y debemos) sacar de esas reflexiones es un aprendizaje para no cometer
errores pasados, para evitar que, en la medida de lo posible y dentro de
nuestro ámbito de influencia, no la volvamos a fastidiar, por así decirlo. Los
”y si” hay que planteárselos hacia el futuro, que es un mundo aún por construir
y en el que nuestras acciones condicionarán, más o menos, pero lo harán, el
resultado final. Aquí el error que cometemos es el de restringir mucho los
supuestos para los que nos planteamos esa hipótesis, confiados plenamente en
nuestro éxito o suerte, y pensando que las cosas malas sólo les pasan a los demás.
Esto es muy frecuente a la hora de, por ejemplo, conducir. Yo controlo y el
resto del mundo va como un loco es un pensamiento que nos asalta
recurrentemente, y que demuestra que se puede vivir en un mundo de locos. Así,
beber antes de conducir no es problema “porque yo controlo y se hasta dónde
puedo beber”. Luego pasa lo que pasa y nos conformamos con lamentar el destrozo
de nuestro coche, fruto del accidente que no podía suceder. En general debemos
adoptar un cierto criterio de prudencia y precaución, ser conscientes de que no
controlamos todos los factores que condicionan el resultado de nuestras
acciones, y actuar en consecuencia. Los anglosajones denominan con el concepto “worst
case scenario” el suponer que lo peor que podamos imaginar pueda llegar a pasar
y, ante eso, preguntarse cual sería nuestra respuesta. Por ejemplo, a la hora
de comprarse un piso, calculamos los costes de la hipoteca, los muebles, las
cuotas mensuales y demás facturas. Y nos ponemos en el peor escenario posible,
que me despidan y mi fuente de ingresos se seque, por un periodo breve o por un
tiempo indefinido. ¿De cuántos recursos dispondría y hasta cuánto tiempo podría
emplearlos en esa situación? ¿en ese “worst case”? Eso me dará una primera
respuesta de cual es el tamaño de la hipoteca que puedo pedir y afrontar y, a partir
de ahí, se puede aumentar el volumen e gasto y , tachán tachán, el tamaño y
condiciones de la vivienda. Y con todas las hipótesis planteadas sobre la mesa,
uno decide, y tiene hechos los números para cada caso y disminuyen las
sorpresas, que cuando son malas limitan mucho la capacidad de respuestas del
individuo, aumentando notablemente las probabilidades de cometer errores o
imprudencias.
Todo esto es fácil de decir pero
difícil de hacer, y yo mismo trato de llevarlo a la práctica y no dejo de ser
asaetado por “y sis” pasados sin solución y dilemas futuros sin resolver. En el
caso de Rajoy y su equipo seguro que están todo el día preguntándose qué hubiera
pasado si a Bárcenas le habrían despedido hace quince años, pero lo que es un
garrafal error presente es no haber estudiado el escenario en el que el preso de
Soto del Real tirase de la manta (cuántos habrán repetido en presencia de Rajoy
“eso nunca sucederá”) y el no contemplar ese escenario lleva a la parálisis
actual. Aprendamos del gobierno, de sus aciertos y, sobre todo, de sus garrafales
errores, y tratemos de evitarlos en nuestro día a día. No acertaremos siempre,
pero al menos reduciremos el número y dimensión de los problemas, que no es
poco.
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