De las pocas certezas que tenemos
para este 2017, cuatro de ellas pasan por la celebración de los congresos de
las principales formaciones políticas de nuestro país, obligadas a renovar sus
liderazgos tras el desastroso año 2016, desastroso para todos, aunque quizás
ellas no quieran verlo así. Los cónclaves más emocionantes son los de Podemos y
el PSOE. En Podemos el cruce de espadazos entre pablistas, errejonistas y
anticapitalistas se efectúa a través de amorosos mensajes en las redes
sociales, lo que le da un toque entre absurdo y “pimpinilesco” si me lo
permiten. Pero bajo esa apariencia ñoña se esconde una cruel lucha de poder en
la que, probablemente, el líder supremo actual lamine a todos los que no le
adoran como es debido.
En el PSOE todo es mucho más
complicado. Incluso los propios socialistas están de acuerdo a la hora de
calificar como horrible su situación. La posición de bloqueo a la que lo llevó
Pedro Sánchez, la traición a la que le sometió Iglesias, el aprovechamiento de
la situación por parte del PP, los resultados electorales, cada uno peor que el
anterior… 2016 es un año de letanías para las gentes de Ferraz, que culminó en
un comité federal convulso y lamentable, lleno de incidentes, que acordó la
salida de un fracasado Sánchez pero que dejó herido al partido, abierto en
canal ante una opinión pública que asistía, con una mezcla de asombro, pena y
morbo, al despiece de las siglas históricas. La gestora constituida tras ese
aquelarre se puso como objetivo doble el de coser el partido y organizar la
convocatoria de un congreso en el que zanjar el problema del liderazgo, y para
ello decidió, no le quedaba otra, propugnar la abstención en la investidura de
Rajoy, para que no fuera el clima electoral el causante de una nueva, quien
sabe si letal derrota. En los meses transcurridos no ha habido muchas
novedades, pero sí algunos movimientos. Fruto de sus erróneas declaraciones y
su trayectoria errática, la figura de Sánchez se ha ido devaluando poco a poco,
y muchos de sus fieles le han abandonado, siendo sintomático que la más
relevante de sus defensoras, Zaida cantera, que llama día tras día a la militancia
para que le apoye, sigue sin ser militante. Susana Díaz, la lideresa, que
descabalgó a Sánchez en la pugna del año pasado, sigue por su parte deshojando
una margarita que tiene más pétalos que euros el déficit público, y no anuncia
si se presenta o no, cuando todo el mundo le da como candidata. Tras el comité
federal de este fin de semana se ha abierto el plazo para presentar candidaturas
a la secretaría general, que será elegida mediante las letales primarias, y ya
hay un primer aspirante. Los rumores pasados han resultado ser ciertos y Patxi
López anunció, ayer domingo, que se postula a liderar el PSOE, desde un
discurso de izquierda clásica, según fueron sus palabras, sin terceras vías
ni rendición ante la política del PP. En su presentación estuvieron presentes
algunos de los llamados “sanchistas” y es que la candidatura de López puede
aspirar a representar al sector díscolo frente al oficialista, que es el encarnado
por la “tirapétalos” Susana. ¿Es esto así? ¿desactiva la candidatura de López una
intentona de Sánchez? Si Susana se presenta, ¿se puede llegar a una candidatura
de consenso para no fragmentar aún más el partido? ¿Puede haber terceros candidatos
y una elección reñida, como pasó en la ocasión anterior? ¿Será capaz el PSOE de
reconstruirse y hacer frente al asalto cruel de Podemos y a la crisis que vive
la socialdemocracia europea? Todas estas preguntas y muchas más, debieran
encontrar respuesta en los próximos meses. Sino, la crisis que vive ahora el
partido puede ser devastadora para su futuro.
No puedo evitar dedicar unas líneas a Javier
Fernández, presidente de Asturias, responsable máximo de la gestora del PSOE,
que desde ese convulso comité vive al frente del partido, en una situación que
nunca le hubiera gusta ver ni padecer. Se ha revelado ante todos como un hombre
sensato, coherente, tranquilo, certero en sus palabras y análisis. En un tiempo
de infantilismo, ansia por las prisas, tuits de cuatro palabras (muchas mal
escritas) y eslóganes vacíos, Fernández ha demostrado ser un señor con la
cabeza bien amueblada, las ideas claras, expresión certera y mirada larga,
alejada de la cruda y falsa inmediatez. Su presencia es lo mejor que le ha
podido pasar al PSOE, y sus crítico, y letales odiadores de Podemos, lo saben.
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