lunes, noviembre 03, 2014

Podemos empieza a poder


Hoy se publica la encuesta de intención de voto del CIS, la oficial por así llamarla. Desde hace muchos días se viene insistiendo que otorgará unos resultados sorprendentes, con un PP y PSOE a la baja y un Podemos elevado a los altares, quizás en primera posición por intención directa de voto. El momento del sondeo tuvo lugar cuando estaba en plena efervescencia el caso de las tarjetas opacas de Bankia, y señalaron muchos analistas que el CIS ofrecía una magnífica oportunidad para volcar la frustración y el cabreo del electorado. A falta de lo que haya hecho la “cocina” los resultados prometen ser muy interesantes.

Como para romperle la exclusiva, publicaba ayer El País una encuesta propia, de Metroscopia, que también coloca a Podemos a la cabeza de unas teóricas generales. Con un 27,7% de los voto supera por poco a un PSOE que, con un 26,2%, no logra remontar desde sus mínimos y a un PP que marca un 20,7%, mínimo absoluto desde que llegó al gobierno, con más del doble de los votos, y que dibuja una trayectoria de descenso abrupto y aparentemente sin fin. Ya saben que hay que tener mucho cuidado con las encuestas, que no son sino la foto de un instante, y que a la hora de votar de verdad la gente se lo piensa dos veces y no hace exactamente lo que ha dicho que va a hacer, y luego viene ese obtuso proceso de transformar votos en escaños, que puede ofrecer sorpresas de todo tipo, pero es evidente que el cabreo nacional ha encontrado en Podemos la tabla en la que agarrarse y, de paso, bien sujeta, el instrumento contundente con el que golpear a las cabezas de los partidos tradicionales, encarnados en el binomio PP PSOE, que ven como su credibilidad cae día tras días a medida que conocemos la podredumbre de un pasado que ahora se nos revela en toda su corrupta crudeza. Hastiados, hartos, cansados de los reproches mutuos, de ese “y tú más” que no sirve para nada, millones de ciudadanos contemplan a Pablo Iglesias y a su tropa como una corriente de aire fresco, algo nuevo, algo diferente., algo aún inmaculado, no corrupto (porque nada ha gobernado) y se lanzan en sus brazos desesperados, reitero que más por rechazo a lo conocido que por creencia en lo nuevo prometido. Podemos se erige así, de momento, como el ganador absoluto de la presente carrera electoral, una formación surgida hace pocas semanas, creada a base de tertulias televisivas y de un intenso proceso de márketing viral a través de internet, mostrando una enorme destreza a la hora de manejar las modernas formas de comunicación, con un mensaje ambiguo, marcadamente populista, de una extrema izquierda caduca que suena a caricatura de sí misma, con una imagen bolivariana como referente social y económico, que promete castigar a los culpables de la crisis, acabar con las prebendas de la banca y la política, y que espera otorgar a la población pensiones a los 60 años, subsidios de desempleo indefinidos y una serie de fantásticas prestaciones sociales, imposibles de cumplir, pero que suenan a cielo prometido a gran parte de un país empobrecido por la crisis, angustiado por la falta de recursos, agobiado por llegar a un fin de mes que parece que se alarga a cada día que pasa, y que no deja de ver cómo a su alrededor quienes debían gestionar la cosa pública no han hecho otra cosa que robar. En este caldo social es imposible que Podemos no pesque un numero inmenso de votos, y por tanto el resultado de los sondeos, aun siendo espectacular, no debiera sorprendernos.

Lo realmente sorprendente es la ceguera de los dirigentes políticos clásicos, por así llamarlos, que son en gran parte responsables, por sus acciones y omisiones, de esta situación. La demanda de cambio, de regeneración, de ejemplaridad, que surge de una sociedad hastiada (y por cierto, muy comprensiva con la corrupción aunque lo niegue) ha sido escuchada por todos los dirigentes. Y es tremendo que sólo el Rey, el único que precisamente no se presenta a unas elecciones, haya convertido a la ética y la regeneración en parte constante de su discurso, lo que hace que, junto a la Reina y Pablo Iglesias sean los únicos tres que aprueben en valoración pública (curioso trío, la verdad). El resto suspenden, y si quieren aprobar y salvarse deben cambiar mucho, y muy rápido. El tiempo se les acaba.

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