En plena campaña electoral, en un
año plenamente electoral, la marca Podemos y sus vaivenes en las encuestas es
uno de los mayores misterios e intereses de los que han surgido en el panorama
demoscópico en toda la breve historia de la democracia española. Aupada por el mesianismo
de su líder, la indignación popular, y unas televisiones que vieron en ella un
filón de audiencia, Podemos ha experimentado el mayor repunte jamás visto en
las encuestas y, en los últimos sondeos, un descenso brusco igualmente
impactante. ¿Es Podemos una burbuja? No lo creo, pero sí es verdad que muchas
cosas influyen para que deje de ser la fuerza “fresca” que era hace unos pocos
meses.
Más allá de errores propios
cometidos por la formación, entre los que destacan el carácter chulesco y borde
de su mesiánico líder, encantado de haberse conocido, la polémica por las
corruptelas de Monedero (quien presume de limpio se ensucia doblemente cuando
se mancha) y el apoyo a una Syriza que en Grecia va camino del desastre,
Podemos se ha encontrado con la cruda realidad que afecta a todos los partidos
que quieren gobernar. Y no lo olvidemos, el único objetivo por el que se forma
un partido político es para acceder al poder, el resto son cuentos chinos. Ese
dilema al que hace frente Podemos tiene un nombre en la teoría económica y se
llama “Ley de Hotelling”. La idea es sencilla, a ver si puedo explicarla con
claridad. Tenemos una playa en la que dos carritos de helado compiten por
maximizar sus ventas. La pregunta es, ¿dónde se tienen que colocar para ello?
Sin pensar mucho uno podría decir que, dividiendo la playa en tres tercios,
cada uno se coloca en los puntos divisorios de los tercios, haciéndose así con
los clientes de cada extremo y compartiendo los que se encuentran en la mitad.
Sin embargo, uno de los carritos ve que si se aproxima un paso hacia el centro
de la playa su extremo sigue siendo suyo, pero le ha quitado un trozo al
carrito que se ha quedado quieto. Este segundo, al verlo, se da cuenta de lo
que ha perdido y trata de recuperarlo con un movimiento simétrico, que también
le acerca un paso hacia el centro. Siguiendo con este razonamiento los carritos
cada vez se acercan más hasta que llegan a juntarse en el medio de la playa.
¿Cuál es el resultado final? Cada carrito tiene media playa para él, como al
principio, pero para los bañistas la distancia a caminar es la mayor posible, y
están pero que en la solución inicial. La competencia de los carritos ha
generado un equilibrio estable que es más ineficiente que el primero, que
estaba lleno de tentaciones para ser roto. Este ejemplo, adaptado a la
política, hace que en un sistema bipartidista los partidos tiendan a aproximar
sus propuestas hacia el denominado “centro” desdibujando sus perfiles, porque
saben que si quieren ganar elecciones no pueden posicionarse demasiado lejos de
ese punto, porque cualquier otro que les rebase hacia la mitad les puede quitar
votos. Podemos sigue siendo un partido ideológico de base y sentimiento de
izquierda extrema, pero sabe que si mantiene ese discurso nunca ganará, por lo
que ha empezado a desdibujarlo para, en su lenguaje, “hacerse transversal” lo
que quiere decir que desea pillar la mayor cantidad de votos de todas partes
donde sea posible. Y eso, que para una formación clásica supone problemas de
coherencia, para un movimiento surgido de una indignación extrema puede
resultar devastador. Y de ahí puede venir, junto con las razones señaladas al
principio, la pérdida de votos que señalan las encuestas a Iglesias y los
suyos.
La única vía para escapar de esta trampa
perversa, que es la que ha podido utilizar Syriza, es que la convulsión social
haga que ese magma indignado sea lo suficientemente numeroso en votantes como
para que no haga falta irse al centro para ganar. Por ello una situación social
más estable, como la actual, respecto a la que se vivía hace un par de años, es
potencialmente letal para Podemos, y le obliga a escoger. O se desdibuja y se
convierte en un PSOE bis y fagocita al original o se mantiene fiel a sus
inicios de estilo 15M y nunca ganará unas elecciones (y como dice la frase
jocosa, Pablo Iglesias lo sabe). Ese es el dilema al que se enfrente el
partido, y dentro de dos semanas sabrán ellos, y nosotros, cuál es su techo
potencial
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