¿Se
acuerdan de esas elecciones que, cada poco tiempo, ponen el destino de Europa
en sus manos y nos obligan a todos a aguantar la respiración? Pues este fin de
semana toca una y media. La “media” es el resultado de la consulta a las bases
del SPD alemán sobre la gran coalición, que se supone que saldrá que sí, pese a
que hay un fuerte movimiento de protesta entre los afiliados más jóvenes del
partido. Si el resultado es afirmativo, el nuevo gobierno de coalición,
presidido por cuarta vez por Ángela Merkel, echará a andar en pocos días. La
elección completa, sin eufemismo alguno, es la que va a tener lugar en Italia,
con un resultado bastante incierto y garantía de componendas y juego sucio una
vez conocido el resultado.
Tres
son las formaciones que encabezan los sondeos, cada una de ellas con sus
particularidades. El movimiento Cinco Estrellas, fundado en su momento por el
cómico Beppe Grillo, ha sido el favorito para la victoria desde hace meses,
aunque ahora parece aflojar algo en su fuerza electoral. Preferido por los
jóvenes, supone la representación del populismo “moderno” que algunos equiparan
a la versión italiana de Podemos, aunque es una formación más ecléctica, menos
sesgada a la izquierda tradicional y, también, menos dependiente de la figura
carismática y purgadora de su líder. Frente a ellos se encuentran dos
formaciones clásicas, que vienen de pasar malos momentos. El exprimer ministro
Mateo Renzzi se presenta nuevamente con el Partido Democrático, la versión
italiana de la social democracia tradicional, apoyada por algunos grupos de
izquierda moderada. Renzzi quedó muy tocado tras el referéndum que supuso su
salida del poder, y la llegada de Paolo Gentiloni al poder, un hombre gris
proveniente de las filas del Partido Democrático y que suscita apoyos en muchos
sectores del país para seguir en el cargo como una especie de figura de consenso,
cosa que a Renzzi no le haría ninguna gracia. Por la derecha se presenta el
Polo de la Libertad, amalgama de partidos en el que destaca, entre todos ellos,
la Forzza Italia del incombustible Berlusconi. A sus ochenta y un años,
inhabilitado para presentarse por sentencias judiciales, con el rostro cada vez
más estirado e impersonal, y aspecto anormalmente rejuvenecido, Berlusconi ha
conseguido centrar la campaña en el tema de la inmigración y movilizar a muchos
italianos preocupados por ese asunto, que allí es de máxima actualidad desde la
crisis de Lampedusa, que se prolonga desde hace demasiado tiempo. En este
asunto ha contado con la inestimable ayuda de sus socios, la Liga Norte, que han
escondido parte de sus discurso independentista de los ricos, el de siempre,
para vestirse de xenófobos y duros frente a lo no italiano, contribuyendo a
crispar la campaña y convertirla en una de las más sucias y feas de los últimos
tiempos. Junto a estos tres bloques se presentan otras formaciones, sobre todo
extremistas, que tanto por la izquierda como por la derecha ya no ocultan sus
mensajes, directamente tóxicos, y muestran la creciente polarización de la
sociedad italiana en un momento en el que, tras años de estancamiento económico,
el país crece ligeramente pero no parece tener nada claro cuál será su futuro y
papel ni en Europa ni en el mundo. Salvo gran sorpresa, ninguna de las tres fuerzas
logrará una mayoría suficiente para proponer un gobierno estable, y como ha
pasado en Alemania se abriría un largo periodo de negociaciones, marcado
inicialmente por las amenazas de vetos cruzados que se han lanzado los partidos
unos a otros. Y no es descartable que, como pasó en España, se llegue a un punto
de bloqueo y haya que volver a repetir las elecciones.
Dudo
mucho que suceda algo así, porque la capacidad de la política italiana de
llegar a pactos florentinos es realmente asombrosa, y puede ofrecernos
escenarios de acuerdos que no somos capaces ni de imaginar. Lo único seguro es
que algunos incidentes habidos en los días previos a estas elecciones, como
el grave tiroteo de tintes racistas acaecido a principios de febrero, han mostrado
un fondo amargo en la sociedad italiana que empieza a emerger, y un radicalismo
ideológico que resulta peligroso. Para Europa una Italia paralizada no es buena
noticia, pero sería “soportable” si Francia y Alemania son capaces de ponerse
de acuerdo para empezar a implantar reformas de calado, pero tras la salida del
Reino Unido, el marasmo de la tercera economía de la UE mostraría, otra vez,
como la deriva política actual no ayuda a la Unión ni a sus ciudadanos. A ver
qué pasa el domingo, seguro que hay sorpresas.
Subo
hoy a Elorrio y me cojo dos días festivos. Si todo va bien, nos leemos el
miércoles 7. Descansen y disfruten de la lluvia
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