La explosiva sucesión de noticias
geopolíticas que ha caracterizado a este verano de 2014 ha logrado un hecho
inaudito, y es que por primera vez desde hace años la economía abandone los
titulares de apertura de prensa, radio y televisión. El Estado Islámico,
Ucrania o el Ébola han copado portadas y dejado las cifras a un segundo lado.
Esto ha otorgado a muchos la sensación de que el problema de las economías
occidentales está resuelto, cuando no es así, ni mucho menos. En todo caso la
inquietud ha disminuido pero, como si fuera una reacción envidiosa de las
cifras al sentirse ninguneadas, se han vuelto a revolver y, tímidamente
todavía, comienzan a reclamar un espacio en portada, aupadas en lo que puede
ser la tercera recesión europea.
El verano ha sido, probablemente,
el punto de inflexión. La publicación por la UE de las tasas de crecimiento del
segundo trimestre de 2014 mostró una Europa convaleciente, en la que España era
de los países que más crecía, con un 0,6% (no era el que más como alardeó el
gobierno) y los pesos pesados no carburaban, con Alemania en tasas positivas
muy discretas y Francia nuevamente estancada en un deprimente 0%. Las bolsas
despidieron Agosto planas, pero tras unos primeros días de mes desastrosos, que
encadenaron fuertes bajadas, que necesitaron tres semanas para ser compensadas,
en lo que fue el primer movimiento brusco de bajada que se veía desde hacía
meses. La rentabilidad de los títulos de deuda pública europeos sigue en
mínimos históricos, en lo que cada vez parece más una vulgar burbuja en esos
mercados de deuda, siendo ahora mismo una compra ruinosa, que en muchos casos
exige pagar dinero al adquirirlos, dado que presentan rendimientos negativos a
varios plazos, llegando a verse incluso un porcentaje negativo en el
rendimiento de las letras españolas a tres meses, lo que para mi no tiene
sentido alguno, digan lo que digan los expertos. Las tasas de inflación en la
UE siguen estando bajo mínimos, con países como España que no están en
deflación declarada pero muestran IPCs que así pueden llamarse, y otros como
Grecia que no la oficializan para no asustar, pero que la padecen desde hace
bastante tiempo. Podría decirse, viendo los datos, que la UE siegue estancada
en un frío mar de niebla, del que no es capaz de salir. Sólo las comparecencias
de Mario Draghi al frente del BCE han conseguido alegrar a inversores y analistas,
pero como he repetido aquí muchas veces, el BCE es importantísimo, pero sólo no
puede hacer nada. Sus políticas expansivas deben venir acompañadas de muchas
otras que remen en la misma dirección, especialmente las fiscales y las
estructurales, y de estas, sobre todo las últimas, nadie quiere saber nada. Por
ello los efectos de los discursos de Draghi cada vez duran menos. Suponen
festines bursátiles de un par de jornadas que vuelven a darse la vuelta en
pocos días, y se olvidan. En un contexto internacional complejo, con China
ofreciendo datos cada vez más mixtos que hacen dudar de si su teórica burbuja se
encamina hacia el final o no y la FED norteamericana atrapada en la necesidad
de recortar estímulos monetarios sin que eso afecte al crecimiento de EEUU, las
materias primas han sido los primeros canarios de la mina que han anunciado una
bajada del crecimiento, desplomándose, en parte por la revalorización del dólar,
sí, pero mucho más que por un mero reflejo cambiario. Metales de uso industrial
y el petróleo (que se merece un artículo él solito, a ver si puedo esta semana)
llevan semanas cayendo como si anticiparan una contracción económica global, o
al menos un frenazo en esa tan renombrada recuperación que, no sólo aquí, se
vende en todo el mundo en base a unos datos reales que son buenos, pero parecen
ser mucho más frágiles de lo esperado.
En el caso europeo, todo va a depender de lo que
suceda con Francia y Alemania. Las
previsiones que realizó ayer el gobierno Merkel sobre el crecimiento para 2014
y 2015 son mucho más cortas de lo estimado inicialmente. Alemania se frena,
principalmente por la caída de sus exportaciones (eso indica que los mercados a
los que vende compran menos, se están parando) y el conflicto ucraniano. Y
Francia, atrapada en su marasmo político y existencial, no logra sacar adelante
un plan de reformas que enderece su economía, mostrando unos niveles de déficit
público que incumplen los compromisos ya pactados con Bruselas. Si esos dos
países se paran, lo hará la UE en su conjunto y, claro, nosotros también. Así
que el otoño comienza revuelto. Confiemos en que sea pasajero, pero preparémonos
por si acaso para una tercera bajada.
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