Hoy he pasado por el quiosco más
cercano al trabajo y, hace un par de minutos, he comprado un ejemplar del periódico
El Mundo, que normalmente no compro nunca dado que su director me cae mal. Sin
embargo ese
titular en letras grandotas acusando a Rajoy de haber cobrado sobresueldos en su
época de ministro de Aznar y la foto de una hoja de cuaderno arrancada en
la que presuntamente Bárcenas lo anotó todo merecen la pena el rodea del viaje
diario, el desembolso económico del ejemplar y la bilis tragada sabiendo que
daré algunos céntimos al ínclito Pedro Jota. Cuando alguien logra un exclusiva
fenomenal hay que reconocérselo.
Más allá del hecho de que sea
verdad o no lo que afirma El Mundo, es indudable que la sombra de la sospecha
se cierne cada vez más sobre Rajoy y su gabinete, debilitado a medida que pasan
los días, enredado en acusaciones de corrupción de mayo o menor calibre y que,
sorpresa, parece no querer desmentir ni combatir, acudiendo al típico estilo de
gestión de Mariano, consistente en dejar que los problemas se pudran y, una vez
deshecho, que se esfumen con el viento. Esa táctica, hasta ahora, le ha dado
buenos resultados, y la prueba fehaciente es que está sentado en un sillón en
la Moncloa y no, por ejemplo, en la silla de mi abarrotado e insignificante
puesto de trabajo. El tiempo y la incompetencia de los que han sido sus rivales
han jugado a su favor, y con una visión de largo plazo Rajoy ha ido logrando
alcanzar sus objetivos políticos, labrándose una carrera gris pero siempre en
ascenso, en la que ha sido minusvalorado por sus adversarios y eso le ha dado
la mayor de las ventajas. Sin embargo, una vez que uno alcanza un cargo como el
de Presidente del Gobierno, esas tácticas cortoplacistas se muestran inútiles para
poder gestionar los problemas reales del país, porque uno es el foco de atención
de todo lo que suceda, para lo bueno, que no abunda, y para lo malo, que no
falta. Y si eso es así en coyunturas normales, en situaciones de depresión económica
y social como las que vive España en estos momentos el recurso al ninguneo y el
no darse por enterado son aún peor estrategia. Además Rajoy debiera ser
consciente de que esta vez su enemigo es un periódico que ya fue tachado de
demagogo por un tal González, que calumnió a sus portadas y directivos con
todos los adjetivos imaginables, pero que finalmente vio cómo su cabeza política
era pescada y envuelta en papeles de ese periódico. Por ello Rajoy debiera
meditar muy bien qué es lo que va a hacer en las próximas horas y días. La
bomba Bárcenas se ha descontrolado para el PP, entre otras cuestiones por
haberla dejado pudrirse en la confianza de que nada saldría a la luz, y el
gobierno ha perdido por completo la iniciativa de la partida. Ahora mismo Pedro
Jota y Bárcenas juegan con blancas y atacan, y Rajoy parece estar acorralado
con sus negras en una esquina del tablero, sin decir anda, como siempre, y
estando a punto de perder la dama y múltiples peones. Pero la partida será
larga. El hecho de que hayamos dado por acabado a Rajoy en tantas ocasiones y
siga ahí es una muestra de que sabe jugar largo, y de que tiene experiencia a
la hora de aguantar chaparrones y
contratiempos. Sin embargo esta vez la cosa va mucho más en serio. Tarde o
temprano estas acusaciones no sólo se van a dirimir en el sucio campo de juego
político nacional, sino en los mercados. La prima de riesgo empezará cotizar en
un momento dado la posible inestabilidad de un gobierno que pierde fuelle y
poder a manos llenas, y el deterioro político se puede traducir en, aún más,
destrozo económico. Súmenle a ello un verano financiero que no pinta nada
apacible y verán que el panorama es muy delicado para Rajoy, su gobierno y, por
extensión, toda España.
¿Qué debiera hacer Rajoy? Mi consejo sería que
actúe como nunca lo ha hecho antes, con liderazgo y a cara descubierta. Debiera
organizar una rueda de prensa abierta en al que expusiera un comunicado
explicando todo lo que haya que explicar y, después, someterse a muchas, muchísimas
preguntas, hasta agotar a los periodistas, y entregar en bandeja la cabeza de
varias figuras de la antigua guardia del PP que, casi con total seguridad,
acabarán desfilando ante el juez Pablo Ruz. Que aprenda de Feijó, que cuando
salió el asunto del narco y las fotos, tema muy menor como se ha visto pasado
el tiempo, no se escondió y salió a la palestra a defenderse a él y a la
institución que encarna. Esconderse, que será el consejo que reciba de su
entorno, es lo peor que puede hacer Rajoy
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