Parece que no hay día sin su caso
de corrupción. Es lamentable. Ayer, para rizar el rizo, conocimos dos, que a buen
seguro son juzgados por la opinión pública de manera muy distinta. Uno
de ellos tiene como protagonista a Acuamed, empresa pública del Ministerio
de Agricultura encargada de realizar obras hidráulicas en la franja mediterránea
(desaladoras, canalizaciones, etc). A buen seguro, sea cual sea el resultado de
la investigación y proceso, casi todo el mundo se enfadará cuando oiga el
nombre de esa entidad y odiará con saña a sus responsables, empleados y todo lo
vinculado con ella. Serán socialmente juzgados y condenados sin remisión.
El
otro caso tiene relación con el tenis, y lo ha destapado la BBC. Se trata, al
parecer, de una red que se dedicaba a sobornar a jugadores para que ganasen o
perdiesen para, así, manipular los resultados y ganar mucho dinero en los
negocios virtuales de apuestas. Afirma la cadena británica que figuras muy
relevantes en el escalafón han estado involucradas y llevándose comisiones de
los tramposos, mafias del este e italianas, y que revelarán nombres y perfiles
para su público conocimiento. Si en el primero de los casos, en los que se
contratan obras por decenas, cientos de millones, hay corrupción, no hay que
extrañarse demasiado de que en el segundo, donde las cifras pasan de la escala
de los cientos a los miles de millones, la corrupción se dispare. De hecho el
deporte profesional es, en mi opinión, un ámbito de absoluta impunidad en lo
que hace a la corrupción, de todos los tipos imaginables. Sin embargo, es muy
probable que la reacción social que veamos ante este caso sea muy distinta que
ante el primero. Digamos que la corrupción deportiva no la sancionamos de ninguna
manera, no sólo legal ni judicial, sino sobre todo social. Millones de personas
vitorean todos los días a deportistas de las más diversas especialidades que, a
conciencia, son perfectos ejemplos de lo que no debe ser un ciudadano ejemplar.
Chulos, procaces, obscenos en su fortuna, carentes de todo tipo de empatía,
orgullosos, prepotentes… el deporte ha generado un olimpo de dioses modernos intocables,
inmaculados, adorados con una fe absoluta por parte de una afición, en algunos
casos toda la sociedad, que raya en lo absurdo. Y esos deportistas no cometen
falta alguna. Si son pillados conduciendo a 200 por hora cualquier excusa será
buena para justificarlos. Si Hacienda osa investigar sus cuentas y llevarles a
un proceso judicial, a las puertas de los tribunales estarán miles de hinchas
que, tras haber abucheado horas antes a un ejecutivo bancario o funcionario
corrupto, jalean con gritos desaforados a su estrella y le ofrecen todo el
apoyo del mundo, incluso económico. Los medios de comunicación dedican horas y
horas sin fin a glosar la gloria deportiva de estos héroes y, si se producen
problemas de este tipo, ese tiempo se invierte en limpiar su figura, en poner
los colores, sean del equipo o de la bandera, por delante de todo, en no dudar
ni por asomo de la integridad del jugador y serle fiel en todo momento. Y si la
cosa se pone muy complicada, justificarle, darle argumentos, exculparle a él y
acusar a una sociedad ajena, o a una mano negra que busca culpabilizar,
perseguir a la pureza del héroe, ajeno a todo, lleno de bondad y dicha, que sería
incapaz de cometer acto impuro alguno.
Hasta ahora ha sido el ciclismo,
por el dopaje, y por la debilidad de sus figuras, sobre todo por el poco dinero
que ingresan y generan, el único deporte en el que la justicia ha actuado de manera
seria, y es visto por muchos como un nido de delincuentes y tramposos. Pero es
en el fútbol, tenis, atletismo, baloncesto (fútbol americano y béisbol en
EEEU),son los deportes de masas, los que mueven enormes sumas de dinero, los
que siguen viviendo en la impunidad y en los que la única ley que se cumple,
parece ser, es la que marca quien más dinero pone. Puede que algunos directivos
de Acuamed, teniendo que ir, acaben en la cárcel. Es casi seguro que no pasará
lo mismo con tenistas, futbolistas, etc.. Y si hacen apuestas al respecto,
cuidado con los amaños.
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