viernes, noviembre 14, 2014

Lágrimas en el metro


Ayer, durante en el viaje en metro de camino al trabajo, temprano, una chica se puso a llorar en el vagón en el que yo me encontraba, a escasos metros de mi. Se subió en una de las paradas que hay desde el tramo en el que yo lo cojo hasta el intercambiador en el que efectúo el primer cambio de línea rumbo a mi destino. No es de las chicas habituales que usan el metro a esas horas, dado que, como yo, otras personas mantienen sus rutinas de horarios y al final, entre semana, no somos pocos los que coincidimos, especialmente por la mañana, dado que la flexibilidad a la hora de la salida sueles ser mucho mayor.

La chica subió con un semblante serio, que es el que domina a unas horas en las que casi todo el mundo desearía seguir estando arropado por las mantas. Es una seriedad impuesta, que significa cansancio y sueño, pocas veces auténtica adustez. No había sitio para sentarse, yo iba de pie junto a una de las puertas de salida y ella se fue a apoyarse al extremo del vagón más cercano a la puerta en la que yo me encontraba. Altura mediana, gesto común, pelo largo liso, gafas grandes, vestimenta más bien deportiva y ojos amplios y brillantes, y una mochila que situó en el suelo entre las piernas. Como casi todo el mundo se sacó el móvil y empezó a trastear en él, moviendo los dedos, inicialmente rápido, luego de manera más pausada. A medida que se ralentizaba el gesto de sus manos su cara se iba poniendo más y más seria, su gesto forzado, tenso. Me pareció intuir por un momento un atisbo de lloro, pero creí que no sería tal. Sin embargo, en unos pocos segundos, esa sospecha se transformó en un llanto verdadero, en un gesto de auténtica tristeza, de dolor, en el que las lágrimas salían de los ojos y todo el cuerpo trataba de contenerlas. Ella intentaba controlarse, pero apenas podía. Seguía de pie, pero se le notaba que cada vez le costaba más estarlo. Emanaba impotencia y pena. De vez en cuando movía los dedos sobre la pantalla, a impulsos, ráfagas, quizás contestando algún mensaje, escribiendo notas, no lose. Alguno de los pasajeros del vagón que estaban cerca de mi también se apercibieron de lo que le estaba sucediendo a esa chica, pero en medio del silencio de un viaje matutino, roto por el ruido del tren en sus maniobras y alguna conversación que se desarrollaba en el otro extremo del vagón, ni una palabra salió de nuestras bocas. La chica se agacho sobre su mochila, la abrió y sacó un paquete de pañuelos de papel, del que extrajo varios para secarse las lágrimas que sus ojos seguían emanando. Se quitó las gafas y se pasó la cara con delicadeza pero muchas ganas. Por un momento parecía que las lágrimas se contenían, pero al poco elevó la vista al cercano techo y, como queriendo mirar al cielo, volvió a prorrumpir en llanto, siempre silencioso, sin aspaviento, sin gestos, seria y doliente, pero no trágica. En ese momento el tren llegó a la parada en la que me tenía que bajar. Abrí la puerta e hice el gesto de salir, no sin antes mirar hacia el lateral y comprobar que allí seguía la chica, mirando a un techo infinito, a un cielo metálico, marrón y artificial, no se si demandando justicia, buscando consuelo o queriendo despedirse de alguien. Hoy, en el mismo viaje, a la misma hora, no se ha subido a mi vagón.

No hay soledad mayor de la que se siente cuando, rodeado de personas, todas ellas te son ajenas. La ciudad, su multitud, esconde en sí misma una de las soledades más crueles y paradójicas imaginables, dado que en medio de la nada la mente entiende el vacío, pero no lo asume rodeado de personas. Esa chica, en un vagón bastante lleno, estaba completamente sola. Si hubiera sufrido un desvanecimiento o problema físico algunos le habríamos ayudado, casi seguro, pero su desgarro, emocional, sentimental, personal, de la naturaleza que fuese, era más profundo que muchos dolores físicos y, rodeada de personas, no recibió consuelo de ninguna de ellas. Entre todos, rodeada por todos, estaba sola.

Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo festivo el Lunes y Martes de la semana que viene. Si todo va bien, el siguiente artículo será el Miércoles 19. Disfruten y descansen.

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