miércoles, enero 11, 2017

Oro moral para las víctimas del Yak 42


Una de las mayores crueldades de entre las muchas que se dan en este país es el abandono, el desprecio, el olvido de las víctimas. Sea cual sea la causa de la tragedia que le aflige, accidental, médica, social o la que fuera, la víctima es vista por nuestra sociedad como una carga, una muestra culpable de un hecho odioso, que al cebarse en ella la estigmatiza. Décadas costó que las víctimas del terrorismo fueran tratadas como tales, tras infamias sin fin, que hoy mismo vuelven a asomar en boca de algunos que se hacen llamar progresistas. El reconocimiento y reparación de su dolor es aún una deuda pendiente de la sociedad española con ellas y, también, consigo misma.
 
El accidente del Yak 42 dejó decenas de muertos y cientos de familiares heridos en su interior para siempre. Aquella desgracia fue el inicio de una cadena de noticias que no hicieron sino ahondar aún más la sensación de catástrofe que supervivientes y allegados tenían de lo sucedido en el maldito vuelo que se estrelló contra aquella montaña turca. Las dudas que día tras día surgían sobre el estado técnico del aparato, contratos inflados que, en su mayoría, no cubrían las garantáis del servicio y que en muchos casos no aparecían, seguros inexistentes… el accidente desveló no una trama, pero sí unas prácticas nauseabundas en las que lo que menos importaba era la seguridad del pasaje y, por encima de todo, primaba el interés económico de las partes que realizaban aquel transporte. A toda esta cadena de despropósitos se unió la bronca política. El gobierno del PP, con un Aznar camino de su último año de mandato, consciente en su interior de los muchos errores cometidos, se cerró en banda para no reconocerlos por miedo al desastre de imagen que ello supondría, y la oposición, que encontró en el accidente una herida abierta donde poder atacar, aprovechó su oportunidad hasta donde pudo. Y las víctimas, como siempre, olvidadas por unos y por otros. La caída del gobierno de Aznar tras el 11M supuso el relevo de Federico Trillo como Ministro de Defensa, pero no su caída personal en desgracia. Reticente a dar explicaciones sobre lo que allí sucedió, encontró acomodo en la embajada de Londres algunos años después, quién sabe si como pago a los favores prestados o los silencios culpables. Ni él ni sus jefes pasados y presentes dijeron nada sobre el Yak, con el objeto de que aquello se olvidase para siempre, y a ser posible las víctimas callasen. Durante los años del gobierno de ZP el Yak fue una bandera política, pero poco más. Ni se avanzó nada en la investigación del suceso ni fue encontrado documento alguno de los muchos que las víctimas reclamaron. En aquellos años ser víctima, de lo que fuera, era de lo más incómodo para el gobierno de pazzz que ansiaba crear un presidente que no era consciente de la realidad a la que se enfrentaba, como desgraciadamente se pudo comprobar posteriormente. Cayó el gobierno de ZP, llegó Rajoy a la Moncloa, Trillo ascendió a los cielos que circundan Whitehall y las víctimas del Yak ya no eran noticia. De vez en cuando algún breve sobre instrucciones olvidadas volvía a traer el tema a la memoria de algún articulista, pero eran piezas sueltas, esquivas, tratadas con indiferencia por editor y público. El hecho de que los muertos fueran militares, colectivo despreciado por parte de nuestra sociedad, y que obediencia debe al gobierno, los convertía en ideales para ser abandonados en la cuneta de la historia, para que, por hastío y agotamiento, las familias callasen de una vez, para que dejaran de molestar. Ese es el objetivo último de todo gobierno y de gran parte de nuestra sociedad con la víctima de lo que sea. Que deje de molestar. Cuántas veces se ha logrado ese infame propósito, cuántas….
 
El informe del Consejo de Estado de hace unos días, en el que se declara la responsabilidad que tuvo el gobierno de turno en la catástrofe, ha reavivado el debate, ha dado algunas esperanzas a las familias, que vagan por el desierto del abandono, y ofrece un asidero en el que, al menos, poder apoyarse para lograr un reconocimiento del dolor y petición de perdón por parte del gobierno actual, dado que nada esperan ya de los pasados. Es sorprendente que fuera ayer Cospedal la ministra que aportase, como dijo una de las portavoces de las víctimas, oro moral para paliar su dolor. La ministra se ha comprometido a buscar la documentación que nadie encuentra y que desde hace tanto se reclama. El tiempo nos dirá si lo logra o no.

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