“¿Cuál es la mejor respuesta que
puede dar siempre un economista? Depende” Esta enseñanza nos la repetía sin cesar
Ignacio Zubiri, mi profesor de Hacienda de cuarto, que nos hizo sudar muchísimo
durante todo el año, pero que nos enseñó bastante. Y esa sentencia es de lo que
más caló en mi interior. Como suelo decir muchas veces, las ciencias sociales
son ciencias con “c” minúscula, frente a las otras. Se puede modelizar en
ellas, y establecer supuestos e hipótesis, pero la comprobaciones, en muchas
ocasiones, imposible, y las excepciones, continuas.
En este marco de duda permanente,
que lo que te provoca son ganas de saber aún más, ayer estuve en un acto de
esos que sacian el afán de curiosidad y le reconcilian a uno con el mundo
intelectual. Hace un año el colectivo Politikon, un grupo de politólogos y,
sobre todo, inquietos, que rigen uno de los blogs colaborativos más
interesantes sobre el tema de la política y sociedad de los que se escribe en
castellano, publicaron
un libro, llamado “La urna rota” que, en medio de la efervescencia política
que se vivía por aquel entonces, trataba de aportar algo de claridad, dejando
sobre la mesa una serie de preguntas que las formaciones políticas, las
existentes o futuras (que acabaron llegando) debían contestar. Y en todo caso a
sabiendas de que la contestación sería parcial e incompleta, porque la política
es un juego que busca la conciliación de intereses opuestos, y los acuerdos que
ahí se alcancen siempre serán, por definición, insatisfactorios para casi
todos, cuando no unánimemente reprobados. El libro, que leí con avidez, está
escrito de manera clara, sencilla, muy rigurosa y, sobre todo, honesta. No es
un recetario de soluciones, ni una especie de guía d autoayuda política, sino
más bien la exposición de unos problemas muy serios y reales, y un muestrario
de alternativas para abordarlos que, en cada caso, implican sacrificios,
renuncias y elecciones. Es lo que tiene decidir. Sin escorarse ideológicamente,
el libro suponía un soplo de aire fresco en un país en el que el sesgo de los
medios cada vez es más acusado, el encono político en las discusiones siempre
virulento, y la tendencia a la descalificación del adversario ante cualquier
discrepancia, total. España ha sido un país demasiado habituado a las
trincheras, y a veces han pasado de ser una cruel metáfora a una dramática
realidad. Lo vemos todos los días en la radio, en los debates espectáculos de
la televisión, que triunfan en audiencia a medida que caen en el caricaturismo.
Politikon (y otros foros de estilo similar como Nada es Gratis, Hay derecho, Sintetia, etec) y su libro huyen de eso,
garantizándose así que no lograrán una audiencia de masas, pero tratando en
todo momento al lector de sus trabajos como un ciudadano educado, hablándole
con el respeto debido y sin pretender engañarle con recetas mágicas, soluciones
instantáneas, eslóganes de partido y argumentarios de tasca. No, sus trabajos
son serios, porque pretenden hacer algo tan importante y difícil, en este ámbito
de la política, como despejar alguna duda, o al menos hacerla un poco más
pequeña. Ese, aparentemente simple, pero tan difícil, es su reto.
En el acto de ayer, celebrado en Tipos Infames, una librería cafetería de la
zona céntrica que debieran visitar obligatoriamente, respondió plenamente a
ese espíritu. Local pequeño pero abarrotado de gente joven y con ganas de
saber. Ponentes del blog que hablaban de lo que conocían, que no pontificaban,
que expresaban sus escasas certezas y muchas dudas, que trataban de argumentar
sus opiniones con datos y razones, no con convicciones, y, en general, un
ambiente sano de ganas de saber, de inquietud por el futuro del país, de deseo
de mejorarlo, pero sobre todo, de hacerlo desde el conocimiento, la honestidad
y la realidad, para tratar de que una sociedad como la nuestra, con
imperfecciones como todas, avance. Un lujo.
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