miércoles, noviembre 19, 2014

Resolución palestina en Madrid, atentado en Jerusalén


No ha tenido mucha suerte el Congreso de los Diputados al aprobar, por una enorme mayoría, una resolución que insta al reconocimiento del estado palestino justo el día en el que un sangriento atentado terrorista ha causado varias víctimas en una sinagoga de Jerusalén. La declaración votada, que busca, a través de esa llamada al reconocimiento, tatar de presionar a ambas partes para que traten de alcanzar acuerdos, llega en uno de los peores momentos (es difícil decir si los ha habido buenos) entre ambas comunidades, y probablemente sólo sea un texto ceremonioso y no sirva para mucho.

Y es que 2014 marca un nuevo hito en la escalada de violencia que se vive en oriente próximo, escalda que no deja de aumentar peldaños en lo que parece un infinito ascenso a la montaña del odio. La guerra que, durante el verano, Israel desarrolló en la franja de Gaza y los atentados que desde hace semanas, de manera improvisada pero efectiva, se llevan a cabo en Jerusalén, han elevado mucho el número de víctimas y los destrozos, y la sensación de que es imposible alcanzar ningún tipo de acuerdo en la zona. Toda esta violencia sólo está sirviendo para que los moderados de ambos bandos se vean relegados al ostracismo por los radicales, que se alimentan del odio. Por el lado israelí, que mantiene un estado sobre el territorio, y que debe seguir allí, su seguridad cada vez es menor. Sometido a una intensa presión por todos los flancos, su tendencia a reaccionar como un toro rabioso cada vez que es espoleado le ha hecho perder una gran parte de su credibilidad y prestigio internacional. Los laicos y liberales del país se ven arrinconados por los ortodoxos, que reclaman nuevas tierras, ampliando los asentamientos, en contra de muchas de las normas internacionales, y la soledad del país aumenta a la vez que su sensación de inseguridad. Por el lado palestino, en un territorio desmembrado, que tiene que convertirse en un estado viable, la situación aún es más compleja. Dividida completamente su sociedad entre en los moderados y los islamistas radicales, el auge de estos últimos, encarnados en Hamas, amenaza con secuestrar a todo el movimiento, haciéndose con la visibilidad de la causa y convirtiendo la bandera palestina en un apéndice de la nueva guerra islamista que se vive en otras partes del mundo, algunas de ellas muy próximas. Hamas y sus secuaces no reconocen al estado de Israel y no tienen intención alguna de hacerlo, y cada vez que un ataque del ejército israelí se abate sobre ellos las víctimas civiles que deja son la mejor de las gasolinas para incendiar a la población a la que someten en las zonas que controlan, principalmente Gaza. Poco a poco los interlocutores de la Autoridad Nacional Palestina parecen estar siendo arrinconados por la nueva vanguardia islamista, y esto es una receta casi segura para nuevos enfrentamientos, ataques y réplicas, que sólo van a causar muerte y dolor en una población palestina que, como la de gran parte de Israel, se encuentra a merced de movimientos violentos que no puede controlar pero que sufre en el día a día. El panorama no puede ser más deprimente y, con cada nuevo atentado, se entierra más una posible solución de paz, basada en la premisa de los dos estados, que nadie sobre el terreno parece querer ni, sobre todo, imponer.

La llamada comunidad internacional, esa expresión tan vacía, mira a este problema cada vez con más hastío e indiferencia. Parece que nada de lo que se intente va a lograr frenarlo, y sólo una intervención decidida que obligase a ambas partes a acordar y respetar lo acordado, algo imposible siquiera de imaginar, podría servir para forzar un acuerdo. La táctica de aprobar las resoluciones de reconocimiento, como la española de ayer, es una estrategia de la UE para hacerse oír en una zona donde carece en la práctica de la relevancia debida. Está por ver si será útil o no, pero dado que parece que todo lo que se haga no sirve para nada, probemos esto a ver qué tal sale.

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