martes, enero 17, 2017

Conferencia de presidentes autonómicos

Se celebra hoy, varios años después de su última reunión, la conferencia de presidentes de las CCAA, un foro interesante que carece de competencias definidas, y que será analizado al final de esta jornada tanto por los acuerdos a los que pueda llegar como por las ausencias, dos, algo distintas a mi entender. Urkullu, por el País Vasco, no va por pose y para meter presión en la negociación de los presupuestos, y el gobierno no lo ve con malos ojos. Puigdemont, Cataluña, no va por convicciones y es el gran vacío del que hoy se hablará. El problema que refleje ese hueco no podrá ser solucionado por los presidentes regionales allí reunidos, les excede.

Sí pueden, y deben, abordar la gestión eficiente de los servicios públicos y su financiación. La clave de la creación de las autoridades regionales y locales no es la de crear baronías regionales y núcleos de poder particulares, como así lo han entendido muchos líderes y partidos, sino acercar al ciudadano aquellos servicios públicos que, por sus características, pueden ser prestados de manera más correcta por el organismo público más cercano. Dos son los problemas que debieran ocupar el centro de los debates de hoy. El primero es la parcelación en la que ha degenerado el sistema autonómico en lo que hace a sanidad y educación. Es absurdo cómo las CCAA se pegan para no atender a los ciudadanos que no están empadronados en sus territorios, dejándoles tirados en muchas ocasiones. Se ha dicho muchas veces que si uno es ciudadano “árbol”, que nace crece y muere sin moverse de su parterre no hay problema, pero pobre de aquel traslade su residencia, o por trabajo deba estar viviendo épocas en un lugar o en otro. Creo que es más fácil obtener atención sanitaria en otro país de la UE que en otra CCAA para cualquiera de nosotros, y tengo una experiencia personal muy intensa al respecto. El otro problema es el de la financiación de esos servicios. Tanto sanidad como educación, pilares ambos del estado de bienestar, son competencia y se ofrecen desde las CCAA, y generan enormes partidas de gasto, pero estos gobiernos regionales, que gastan tanto, apenas ingresan. Viven de las transferencias que la hacienda nacional les otorga en función del sistema de financiación autonómico acordado por todos, sistema que además de ser ya obsoleto no funciona desde hace tiempo. Lo que se ha hecho hasta ahora es poner parches a una especie de Frankenstein de fondos, cálculos y repartos que hace tiempo dejó de ser entendido, y puede ser esta la oportunidad para su reforma. Se debe estudiar si hacemos que las CCAA sean adultas, es decir, que recauden lo que gasten, y posean por tanto la llamada “corresponsabilidad fiscal” lo que les quitaría muchos de los argumentos en contra del estado central, al que como adolescentes acusan de ser un padre malo que no les da suficiente paga. Se debe acordar una cartera de servicios sociales homogénea y mínima suministrados por las CCAA, que sea igual para todos los ciudadanos de España, vivan donde vivan, y a partir de ahí la región que quiera ofertar más, puede hacerlo si corre con los gastos. El papel de la administración central debiera ser el de velar porque esa cartera mínima se cumple de forma efectiva y nivelar aquellos casos en los que las regiones no sean capaces de otorgarla, velando así por la igualdad de todos. Y por supuesto, realizar las políticas horizontales comunes a todo el país que son de su competencia, y de las que no puede eludir su responsabilidad, dado que tan injusto es que las CCAA acusen de todo al gobierno como que éste las use de excusa para no hacer frente a sus propias responsabilidades.

Este tema de la financiación regional es uno de los más complejos y discutibles que existen, dado que no hay dos territorios iguales ni en renta ni en superficie ni en demografía, dispersión, accesibilidad, dotación de infraestructuras, necesidades ni de ninguna otra variable que se les pueda ocurrir. Hay muchos modelos en otros países para tratar de llevarlo a cabo, ninguno es perfecto y en todos los casos hay algunas disfunciones y problemas, pero es evidente que el que tenemos ahora en España, que durante los años de la burbuja funcionó, hace tiempo que ha dejado de ser útil y justo. Urge su reforma, y que los hoy reunidos se lo tomen muy en serio.

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