Una de las mayores crueldades de
entre las muchas que se dan en este país es el abandono, el desprecio, el
olvido de las víctimas. Sea cual sea la causa de la tragedia que le aflige, accidental,
médica, social o la que fuera, la víctima es vista por nuestra sociedad como
una carga, una muestra culpable de un hecho odioso, que al cebarse en ella la
estigmatiza. Décadas costó que las víctimas del terrorismo fueran tratadas como
tales, tras infamias sin fin, que hoy mismo vuelven a asomar en boca de algunos
que se hacen llamar progresistas. El reconocimiento y reparación de su dolor es
aún una deuda pendiente de la sociedad española con ellas y, también, consigo
misma.
El accidente del Yak 42 dejó
decenas de muertos y cientos de familiares heridos en su interior para siempre.
Aquella desgracia fue el inicio de una cadena de noticias que no hicieron sino
ahondar aún más la sensación de catástrofe que supervivientes y allegados tenían
de lo
sucedido en el maldito vuelo que se estrelló contra aquella montaña turca. Las
dudas que día tras día surgían sobre el estado técnico del aparato, contratos
inflados que, en su mayoría, no cubrían las garantáis del servicio y que en
muchos casos no aparecían, seguros inexistentes… el accidente desveló no una
trama, pero sí unas prácticas nauseabundas en las que lo que menos importaba
era la seguridad del pasaje y, por encima de todo, primaba el interés económico
de las partes que realizaban aquel transporte. A toda esta cadena de despropósitos
se unió la bronca política. El gobierno del PP, con un Aznar camino de su último
año de mandato, consciente en su interior de los muchos errores cometidos, se
cerró en banda para no reconocerlos por miedo al desastre de imagen que ello
supondría, y la oposición, que encontró en el accidente una herida abierta
donde poder atacar, aprovechó su oportunidad hasta donde pudo. Y las víctimas,
como siempre, olvidadas por unos y por otros. La caída del gobierno de Aznar
tras el 11M supuso el relevo de Federico Trillo como Ministro de Defensa, pero
no su caída personal en desgracia. Reticente a dar explicaciones sobre lo que
allí sucedió, encontró acomodo en la embajada de Londres algunos años después,
quién sabe si como pago a los favores prestados o los silencios culpables. Ni él
ni sus jefes pasados y presentes dijeron nada sobre el Yak, con el objeto de
que aquello se olvidase para siempre, y a ser posible las víctimas callasen.
Durante los años del gobierno de ZP el Yak fue una bandera política, pero poco
más. Ni se avanzó nada en la investigación del suceso ni fue encontrado
documento alguno de los muchos que las víctimas reclamaron. En aquellos años
ser víctima, de lo que fuera, era de lo más incómodo para el gobierno de pazzz
que ansiaba crear un presidente que no era consciente de la realidad a la que
se enfrentaba, como desgraciadamente se pudo comprobar posteriormente. Cayó el
gobierno de ZP, llegó Rajoy a la Moncloa, Trillo ascendió a los cielos que
circundan Whitehall y las víctimas del Yak ya no eran noticia. De vez en cuando
algún breve sobre instrucciones olvidadas volvía a traer el tema a la memoria
de algún articulista, pero eran piezas sueltas, esquivas, tratadas con
indiferencia por editor y público. El hecho de que los muertos fueran militares,
colectivo despreciado por parte de nuestra sociedad, y que obediencia debe al gobierno,
los convertía en ideales para ser abandonados en la cuneta de la historia, para
que, por hastío y agotamiento, las familias callasen de una vez, para que
dejaran de molestar. Ese es el objetivo último de todo gobierno y de gran parte
de nuestra sociedad con la víctima de lo que sea. Que deje de molestar. Cuántas
veces se ha logrado ese infame propósito, cuántas….
El informe del Consejo de Estado de hace unos días,
en el que se declara la responsabilidad que tuvo el gobierno de turno en la catástrofe,
ha reavivado el debate, ha dado algunas esperanzas a las familias, que vagan
por el desierto del abandono, y ofrece un asidero en el que, al menos, poder
apoyarse para lograr un reconocimiento del dolor y petición de perdón por parte
del gobierno actual, dado que nada esperan ya de los pasados. Es
sorprendente que fuera ayer Cospedal la ministra que aportase, como dijo una de
las portavoces de las víctimas, oro moral para paliar su dolor. La ministra
se ha comprometido a buscar la documentación que nadie encuentra y que desde
hace tanto se reclama. El tiempo nos dirá si lo logra o no.
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