viernes, enero 27, 2017

Por fin llueve en casi toda España

Llueve en Madrid, de una manera mansa, suave, relajada. Desde el puente de la Constitución, si no me equivoco, no caía una gota en la ciudad, tras un otoño en el que llovió con ganas. El fío intenso ha permitido que los jardines que viven de lo que cae del cielo, como los de mi barrio, aún luzcan verdes, pero la ciudad en su conjunto necesitaba un baño que lavase su cara, limpiara el aire y alimentase a parterres y demás zonas verdes, que sólo han visto un pálido Sol y unas largas y frías noches, sucedidas una tras de otra sin remisión, como una condena mitológica.

Aún es muy pronto para poder decir algo, pero el invierno de 2017 está siendo más intenso que el pasado, cosa poco meritoria, dado que aquel apenas duró unas semanas de febrero, y puede que también más duro que los de años anteriores. También lo que llevamos de invierno está teniendo sus características peculiares, especialmente por los duros temporales que han azotado a la fachada mediterránea, tanto de mar como de lluvia y nieve. Los registros alcanzados en Valencia, Murcia, Baleares y gran parte de Cataluña son históricos, tanto por la cantidad de lluvia caída como por las nevadas que, en zonas interiores y costeras de esas comunidades, lo han cubierto todo de un blanco como no se veía desde hace décadas. Esas imágenes de las playas de Torrevieja o Denia blancas como si se tratase una estampa del mar Báltico son tan sugerentes como poco habituales. De mientras en esa zona del país se producía mucha actividad meteorológica, el resto ha estado sumido en un tedio bastante extenso. Frío, sí, mucho frío, pero días estables y soleados. Los valles del centro peninsular han estado semanas enterrados bajo espesas capas de niebla que los han sometido a condiciones muy duras, sin apenas amplitud térmica entre el día y la noche, y con una alta sensación de humedad. En el norte el comportamiento ha sido muy dispar, con una Galicia y Asturias sometidas al dictado del Sol y la ausencia de precipitaciones, con amenaza de sequía y pantanos descendentes, frente a una Cantabria y, sobre todo, País Vasco y Navarra que, tras unas semanas navideñas estables y aburridas, tuvieron a mediados de mes intensos temporales de lluvia y viento, que paliaron algo la sequedad que arrastraban esas comunidades tras un diciembre de lluvias muy ausentes. Nieve hemos visto mucha en la tele, fruto de los comentados temporales de levante, pero muy concentrada en pocas zonas. Sistema ibérico, Pirineos y Sierra Nevada, y pare usted de contar. El sistema Cantábrico o Central lucía hasta ayer apenas unas motas nevadas en sus cumbres, recuerdo de las primeras nieves que cayeron hace un mes, pero que no eran sino una mera mota en la frente de la montaña. Es de esperar que las precipitaciones que están cayendo ahora mismo lo sean de nieve en cotas altas, por lo que muchas de esas montañas que lucen peladas, y en las que residen estaciones de esquí convertidas en zonas de pastoreo de hierba, vuelvan a vestirse de un radiante blanco. Lugareños, hosteleros y las reservas de agua de sus zonas colindantes lo demandan y necesitan, y parece que este frente que nos está visitando, el primero de una serie que aportará inestabilidad durante parte de la semana que viene, lograra blanquear esas cimas.

Aún queda febrero, el mes del frío y de la nieve por excelencia en el norte, el “agosto” del invierno, que tiene ganada fama de loco, por inestable y cambiante. Es por tanto imposible hacer ningún balance, pero parece apuntar a que 2017 va a tener invierno, queda por saber su rigurosidad, pero frente a los descafeinados sucedáneos que hemos vivido en los últimos ejercicios, este sí que parece que es un invierno normal. Queda por ver si acabará nevando en las grandes ciudades, que suele ser la estampa visual que corona al invierno como tal, sus “cuarenta grados de rigor” y ya saben que Madrid y otras capitales son muy esquivas con la nieve. Ojalá caiga, tiempo queda por delante, pero difícil es. Lo iremos viendo.


Subo el fin de semana a Elorrio y me cojo dos días de ocio. Si no pasa nada raro, el siguiente artículo será el miércoles 1 de febrero. Abríguense y que Trump esté quieto al menos un día sin romper nada.

No hay comentarios: