Hoy,
al mediodía de Washington, 18 horas en España, Donald Trump jurará su cargo
como el 45 presidente de los Estados Unidos en el escenario fabricado al
efecto en la escalinata oeste del capitolio de la ciudad, con el mall de fondo,
desde una perspectiva fabulosa, en una ceremonia que es lo más parecido a una
entronización sin corona. Tras el acto de jura Trump y su mujer recorrerán la
Avenida de Pensilvania en algo parecido a un cortejo, desfile de mucha pompa,
hasta llegar a su nueva residencia, la Casa Blanca. Y desde entonces la
historia cambiará, sin que tengamos nada claro hasta qué punto y consecuencias.
Hoy se acaban los ocho años de
presidencia de Obama, en medio de la controversia sobre cuál es su legado, y si
Trumo es la herencia más visible del mismo. Es muy difícil juzgar años de
presidencia en los que pasan tantas cosas, muchas de ellas ajenas a la labor
presidencial, pero siempre se puede hacer un intento, por lo que aconsejo que
lean a los expertos en la materia. Por lo que empiezo a ver los análisis son de
un sesgado subido, fruto quizás de estos tiempos de gritos, inmediatez y
mentiras atrapatitulares. Si juzgamos a Obama por las expectativas que generó
su nombramiento, el fracaso de su gestión es enorme, como lo sería el de
cualquiera que hubiese suscitado una ilusión semejante. La concesión de aquel
preventivo Premio Nobel de la Paz, que tanto daño hizo a la propia academia, es
una muestra de lo mucho que se esperaba y, en comparación, poco se obtiene. Si
la juzgamos por las precedentes presidencias de Bush hijo, el balance es más
que bueno, por lo que quizás la verdad esté en medio de todas las impresiones.
Llegó Obama en medio del derrumbe financiero de 2008 y hoy en día la economía norteamericana
crece y el desempleo está en mínimos, aunque los trabajos no son como los de
antes y muchas heridas creadas por la crisis quizás no cicatricen nunca. Llegó
a la Casa Blanca con la guerra de Irak y Afganistán aún abierta en canal, y
trató de cerrarlas como pudo, pero la eclosión de la primavera árabe, que tanta
esperanza trajo, y su mutación en islamismo salvaje produjo una desestabilización
en todo oriente medio que ha empantanado a los EEUU en guerras locales y
globales. Para luchar en ellas Obama ha recurrido a menos tropa sobre el
terreno y mucho más dron teledirigido, innovando en el arte de la guerra y
matando menos en apariencia, pero quizás tanto o más en números absolutos. La
guerra de Siria ha sido, quizás, su gran fracaso, sobre todo por su promesa de
actuar tras marcar unas líneas rojas y su inacción cuando fueron franqueadas. Esa
guerra permitió a Rusia volver a la escena global, tras la primera conquista
territorial que llevó a cabo en la Crimea antaño ucraniana. El ascenso de Putin
en detrimento de Obama es visto por muchos como otra de sus taras, y gran parte
de la opinión pública, especialmente en su país, considera que en el juego de
estrategia que se vive entre ambos países EEUU ha salido bastante mal parado. De
carácter reflexivo, frío y más reservado de lo que aparenta, ha sido el primer
presidente que, desde hace mucho tiempo, ha puesto mucho más los ojos en Asia
que en Europa, y eso nosotros lo hemos notado, acentuando la pérdida de
influencia de nuestra región en el mundo. Le ha tocado gestionar los años de la
explosión de las redes sociales y la viralidad, que entre otras cosas ha
permitido que, nuevamente, el ránking de las mayores empresas globales esté
encabezado por firmas de su nación como GAFA, acrónimo de Googl Apple Facebook
y Amazon, dejando a las pujantes empresas chinas en segunda posición. Ha
buscado liberalizar el comercio y abrir fronteras y, durante bastantes años de
su mandato, las cámaras se han opuesto a sus medidas. Aprobó el Obamacare por
los pelos, pero está por ver si durará como medida más allá de, pongamos, la
semana que viene.
Frente a Obama, Trump parece el opuesto
absoluto, y llega, también a la contra, con las peores expectativas posibles.
Eso le da un margen para mejorar, y convertir un “no ha sido el desastre que
augurábamos” en toda una victoria, pero el personaje y su comportamiento son completamente
imprevisibles. Hoy el ambiente no será tan festivo en Washington como en otras
ocasiones, pero es indudable la importancia y trascendencia del acontecimiento.
No imaginé que iba a llegar a pasar. Ahora es verdad, y toca ver de qué es
capaz la administración Trump y en qué nos puede afectar. Preparémonos para
todo lo que se nos pueda ocurrir, y para lo que no
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