Hoy es el día de las grandes
cabalgatas de los reyes magos. A pesar de la competencia de figuras globales
como Papa Noel o locales como el Olentzero, que están situadas en mejor posición
del calendario para poder disfrutar de los juguetes, los Reyes siguen muy vivos
en la tradición española, y en ciudades como Madrid resulta impresionante el
despliegue de efectivos, medios y espectadores que asisten al acto, uno de los
más multitudinarios de entre los que se celebran a lo largo de todo el año. Las
caras de felicidad de los niños lo llenan todo y hacen que para los padres el
esfuerzo de esta tarde, y el frío que se espera, ni se sienta.
Este año las cabalgatas están
blindadas ante el miedo a ataques terroristas. Desde el puente de la constitución
en adelante se reforzaron los medios de vigilancia y seguridad en las calles,
ante el miedo a un atentado yihadista. Finalmente esos miedos se plasmaron en
Berlín en forma de camión asesino, lanzado contra un mercadillo navideño, a
penas a una semana de la Navidad. Una atentado en “formato Niza” si se me
permite la expresión, que además del miedo y conmoción que supuso, llenó de
angustia a los encargados de la seguridad de toda Europa, que contemplaban cómo
las marabuntas que llenan sus calles en estas fechas estaban completamente desprotegidas
ante algo similar. La orden que se extendió por todo el continente fue la de
poner obstáculos, hacer lo que sea para que, si algún vehículo se lanzase, no
pudiera arrollar libremente a la multitud. Y dicho y hecho, pasado el festivo
navideño empezaron a proliferar jardineras, maceteros, bolardos y todo tipo de
enseres, pesados y voluminosos, que ahora mismo se encuentran en todas las
zonas peatonales y de paseo de las capitales europeas, con el objeto de
disuadir o, en todo caso, minimizar los efectos de un posible ataque terrorista
de este tipo. Para la cabalgata de hoy en Madrid, evento de muy difícil gestión
dada la montaña de gente que se espera y su extensión física, a lo largo de más
de tres kilómetros de longitud, el dispositivo es inmenso en cuanto a número de
agentes movilizados, y el tráfico de camiones de más de 3.500 kilos estará
prohibido en la zona de influencia del evento desde varias horas antes del
inicio del desfile. ¿Son efectivas estas medidas? Sí, pero no mucho. Sobre todo
dificultan la comisión de atentados cuyas tácticas ya se han visto con
anterioridad, pero nos dejan expuestos a cualquier “innovación” que a las
mentes malvadas del yihadismo les pueda surgir. El atentado de Niza fue, en
este sentido, devastador, porque llega al punto de no requerir un arma para
realizar una acción salvaje. Supuso la constatación, la asunción para los que
todavía no lo habían hecho, de que el mal reside en la mente de quien quiere
llevarlo a cabo, y los medios aparecerán, siempre estarán ahí, al igual que si
queremos ayudar a alguien siempre encontraremos maneras de hacerlo, algunas
obvias, otras no. Poner policías por las calles y muchos obstáculos es útil,
sobre todo, de cara a transmitir a la población una sensación de seguridad,
sensación que es necesaria para poder desarrollar la vida normal. Ver que hay
gente moviéndose, trabajando, patrullando y haciendo cosas te da la imagen de
que “algo se hace” y te otorga una seguridad, que no es sino una percepción, un
estado de ánimo, y la amenaza terrorista se diluye. No quiero decir que estas
medidas son un simple placebo, no, pero es evidente que poseen un componente
similar y que, al igual que los falsos medicamentos, puede resultar positivo.
En
estos días se ha sabido que el par de yihadistas detenidos a finales de diciembre
en Madrid planeaban un grave atentado usando para ello armas automáticas.
Su detención no ha generado grandes titulares, y pocos también han surgido al
conocerse algunos de sus planes. Miles de páginas se hubieran llenado,
tristemente, de haberlos conseguido llevar a cabo. Es esa labor callada,
silenciosa, que no se ve, de las fuerzas de seguridad y de inteligencia, la que
más nos protege de la amenaza del terrorismo. Y son esos servidores públicos
que nos defienden los primeros en ser conscientes de que no será por sus muchos
éxitos, sino por un solo fallo, por lo que se les recordará. Que los Reyes les
traigan sus deseos, no se atiborren de caramelos y abríguense mucho esta tarde
y todo el puente.
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