A José Domingo le gustaba
escribir. Con una prosa sencilla, clara pero emotiva, rememoraba en sus textos
los avatares de su familia, que a lo largo del pasado siglo y finales del XIX vivió multitud de episodios rocambolescos, algunos muy trágicos, pero
que resumen muy bien la desventura de la clase media española, necesitada de
buscarse la vida más allá de su tierra de origen. Logró componer varias
novelas, e incluso publicó algunas de ellas gracias a algunos premios
municipales que obtuvo. La mejor, la más cruda, la más tierna y emotiva, la que
más le costó escribir en todos los sentidos, está sin publicar. Ojalá sea editada
algún día en su memoria.
A José Domingo le gustaba el
deporte. Y no sólo como espectador, que también, sino como practicante. Atado a
una bici desde que le conocí, y con unas botas de monte siempre guardadas en su
garaje, los kilómetros de las carreteras y las piedras del camino eran amigos
suyos. Tanto en la sierra madrileña como en las tierras de Sanabria como a
cualquier lugar donde fuera de excursión, gustaba de otear el horizonte, pensar
en si se podía subir aquel risco o pedalear por aquella carretera empinada, y
ahí se lanzaba, y el lunes nos lo contaba con la sincera emoción del
principiante y el orgullo de quien ha logrado cubrir su reto.
A José Domingo le gustaba su
pueblo, Sampil, y su comarca, Sanabria. Siempre que podía se escapaba para
allá, donde encontraba descanso, pero no mucho, porque no paraba de trabajar
con y para la gente del pueblo. Ayudaba en la limpieza de los ríos y montes, trataba
de colaborar en la restauración de ermitas y otros monumentos que, en el mundo
rural, son pasto de la naturaleza al menos síntoma de abandono, convirtiéndose
en bucólicas, sí, pero inútiles estructura. Promocionaba su comarca con su voz
clara y como administrador de las páginas de Facebook y otras redes sociales, y
siempre había tiempo para, si le necesitaban, ir allí de viaje a ayudar.
A José Domingo le gustaban las
estrellas. La astronomía era una de sus pasiones, Quizás nació en su infancia,
donde pudo disfrutar de esas noches infinitamente estrelladas del páramo
castellano, entonces mucho más oscuro que ahora, y la curiosidad le invadía
cada vez que miraba a ese negro infinito lleno de puntos luminosos.
Comentábamos noticias al respecto, efemérides futuras, como eclipses y otro
tipo de avistamientos, compartíamos esa pasión y la frustración de ver cómo la
ilusión por el espacio de décadas pasadas se había convertido en desidia y
abandono por parte de muchos hoy en día. Él, que sí vio llegar a la Luna, soñó,
como yo, con contemplar un viaje a Marte o un futuro espacial, que cada vez
está más lejos.
Y podría seguir horas y horas
hablando de las muchas cosas que le gustaban a José Domingo, además de su
profesión, donde era un hombre competente, esforzado y servicial, que llenaban
su vida y le animaban a jubilarse para dedicar por entero su tiempo a esas
aficiones, pero al comentarlas todas debería, como en el caso de las
anteriores, usar el tiempo verbal en pasado. Porque la muerte, siempre cruel,
odiosa, e injusta como en pocas ocasiones, se lo llevó este sábado, antes de
ayer, después de volver a casa tras un paseo en bici. Su vida se apagó en un
momento de dolor que resuena de manera estruendosa en todos aquellos que le
conocimos, y que deja a su familia, por la que se desvivía sin límite, sola y
sin consuelo. Allá donde estés, disfruta de las vistas, acuérdate de nosotros,
y no dejes nunca de dar pedales en la bici, quizás hecha de nubes, en la que vas
montado a la conquista de nuevas cimas…
4 comentarios:
Un homenaje sincero y muy sentido, que comparto aunque yo conocía menos de él. Que envíe paz, energía y consuelo a sus seres queridos desde donde esté.
Un recuerdo emocionado de otro sanabrés, compañero y amigo de José Domingo. Comprato con él la afición por la bicicleta y recuerdo las charlas sobre las sensaciones que nos infunden los bosques de Sanabria, lo cual hace más dura esta despedida.
Tus amigos te recordaremos.
Juan Antonio Alonso
Amén, que así sea, y valgan todas las redundancias en su nombre....
Muchas gracias por las emotivas palabras sobre mi padre. Siempre estará en nuestros corazones.
Paula Martín
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