Nada de lo sucedido en Colonia,
como la más representativa de todas en las que eso pasó, durante la nochevieja
de 2015 es ni comprensible ni justificable. Todo es asqueroso, sucio y reprobable.
Lo que empezó como un rumor por parte de algunas mujeres, que denunciaban un
asalto coordinado para violarlas por parte de hordas concentradas expresamente para
ello ha derivado en un suceso en el que policía, políticos, medios de
comunicación, autoridades locales y nacionales... todos han fallado de manera
vergonzosa. Y las víctimas, cuyas denuncias crecen sin parar, se han sentido
completamente abandonadas.
Poco
se sabe de lo que pasó en esa nochevieja, entre otras cosas porque nadie se
ha molestado en averiguarlo. Si no hubieran sido mujeres las atacadas seguro que
ya sabíamos quiénes eran los causantes de la agresión. Si no hubiera habido
inmigrantes ilegales entre los atacantes la corrección política no hubiera
funcionado y la prensa y la policía habrían actuado al momento. Si no existiera
miedo por parte de las autoridades a que un hecho de este tipo fuera utilizado
por grupos ultras y xenófobos la alcaldía y el gobierno federal habrían tardado
tres nanosegundos en condenarlo y movilizar a la sociedad en la condena y
rechazo. Pero nada de todo esto ha pasado. Lo de Colonia es la tragedia
perfecta en la que el buenismo, la estupidez y la incompetencia se juntan para lograr
crear el desastre más absoluto. La presencia de inmigrantes y refugiados entre
los asaltantes asustó a las autoridades y la prensa, que vieron el potencial
que tendría la noticia de que algunos de los acogidos por Alemania se dedicaban
a violar a mujeres germánicas junto a la catedral de Colonia, y cundió el
miedo. No se pensó en las víctimas en ningún momento, más bien se las despreció
por completo, y se decidió levantar una cortina de humo, un silencio cómplice
que tapara la noticia, para que el paso del tiempo la amortiguase. Que las
pobres mujeres denunciaran si querían, pero no iban a obtener eco mediático y,
por tanto, nadie sabría lo sucedido ni le daría importancia. Los medios de
comunicación, tanto públicos como privados, colaboraron en este apagón, siendo
lo más correctos posibles, no diciendo nada o, como mucho, poniéndolo en
columnas pequeñas en lugares inhóspitos de una página perdida, que no
trascendiera mucho. Al cabo de los días, cuando las violaciones han ido
saliendo a la luz y las denuncias se elevan ya a centenares, medios de todo
tipo empiezan a pedir perdón porque en su momento no le dieron al tema la
relevancia debida, pero ninguno ha salido a la palestra para confesar que eso
fue una decisión consciente, no un olvido. Miembros del gobierno alemán tampoco
han comparecido para explicar su inacción o, más bien, orquestada desidia. Y a
buen seguro ambos colectivos culpan de todo a las mujeres que, como les
recomendó la alcaldesa de Colonia el 2 o 3 de Enero, debieran mantener una
distancia prudencial con sus potenciales agresores, dejando implícito el
mensaje de que nadie, ni la policía ni ningún otro cuerpo del estado, las va a
proteger, porque no lo considera ni relevante ni necesario. Si les violan es su
responsabilidad, no la del atacante que abusa de ellas. ¿Diría lo mismo la
alcaldesa, medios de comunicación y políticos alemanes en el caso de que los
violadores fueran neonazis locales, o hinchas del fútbol inglés, o un grupo de
universitarios norteamericanos? Apuesten todo su dinero al no. Ese es el
problema de fondo.
La gestión de la inmigración es muy difícil, ya
lo se, y la solución planteada por casi todos los países, excepto Alemania, de
impedir la entrada, es la más fácil en principio y la más cruel e inútil. Debemos
acoger a la gente que necesita ayuda, pero dejando claro, siempre, que tanto
para ellos como para nosotros la ley es la misma, y los delitos y penas
asociados también. Si alguien delinque nos debe dar igual su nacionalidad y
origen. No sólo es injusto tener en cuenta ese factor, sino que es racista en
el sentido estricto del término. La Ilustración derribó las barreras de la
etnia para crear el imperio de la ley. Ahora en Europa, nacionalismos xenófobos
tratan de restaurar esas barreras. La nefasta gestión de lo sucedido en Colonia
nos debiera avergonzar a todos.
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