La
imagen es realmente espectacular, y dice mucho de nosotros. En un primer
plano se observa un cuerpo rocoso esférico, lleno de cráteres, surcos y
cicatrices, con un aspecto ligeramente familiar peor un rostro, por así
llamarlo, que no se nos hace conocido. El cuerpo que se sitúa al fondo, a la
izquierda, sí que nos suena. Una pequeña canica azul y blanca, parcialmente
oculta, que aún a esa distancia reconocemos perfectamente como nuestro hogar,
La Tierra, el planeta en el que vivimos y así hemos bautizado. Ahora encajamos
todas las piezas y comprendemos que ese cuerpo inicial tan familiar no es otro
que nuestra Luna.
La
toma está realizada por una cápsula china de nombre complicado, la Chang’e 5-T1,
que este pasado 31 de octubre volvió a la Tierra tras darse un paseo por ahí
arriba, y es una nueva muestra de las ambiciones cada vez mayores que muestra
el programa espacial chino. En principio la idea del gobierno de Beijing es la
de llevar a cabo una misión a corto plazo que, depositando una sonda en la
superficie lunar, recoja muestras de la misma y sea capaz de despegar y
reentrar en la órbita terrestre, para traerlas a casa. Sería una evolución de
la misión desarrollada por esta sonda, pero lo que la 5-T1 ha demostrado es que
China ya es capaz de poner objetos en la órbita lunar y que vuelvan. Esa foto
tomada desde la cara oculta de la Luna así lo atestigua. Y a poco que uno le
eche imaginación podrá pensar en cuándo va a tener lugar la misión tripulada
china que ponga los pies sobre el satélite, tomando el relevo de los
norteamericanos y sus misiones de 1969 – 1972. Es difícil dar fechas, pero
algunos rumores apuntan que no van a pasar más de cuatro o cinco años para que
tenga lugar ese proyecto, si todo va bien, no se producen accidentes técnico,
ni políticos ni económicos. En todo caso la misión 5-T1 ha dejado asombrado a
medio mundo porque ha revelado hasta qué punto China es, actualmente, no sólo
una potencia espacial, sino la que con más empeño y esfuerzo está desarrollando
una estrategia, carrera podríamos llamarla, para liderar ese campo. Con la
tecnología rusa de disparo tan eficiente como siempre pero sin desarrollo
alguno, carente de lanzadores pesados, con los americanos sumidos en el
desconcierto tras el primer accidente privado y con el proyecto oficial del STS
en un estado embrionario, China es actualmente la única nación que se puede
plantear el reto de la vuelta a la Luna. Para poder llegar hasta allí no sólo
hacen falte cohetes enormes, que también, sino recuperar la tecnología y técnica
de acoplamientos en órbita terrestre y lunar que ya fue ensayada en los
sesenta, concretamente en las misiones Apollo I a X, que sirvieron de
entrenamiento y ensayo para un viaje que es mucho más complejo de lo que aún
pueda parecer. Y la 5-T1 ha logrado, de manera automatizada, el primero de esos
retos, que es despegar desde la Tierra, salir de su gravedad local y poner
rumbo al satélite, llegar a la Luna, orbitarla, escapar de su atracción y
retornar a casa sin desperfectos. Asombroso. Alcanzar este éxito tan inmenso
requiere mucha tecnología, precisión y trabajo, y es una muestra de que, en
ciertos campos, China se empieza a equiparar tecnológicamente a occidente,
recortando la ventaja que teníamos en ese campo, uno de los pocos en los que aún
despuntamos. Este viaje no deja de ser, por lo tanto, otro golpe sobre la mesa
de la potencia china, que cada vez reclama más papel en un mundo nuevo, donde
los tradicionales dominadores, nosotros, entramos no se si en una fase de
declive, pero desde luego sí en una de compartir el poder con nuevos actores,
Beijing el primero, que pesan y pisan fuerte.
La foto, además de toda la tecnología y geopolítica
que encierra, es fascinantemente bella, y vuelve a poner sobre el tapete el
pequeño mundo en el que habitamos, padecemos, reímos y sufrimos. Una de las transformaciones
más profundas que significaron los viajes lunares del Apollo fue la posibilidad
de poder contemplar la Tierra en su totalidad, en su inmensa pequeñez, dando
lugar a esa expresión del maestro Carl Sagan, que la definió como “un pequeño
punto azul y pálido” en medio de la infinitud del cosmos. La imagen de la sonda
china vuelve a recordarnos lo importantes y, a la vez, insignificantes que somos,
nosotros y nuestros problemas, y da para muchas reflexiones, pensamientos y
noches de filosofía, a la luz de las estrellas.
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