Ayer Fernando Alonso habló ante
las cámaras, y no llevaba un mono de colores ni un coche fastidiado. No, así se
llama también el
presidente de Airbus España, que en relación al accidente sevillano del Sábado
anunció que esperan, hoy mismo, en Toulouse, probar otra vez el mismo modelo de
avión y que en esta ocasión él también participará en el vuelo, como
responsable de la empresa y como creyente y defensor del trabajo que todos han
hecho a la hora de diseñar y construir el avión. Al ver la noticia en la tele
me apreció apreciar un gesto de sorpresa por parte de una de las periodistas
que realizaba las preguntas.
El gesto de Alonso lo ennoblece,
y más en un tiempo en el que, desde la política, pero no sólo, se ha tratado de
esquivar toda responsabilidad alguna, y que ante desastres o catástrofes los
directivos de las empresas o responsables de la gestión pública arguyen
continuamente excusas baratas de mal pagador para no hacerse responsable de lo
sucedido, pese a que cobraran, de manera excelente, hasta un minuto antes del
estrellato. La postura de Alonso es el equivalente al dicho ese que se
practicaba en la marinería de que el capitán es el último en abandonar el barco
ante su hundimiento, y que en el caso del Costa Concordia vimos hasta qué punto
ha quedado obsoleto. Por lo que parece, en el mundo de la ingeniería estos
casos son más comunes, o por lo menos hay más pruebas documentadas. Por poner
un ejemplo muy local, cuentan las crónicas que el diseñador del soberbio arco
del coro de la iglesia de Elorrio se quedó debajo del mismo mientras se
retiraba el andamiaje que lo sostenía, para demostrar a todos los que
aseguraban que se iba a desplomar que la construcción era sólida y, hasta hoy
mismo, eterna. Se cuenta también que Santiago Calatrava, el inefable, al que
tanto he defendido y admirado en tiempos pasados y tantos dolores me hace pasar
hoy, se quedó en medio del puente del Alamillo de Sevilla (el que tiene ese
pilono inclinado que, mediante tirantes, como si fuera un arpa, sostiene el
tablero) cuando se produjeron las pruebas de carga del mismo, y que había una
apuesta entre él y Borrell sobre si el puente aguantaría. Hoy en día el puente
sigue en pie, y me parece, siempre lo digo, uno de los más bonitos del mundo.
¿Qué significan estos ejemplos? Principalmente dos cosas. Una es la de la
creencia en lo que uno ha creado, diseñado o construido, en compañía de todos
los demás. Los ingenieros, arquitectos y todo el mundo que ha trabajado en esa
obra lo ha hecho lo mejor posible para que saliera adelante, y ese esfuerzo
exige no sólo un reconocimiento, sino también es un motivo de orgullo sano para
quienes lo han hecho. Aplaudimos a los que corren carreras, juegan partidos y
enfrentan retos deportivos. Con mayor motivo debiéramos hacerlo a los que, cada
jornada, acuden a sus puestos de trabajo y ejercitan su función con dedicación,
interés y entrega, y eso es algo por lo que, quien lo realiza y de ello se
beneficia, la sociedad debe estar orgullosa y reconocerlo. La profesionalidad,
eso que no abunda tanto, y que a veces por ello tanto sorprende, es más
habitual de lo que pudiéramos pensar, porque si no el mundo no funcionaría,
acabaría colapsando. Con esa manera de hacer las cosas, la correcta, es como
mejor se pone en evidencia a los estafadores, a los que no trabajan, a los que
se aprovechan de otros, a los que se cuelgan medallas ajenas, a los que le
echan cuento y no rinden. El buen ejemplo deja en evidencia al malo, y aunque
los jefes muchas veces no lo reconozcan, así es.
La otra gran lección de esos gestos
es la de la asunción de la responsabilidad. Si el arco de la iglesia o el
puente se caen, bajo sus restos quedará la vida de quien los diseñó, que
confiaba tanto en ellos como para arriesgarla. A veces las cosas salen mal,
somos humanos, erramos, mucho, y la única manera de no equivocarse nunca es no
hacer nada. Y errar es natural, y asumirlo también. El señor que se sube a un
avión cuestionado o se coloca bajo un arco dudoso asume el riesgo y se comporta
de manera honesta para los suyos y los demás. En el mejor sentido del concepto
acuñado por Javier Gomá, es ejemplar, y muestra el camino a seguir. Buen vuelo,
Fernando Alonso!!!!
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