Quizá uno de los destinos inevitables
de los protocolos sea el de ser destruidos. He asistido a muchas presentaciones
de libros, amenas unas, divulgativas otras, rutinarias a veces, emocionantes en
ocasiones, pero reconozco que nunca había visto una puesta de largo tan
surrealista, ecléctica y atrayente como la que viví ayer por la noche en la
FNAC en el
estreno público de “Te regalaré el mundo” el primer libro de la periodista
Marta Fernández, presentadora de los informativos de mediodía de Cuatro y
que, rompiendo también los tópicos, es cualquier cosa que uno pueda imaginarse
excepto un busto parlante, que es lo que se suele asociar a esa profesión, tan
difícil y poco valorada en ocasiones.
La presentación era muy tarde, a
las 22 horas, y con la tienda cerrada. En el hall de la misma había algunas
sillas y los protagonistas, a los que el público miraba, no eran una mesa con
micrófonos ni un atril, sino un grupo de instrumentos de música antigua,
presididos por un clave y una viola de gamba. Esto ya convertía el acto en algo
extraño, y es que Marta ha mostrado en todo momento una pasión desbordada por
las letras y la música, unas letras complejas, literarias, y una música, la
barroca, que puede alcanzar grados de complejidad, emoción y belleza como no se
han vuelto a lograr en toda la historia, tal y como yo al menos lo siento. La
idea de combinar reflexiones sobre un libro y piezas sonoras me pareció desde
un principio un acierto, pero también un riesgo. ¿Cómo llevarlo a cabo sin que
una de las artes venza a la otra? ¿Qué pensará la editorial, que es la que
sufraga el acto, al verse convertida en un invitado más en una fiesta en la que
la organizadora y jefa suprema no es quien imprime, sino quien edita? Las
respuestas llegarían en breve, y de la mano de Marta, que apareció frente al
público y junto a los músicos con un aspecto arrebatador, porque para que
negarnos, la mujer es de una belleza absoluta, imposible de describir con
palabras certeras. Micrófono en mano, moviéndose por el improvisado escenario,
creado a partir de un espacio vacío, sin tarima ni separación, y mostrando una
soltura absoluta en lo que hace a movimientos, dicción y estilo, Marta nos
agradeció la presencia a todos los que allí estábamos, y dijo que, obviamente,
la música iba a tener un papel protagonista en un acto literario, sí, pero
sobre todo dedicado a la creación, a la exaltación de las artes, esas fuentes
de felicidad, de gozo y alimento, que nos llenan de verdad, y que a veces son
una de las principales razones tanto para seguir vivos como para encontrar un
sentido a la vida en un mundo que parece derrumbarse a nuestro alrededor. Los músicos,
los intérpretes de los citados instrumentos más una violinista y un
contratenor, aparecieron en escena y nos cantaron una preciosa pieza de Farinelli,
que sonaba algo extraña interpretada en un recinto comercial moderno, pero no
por ello menos plena y sentida. Tras su actuación, Marta contó algunas anécdotas
sobre la creación del libro, su proceso de estructura, su disociación en dos
personajes, la atractiva y famosa mediática de día y la recogida, escritora y
soñadora de tarde, de cómo su estética se amolda a esas dos personalidades,
indistintas para ella, asombrosamente compatibles para sus conocidos, y de cómo
la literatura y la música son partes indivisibles de ella misma. La editora,
del grupo Espasa Planeta, leyó un discurso en el que mostraba su orgullo por la
obra publicada y la emoción por haberla descubierto, resaltando que el libro,
que mezcla una trama histórica con el tiempo presente, y la realidad con cierta
ficción autómata, es una obra diferente a muchas de las que se escriben hoy en
día. Tras unas preguntas “amañadas” entre los amigos y conocidos que se
encontraban en el público, y las palabras de algunos de los músicos, estos se
pusieron nuevamente manos a la obra e interpretaron otra pieza del mismo estilo
que puso un broche de oro a la sesión.
Con el acto acabado, vino el proceso tradicional
de cola ante la autora y firmas, y ahí me puse. Puede intercambiar unas
palabras con ella, pese a lo cohibido que me encontraba ante la presencia de
alguien famoso y, por qué no negarlo, deslumbrante, pero puede agradecerle
tanto el acto en sí como ese alegato a favor de leer y escuchar música que fue
el hilo conductor de la noche. En cierto modo, ayer se celebró un acto
sumamente transgresor en Madrid, en el que música que muchos tachan de aburrida
y libros, a los que tantos desprecian, se maridaron en perfecta unión, y todo
ello gracias a una mujer muy especial, una periodista, que no es, ni mucho
menos, lo que pudiera parecer. Muchas gracias por ello.
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