martes, mayo 12, 2015

El presidente de Airbus se sube al avión

Ayer Fernando Alonso habló ante las cámaras, y no llevaba un mono de colores ni un coche fastidiado. No, así se llama también el presidente de Airbus España, que en relación al accidente sevillano del Sábado anunció que esperan, hoy mismo, en Toulouse, probar otra vez el mismo modelo de avión y que en esta ocasión él también participará en el vuelo, como responsable de la empresa y como creyente y defensor del trabajo que todos han hecho a la hora de diseñar y construir el avión. Al ver la noticia en la tele me apreció apreciar un gesto de sorpresa por parte de una de las periodistas que realizaba las preguntas.

El gesto de Alonso lo ennoblece, y más en un tiempo en el que, desde la política, pero no sólo, se ha tratado de esquivar toda responsabilidad alguna, y que ante desastres o catástrofes los directivos de las empresas o responsables de la gestión pública arguyen continuamente excusas baratas de mal pagador para no hacerse responsable de lo sucedido, pese a que cobraran, de manera excelente, hasta un minuto antes del estrellato. La postura de Alonso es el equivalente al dicho ese que se practicaba en la marinería de que el capitán es el último en abandonar el barco ante su hundimiento, y que en el caso del Costa Concordia vimos hasta qué punto ha quedado obsoleto. Por lo que parece, en el mundo de la ingeniería estos casos son más comunes, o por lo menos hay más pruebas documentadas. Por poner un ejemplo muy local, cuentan las crónicas que el diseñador del soberbio arco del coro de la iglesia de Elorrio se quedó debajo del mismo mientras se retiraba el andamiaje que lo sostenía, para demostrar a todos los que aseguraban que se iba a desplomar que la construcción era sólida y, hasta hoy mismo, eterna. Se cuenta también que Santiago Calatrava, el inefable, al que tanto he defendido y admirado en tiempos pasados y tantos dolores me hace pasar hoy, se quedó en medio del puente del Alamillo de Sevilla (el que tiene ese pilono inclinado que, mediante tirantes, como si fuera un arpa, sostiene el tablero) cuando se produjeron las pruebas de carga del mismo, y que había una apuesta entre él y Borrell sobre si el puente aguantaría. Hoy en día el puente sigue en pie, y me parece, siempre lo digo, uno de los más bonitos del mundo. ¿Qué significan estos ejemplos? Principalmente dos cosas. Una es la de la creencia en lo que uno ha creado, diseñado o construido, en compañía de todos los demás. Los ingenieros, arquitectos y todo el mundo que ha trabajado en esa obra lo ha hecho lo mejor posible para que saliera adelante, y ese esfuerzo exige no sólo un reconocimiento, sino también es un motivo de orgullo sano para quienes lo han hecho. Aplaudimos a los que corren carreras, juegan partidos y enfrentan retos deportivos. Con mayor motivo debiéramos hacerlo a los que, cada jornada, acuden a sus puestos de trabajo y ejercitan su función con dedicación, interés y entrega, y eso es algo por lo que, quien lo realiza y de ello se beneficia, la sociedad debe estar orgullosa y reconocerlo. La profesionalidad, eso que no abunda tanto, y que a veces por ello tanto sorprende, es más habitual de lo que pudiéramos pensar, porque si no el mundo no funcionaría, acabaría colapsando. Con esa manera de hacer las cosas, la correcta, es como mejor se pone en evidencia a los estafadores, a los que no trabajan, a los que se aprovechan de otros, a los que se cuelgan medallas ajenas, a los que le echan cuento y no rinden. El buen ejemplo deja en evidencia al malo, y aunque los jefes muchas veces no lo reconozcan, así es.


La otra gran lección de esos gestos es la de la asunción de la responsabilidad. Si el arco de la iglesia o el puente se caen, bajo sus restos quedará la vida de quien los diseñó, que confiaba tanto en ellos como para arriesgarla. A veces las cosas salen mal, somos humanos, erramos, mucho, y la única manera de no equivocarse nunca es no hacer nada. Y errar es natural, y asumirlo también. El señor que se sube a un avión cuestionado o se coloca bajo un arco dudoso asume el riesgo y se comporta de manera honesta para los suyos y los demás. En el mejor sentido del concepto acuñado por Javier Gomá, es ejemplar, y muestra el camino a seguir. Buen vuelo, Fernando Alonso!!!!

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