lunes, julio 15, 2013

Bárcenas y sus mensajes


Dicen los críticos de cine, y no les falta razón, que es la calidad y el nivel del malo lo que determina, en gran parte, el valor de la película de que se trate. Malos cutres, risibles, que no son tomados en serio, maniqueos hasta el extremo, producen historias fáciles de olvidar y que no dejan huella. Malos inmensos, dotados de alma compleja, vengativos, fríos y que llenan la pantalla son los que no olvidamos nunca. El Padrino, Darth Vader, Joker… muchas películas son sus malos, no los héroes con los que nos debiéramos identificar que, casi inevitablemente, acaban siendo olvidados por el público, enamorado hasta las trancas de “el malo”.

En la historia de Bárcenas y el PP, que cada día se supera en espectacularidad y dramatismo (el episodio de los mensajes de ayer es delirante) está claro quién es el malo, pero no se ven los buenos por ningún lado. El señor Bárcena es una joya que para sí lo quisieran los guionistas de series americanas. Dotado de porte y aspecto señorial, impone respeto con su figura, pelo canoso engominado y abrigos mafiosos diseñados para ocultar cosas, sean de valor o no. A su lado el resto de malos que hemos tenido en la reciente historia española son patéticos. Roldán, Amedo, De la Rosa… eran personajes débiles, ruines, casposos, incapaces de generar morbo entre la audiencia, caracterizados por su afán vengativo pero con unas piernas muy flojas y un afán desmedido por llevárselo crudo y salir indemnes, lo que era propicio para hacerles firmar pactos de silencio, reclusión y ostracismo. El único malo que tuvo enjundia en el pasado fue Mario Conde, que tenía pose, planta y cariño popular. Visto en perspectiva era el Joker de las películas, solo que mucho más guapo, con los potingues en el pelo y no en la cara, y con una corte de adoradores y pelotas que daban la vuelta a la esquina y llegaba hasta las puertas de la misma mansión del murciélago enmascarado. Al igual que Bárcenas, Conde ya vio  en sus tiempos que el poder y el dinero son importantes, pero más lo es la información, y a medida que iniciaba el ascenso social y mediático se iba guardando pedazos de información, escritos, conversaciones y demás pruebas para que, en caso de caída o desastre, le sirvieran para realizar el oportuno chantaje a quien tocase con tal de salir indemne de la situación. Un malo retorcido, previsor, con visión de futuro. Eso es ser profesional. El error que cometió Conde, que es muy típico en este mundo de los malvados, es pasarse de listo, sobrevalorar sus fuerzas y creer que la invulnerabilidad lo protegía de todo. Llevar a la quiebra a Banesto puede que no fuese el acto más delictivo que cometiera esos años, pero tuvo la entidad suficiente como para concitar el ataque de todas las fuerzas que se conjuraron contra él. En directo vimos como su estrella caía y, en ese momento, su actuación como malo fue prodigiosa, llena de matices y registros, merecedora de varios Óscar. Su caída fue en sí misma un espectáculo prodigioso, digno de la mejor novela de mafiosos, y marcó un antes y un después que nadie, hasta que ha llegado Bárcenas, ha osado emular. Pero Luis es mucho Luis. No es un outsider, un llegado de fuera al mundo del poder, un arribista sin escrúpulos. No, Luis es un profesional de la política, un hombre que lleva décadas metido en el mundo del poder, de los partidos, en este caso el PP, y el contubernio con el dinero y las influencias. Y desde luego, carece del más mínimo escrúpulo a la hora de conseguir sus objetivos. A lo largo de los años se ha forrado desde su puesto de tesorero en Génova y, como Conde, supo que la información, el saber, el acumular datos y referencias sería lo que le podría hace invulnerable. Y eso es lo que pretende demostrar.

¿Lo conseguirá? ¿Será Bárcenas el malo perfecto, que da el golpe que deja al público anonadado en su butaca y le impide respirar? No lo se, pero en este caso Luis está demostrando ser más listo que todos los que le precedieron, quizás porque ha aprendido de sus errores. Soltando bombas de racimo a diario desde la prensa amiga (o enemiga) está destrozando el partido en el que sirvió años, y del que se sirvió millones, y tiene a tiro la cabeza del mismo, que ahora ocupa, no se sabe si por días u horas, la presidencia del gobierno. El público asiste extasiado ante semejante trama y en la academia de Hollywood y en la HBO se estudia ya conceder algún premio a ese Luis que ha revitalizado a la figura del malo al olimpo de los dioses de la pantalla, al imaginario inmortal de los grandes personajes.

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