viernes, octubre 31, 2014

Despegue abortado de AENA


Se ve que esta es la semana de los despegues catastróficos. Tras el desastre del cohete Antares del pasado martes 28, ayer se frustró otro lanzamiento, en este caso virtual, al paralizarse el proceso de la OPV de AENA, su salida a Bolsa. En este caso, como en el del cohete norteamericano, no hay heridos ni fallecidos, pero también como en ese sucesos, los daños materiales son inmensos, la reputación destrozada grande, y será bastante el tiempo necesario para que se disipe el humo y olor a chamusquina provocado por ese petardazo, término más adecuado para definir lo de AENA que lo del Antares.

Desde hace días se comentaba la lucha que existía dentro del gobierno al respecto de AENA, entre los ministros económicos y un Fomento deseoso de sacar ingresos extra. No sólo había bronca dentro del gobierno, sino en el partido, dada la presencia territorial de AENA y la más que probable renuncia a la gestión de algunos de los ruinosos aeropuertos creados para satisfacer a caciques locales que ahora languidecen en medio de las sombras con apenas pasajeros en sus terminales (de los que se han hecho y no funcionan mejor no hablar). Al final ha sido una excusa administrativa encontrada por el Ministerio de Economía la que ha hecho descarrilar la operación y obliga a meterla en un cajón, según algunas fuentes hasta la primavera del año que viene, según otras hasta nunca. Lo más seguro es que será el calendario electoral el que decida si finalmente la operación se lleva a cabo y si, como todo parece indicar, el PP sufre un drama en las municipales y autonómicas de Mayo, la operación puede quedarse para siempre encerrada y sin sentido alguno. Más allá de las causas de fondo que han originado este fracaso, que lo es, y de los gordos, la gran pregunta que me surge es cómo un gobierno se puede embarcar en esta aventura sin tener acuerdo en el seno de sí mismo sobre cómo llevarlo a cabo, y proceder a contactar con un montón de inversores, organismos, entidades financieras y demás agentes, que trabajan seriamente con otro montón de clientes, y que ven como el gobierno de España resulta ser uno de los más incompetentes de los que poseen. Las divisiones internas sobre cuánto y cuándo debía salir AENA a bolsa eran conocidas desde hace tiempo, y sobre cómo establecer una valoración de la misma, un plan de negocio viable y el diseño de un núcleo duro de accionistas. Todas estas cuestiones deben de estar muy pensadas antes de lanzarse a una piscina que, pudiendo ser placentera en aguas tibias, puede convertirse en dolorosa y mortal si no se está preparado para soportar el agua helada. Sospecho que ayer por la tarde el cabreo entre todas las entidades que se encontraban inmersas en este proceso sería monumental, tanto por la sensación de estafa que supone dar al traste de esta manera con un proyecto tan importante como por la poca seriedad con la que se han desarrollado los acontecimientos. Mucho se nos lleva la boca con el concepto de la Marca España, que sí es importante, pero cosas como esta son capaces de destrozar cualquier marca, insignia o prestigio que se pudiera tener. El ridículo alcanzado en este asunto es mayúsculo, y tras él, sospecho, asistiremos al ya clásico proceso de desvinculación de la idea. Ahora nadie estaría realmente pensando en hacer una OPV, todo sería una “toma de posición”, no habrá responsables por este fracaso, como no los hay por ningún otro, y nadie se irá a su casa para pagar los platos rotos.

Desde el Lunes de la operación púnica hasta el Jueves del AENA_NO España ha dado muestras a todo el mundo de ser un país poco fiable, gobernado por una estructura de poder que apenas es capaz de guarecerse a sí misma de las inclemencias y que muestra una cobardía, incapacidad y desidia digna de estudio. Poco a poco el gobierno de Rajoy empieza a parecerse demasiado al de ZP, que llegó a unos límites tan bajos que parecían imposibles de replicar, lo que me hace pensar que, dado que los gobiernos en el fondo reflejan la sociedad que rigen, los españoles nos lo tenemos que hacer mirar muy muy en lo profundo. Quizás una cita catártica en el Aeropuerto de Castellón fuera lo más recomendable para discernir qué diablos debemos hacer para salir de este agujero intelectual y moral en el que vivimos.

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