miércoles, enero 13, 2016

Patxi López, Presidente del Congreso

Es curiosa la carrera política de Patxi López, porque cada vez que ha alcanzado un cargo de relevancia pública lo ha conseguido como fruto de un consenso entre formaciones políticas, algo realmente raro en nuestro país y que lo convierte, desde luego, en un personaje excepcional. Llegó a Lehendakari mediante la abstención voluntaria del PP en un momento trascendental de la política vasca y de la lucha contra el terrorismo de ETA y hoy, si no pasa nada raro, será nombrado Presidente del Congreso, tercer cargo en relevancia jerárquica tras el Rey y Presidente del Gobierno, gracias a la abstención forzada del PP

El acuerdo, conocido ayer, es muy importante, por ser el primero a tres bandas de la legislatura que hoy comienza, y porque puede abrir la nueva a otros consensos, en un tiempo en el que van a ser muy necesarios. Obsérvese que antes comentaba que la abstención o apoyo del PP ha sido decisiva, en las dos ocasiones, para elevar a Patxi López al cargo, pero los dos casos fueron muy distintos. En el primero el PP actuó con plena generosidad, a sabiendas de que un no por su parte abocaba a otro gobierno nacionalista, y que la única opción de generar una mayoría constitucionalista era la de votar a favor del PSE. Fue una actitud leal y proactiva, sin recibir cargos a cambio en un gobierno monocolor socialista. Lo que hoy veremos es algo bastante diferente, ya que el PP renuncia a presentar candidato a Presidente del Congreso a sabiendas de que iba a perder la votación. Hay una mayoría absoluta en la cámara que iba a rechazar el candidato popular, fuera quien fuese, y las posibilidades de sacarlo adelante eran nulas. Ante la idea de perder y escenificar, en el primer día de la legislatura, la posición de debilidad que tiene, el PP ha optado por retirarse de una batalla perdida de antemano y jugar a la carta de que, otorgando al PSOE el primer gran cargo, tenga más argumentos morales de cara a la negociación de una investidura popular que pueda ser efectiva. Es una buena jugada, quizás la única posible para un PP que, pese a haber ganado las elecciones, sabe que no depende de sí mismo en nada de lo que emprenda. El muñidor del acuerdo de ayer fue Ciudadanos, que se reunió con los dos partidos mayoritarios, cada vez con uno, y logro aunarlos sin que entre ellos se vieran, lo que puede ser interpretado como un síntoma de lo mal que se encuentran la relación entre ambas formaciones y de lo complejo que será que puedan llegar a acuerdos más profundos y de una mínima estabilidad. Rivera y los suyos pueden estar satisfechos, porque han actuado como puente, que es como se presentaron ante los electores, para cambiar las cosas. Por primera vez en democracia el presidente de las Cortes no pertenecerá al partido más votado, y aún está por ver si lo será del partido del gobierno. Algo, poco quizás, pero distinto a lo que hasta ahora habíamos visto como norma casi inamovible, no escrita, pero de estricto cumplimiento. Por algo se empieza. Podemos, que no se ha sumado al acuerdo, sigue con su campaña a favor de los cuatro grupos parlamentarios, donde se junta razones a favor (principalmente el hecho de presentarse en formaciones distintas a las elecciones) y motivos en contra, dado el desmadre que supondría en el Congreso el disparo del número de grupos. Es asombroso comprobar que, desde las elecciones, Iglesias y los suyos es encuentran subidos a la deriva de peticiones cada vez más absurdas y propias de una casta añeja (referéndums de autodeterminación, grupos con sus subvenciones, etc) Se les nota demasiado que quieren forzar nuevas elecciones para tratar de mejorar resultado.

Sea como sea, la imagen que nos va a ofrecer hoy el Congreso es muy distinta a la que hemos visto no sólo durante los pasados cuatro años, sino en décadas. Por primera vez cuatro grupos juegan en la liga de los primeros, y las caras nuevas van a ser las predominantes. Pocas veces el hemiciclo se va a parecer tanto a las tertulias televisivas que nos invaden, donde los intervinientes mediáticos se van a convertir en señorías de pleno derecho. La responsabilidad que asumen todos, a partir de hoy, es inmensa. Espero que estén a la altura de la misma, de los retos sociales, políticos y económicos a los que nos enfrentamos, y que trabajen para el país, no para ellos mismos y sus partidos.

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