martes, noviembre 11, 2014

Votos en Cataluña, un problema en España


La imagen de Oriol Junqueras posando delante de la cámara, serio pero satisfecho, recontando votos, resume bastante bien a mi entender el sentido de lo que pasó el Domingo 9 en Cataluña, hasta qué punto la votación que se llevó a cabo tenía, o más bien carecía, de rigor, y las fuerzas que se movilizaron para propiciarla. En un ambiente sereno, sin apenas incidentes y con imágenes de colas abundantes, el día transcurrió sin algaradas ni escenas violentas, que es lo mejor que se puede decir en estos casos. El resto de las conclusiones son, como poco, preocupantes e invitan a una profunda reflexión en todas partes.

Lo cierto es que cerca de dos millones de personas acudieron a esta consulta no legal, sin control alguno de edades, censos ni demás, por lo que habrá votos repetidos e inválidos que ninguna junta electoral de tipo alguno va a censurar, pero la movilización fue amplia, y se dio. Si nos agarramos a las cifras de participación y las usamos en ambos lados, un tercio de los catalanes acudieron a votar y de ellos una inmensa mayoría se declaró independentista. Lo trascendente de esto, creo yo, no es el número, que representa una minoría sobre el conjunto del censo catalán, sino que realmente existe un sentimiento independentista anidado en una porción pequeña, pero muy importante, de la sociedad catalán. Y eso es un hecho objetivo que hace que haya que tratarlo de alguna manera. El nacionalismo, esa ideología perversa que ha sometido a la guerra y ruina España y el conjunto de Europa durante gran parte del siglo XX, vuelve con fuerza en el XXI, y como sentimiento que es apenas apela a razones prácticas de tipo económico, todas ellas claramente decantadas hacia los procesos de unidad. El rancio nacionalismo español que dominó la vida de este país durante cuatro décadas no sirvió de vacuna para aprender la maldad que supone envolverse en banderas ya tizar a otros con ellas, sino más bien de acicate para extender ese virus por otras partes. Hoy en día Cataluña, y otras regiones europeas, muestran un resurgir nacionalista que clama por salirse de los estados en los que se encuentran enclavados desde hace siglos, muchos en algunos casos. ¿Cómo lidiar con este problema? ¿Cómo lograr una convivencia tranquila y el bienestar común? No lo tengo nada claro. Cuestiones identitarias de este tipo provocan fracturas sociales, de mayor o menor grado, pero que pueden acabar desgarrando el tejido de una sociedad, y esas grietas, esas heridas, puedan curarse o no, dejan cicatrices que están ahí mucho tiempo. Es evidente que ha llegado el momento de que Rajoy y Mas, por poner dos nombres, se reúnan y empiecen a hablar en serio, y se proceda de una manera ordenada a la reorganización de una España que posee demasiada descentralización en unos casos en los que no hace falta. La idea del café para todos que se estipuló en los setenta y ochenta como vía de acceso al autonomismo se ha demostrado fallida en varios aspectos, pero es muy complejo y polémico determinar en dónde se pueden hacer reformar, qué es lo que hay que tocar, y las implicaciones sobre la desigualdad de los españoles, que ya existe en demasía, y que toda modificación que se haga irá en el sentido de ampliarla, no reducirla. Hace falta tranquilidad, altura de miras, sosiego y ganas. Creo que no se dan ninguno de estos factores, por lo que el resultado lo veo muy incierto, pero frente a la táctica de esconderse ante los problemas, típica de Rajoy, este es de los que empiezan a reclamar una solución ya. Seguir perdiendo tiempo y esfuerzos sólo agravará la situación.

Se ha utilizado mucho la metáfora del muro de Berlín en este puente referida a cómo unos crean barreras y otros las derriban. Comparto esa idea, pero no sólo a nivel España, sino en el conjunto de Europa. Lo que nos enseña el siglo XX es que uniendo naciones y gobiernos Europa puede ser un lugar de encuentro, prosperidad y paz, mientras que las divisiones han acarreado las más terribles guerras imaginadas. La UE se crea, en el fondo, para evitar una nueva guerra entre europeos. Ahora mismo Ucrania, hace veinte años Yugoslavia, el terrorismo de ETA…. muchas son las nos muestras de que entre nosotros sigue larvado el espíritu guerrero en torno a una bandera y tierra. Hablemos, escuchemos, unámonos y desterremos esos muros que sólo sirven para aprisionarnos cada vez más. Está en nuestras manos.

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