Es curiosa la carrera política de
Patxi López, porque cada vez que ha alcanzado un cargo de relevancia pública lo
ha conseguido como fruto de un consenso entre formaciones políticas, algo
realmente raro en nuestro país y que lo convierte, desde luego, en un personaje
excepcional. Llegó a Lehendakari mediante la abstención voluntaria del PP en un
momento trascendental de la política vasca y de la lucha contra el terrorismo
de ETA y hoy,
si no pasa nada raro, será nombrado Presidente del Congreso, tercer cargo
en relevancia jerárquica tras el Rey y Presidente del Gobierno, gracias a la
abstención forzada del PP
El acuerdo, conocido ayer, es muy
importante, por ser el primero a tres bandas de la legislatura que hoy
comienza, y porque puede abrir la nueva a otros consensos, en un tiempo en el
que van a ser muy necesarios. Obsérvese que antes comentaba que la abstención o
apoyo del PP ha sido decisiva, en las dos ocasiones, para elevar a Patxi López
al cargo, pero los dos casos fueron muy distintos. En el primero el PP actuó
con plena generosidad, a sabiendas de que un no por su parte abocaba a otro
gobierno nacionalista, y que la única opción de generar una mayoría constitucionalista
era la de votar a favor del PSE. Fue una actitud leal y proactiva, sin recibir
cargos a cambio en un gobierno monocolor socialista. Lo que hoy veremos es algo
bastante diferente, ya que el PP renuncia a presentar candidato a Presidente
del Congreso a sabiendas de que iba a perder la votación. Hay una mayoría
absoluta en la cámara que iba a rechazar el candidato popular, fuera quien
fuese, y las posibilidades de sacarlo adelante eran nulas. Ante la idea de
perder y escenificar, en el primer día de la legislatura, la posición de
debilidad que tiene, el PP ha optado por retirarse de una batalla perdida de
antemano y jugar a la carta de que, otorgando al PSOE el primer gran cargo,
tenga más argumentos morales de cara a la negociación de una investidura
popular que pueda ser efectiva. Es una buena jugada, quizás la única posible
para un PP que, pese a haber ganado las elecciones, sabe que no depende de sí
mismo en nada de lo que emprenda. El muñidor del acuerdo de ayer fue
Ciudadanos, que se reunió con los dos partidos mayoritarios, cada vez con uno,
y logro aunarlos sin que entre ellos se vieran, lo que puede ser interpretado
como un síntoma de lo mal que se encuentran la relación entre ambas formaciones
y de lo complejo que será que puedan llegar a acuerdos más profundos y de una mínima
estabilidad. Rivera y los suyos pueden estar satisfechos, porque han actuado
como puente, que es como se presentaron ante los electores, para cambiar las
cosas. Por primera vez en democracia el presidente de las Cortes no pertenecerá
al partido más votado, y aún está por ver si lo será del partido del gobierno. Algo,
poco quizás, pero distinto a lo que hasta ahora habíamos visto como norma casi
inamovible, no escrita, pero de estricto cumplimiento. Por algo se empieza.
Podemos, que no se ha sumado al acuerdo, sigue con su campaña a favor de los
cuatro grupos parlamentarios, donde se junta razones a favor (principalmente el
hecho de presentarse en formaciones distintas a las elecciones) y motivos en contra,
dado el desmadre que supondría en el Congreso el disparo del número de grupos. Es
asombroso comprobar que, desde las elecciones, Iglesias y los suyos es
encuentran subidos a la deriva de peticiones cada vez más absurdas y propias de
una casta añeja (referéndums de autodeterminación, grupos con sus subvenciones,
etc) Se les nota demasiado que quieren forzar nuevas elecciones para tratar de
mejorar resultado.
Sea como sea, la imagen que nos va a ofrecer hoy
el Congreso es muy distinta a la que hemos visto no sólo durante los pasados
cuatro años, sino en décadas. Por primera vez cuatro grupos juegan en la liga
de los primeros, y las caras nuevas van a ser las predominantes. Pocas veces el
hemiciclo se va a parecer tanto a las tertulias televisivas que nos invaden,
donde los intervinientes mediáticos se van a convertir en señorías de pleno
derecho. La responsabilidad que asumen todos, a partir de hoy, es inmensa. Espero
que estén a la altura de la misma, de los retos sociales, políticos y económicos
a los que nos enfrentamos, y que trabajen para el país, no para ellos mismos y
sus partidos.
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