viernes, marzo 09, 2018

Trump impone aranceles y desata la guerra comercial

Se veía venir, aunque algunos aún no se lo creyeran. Una de las constantes en el discurso, por llamarlo de una manera, de Trump, es el proteccionismo, la renuncia a los mercados abiertos y la imposición de barreras, en la absurda creencia de que eso protege a los productores y consumidores locales. Lo que puede ser una idea válida en sectores emergentes y economías nacientes, y habría que estudiarlo en detalle, es una idea nefasta en todos los demás casos. Trump, y todos aquellos que despotrican en contra del comercio internacional tienen grabada a fuego una idea errónea. Creen que el comercio es un juego de suma cero, donde si yo gano tu pierdes, pero no es así. En un intercambio todos salimos ganando algo.

La imposición de aranceles al acero y aluminio por parte de EEUU abre un periodo de hostilidades, que pueden ser mayores o menores, pero sobre todo de desconfianzas entre las grandes potencias económicas globales. Su decisión, que excluye a Canadá y Méjico, pero que afecta directamente a China y Europa, será seguida muy probablemente por una ronda de represalias de esos dos gigantes sobre productos norteamericanos, y como antes les señalaba, todos perderemos, porque en estas guerras no hay ganadores. Si observamos las cifras de comercio internacional veremos que, sobre la mesa, Trump tiene un serio problema. En este enlace pueden consultar el balance comercial de EEUU, y verán que en enero de este año el déficit comercial norteamericano ha alcanzado los 56.600 millones de dólares, una señora cifra. El saldo con los dos gigantes antes mencionados es nefasto, siendo el balance con la UE de menos 13.600 millones y con China de menos 36.000 millones, más del doble. Estas cifras de déficit son las que Trump quiere reducir con sus aranceles, y quizás lo logre a corto plazo, pero a medio conseguirá perjudicar a otros sectores de su economía mucho más productivos y empleadores de mano de obra. Si lo vemos desde nuestro lado, el panorama es bastante distinto. Pueden consultar cifras comerciales de la UE en este enlace, y la imagen que se obtiene parece justo la inversa. La UE tiene superávit comercial. El dato interanual de enero de 2017 arroja un saldo favorable de 25.000 millones de euros, por lo que el sector exterior aporta al crecimiento económico de la Unión, algo de lo que sabemos mucho en España en estos últimos años, en los que las exportaciones han salvado parte de nuestro tejido productivo y nuestra ganancia de competitividad ha logrado que el sector exterior sea uno de los motores del crecimiento, algo que no había sucedido jamás. Si pulsan el enlace con el texto “Top trading partners” podrán descargarse un PDF en el que se muestran, con datos de 2016, el balance de la UE con el resto de países del mundo, con los que en algunos casos tenemos superávit y en otros casos déficit. Al que más partido le sacamos es a, vaya, EEUU, con un saldo favorable a la UE de 112.937 millones de euros, una barbaridad. Y es parte de ese saldo el que Trump quiere eliminar con sus aranceles. En el reverso contrario, es China el país que más gana comerciando con la UE, dado que nuestro saldo con ellos es el más negativo, por un valor de, madre mía, de menos 175.225 millones de euros. Vemos por tanto que, en el balance global del comercio entre los tres grandes bloques económicos, China es el gran beneficiado, o el que saca un margen mayor en todos los casos, y EEUU el que más debe, estando nosotros en un lugar intermedio. No tengo las cifras, pero es probable que el volumen e intercambios entre estos tres bloques sea mayoritario en el comercio global, y mucho más si descontamos el efecto de los productos energéticos (nuestro segundo socio al que más debemos es Rusia, menos 46.601 millones de euros, fruto de las importaciones de gas y petróleo, y el cuarto es Noruega, por lo mismo). Esto quiere decir que, para el comercio global, las buenas relaciones y el acuerdo entre estas tres potencias es determinante para que ellas, y por arrastre todos los demás, se beneficien de los intercambios mutuos.


Y el inverso es cierto. La siembra de discordias, agravios, discusiones, vetos y aranceles sólo va a beneficiar a los impresores, que usarán tipos grandes en los periódicos que los describan, y en el mundo digital ni siquiera eso. La historia demuestra que las medidas proteccionistas generan perjuicios económicos globales, y son una vía rápida hacia la desconfianza de las naciones, el debilitamiento de sus lazos de interés y el aliento de conflictos que pueden degenerar en guerras y miserias. Esa lección quedó grabada a fuego para muchos tras lo sucedido en los años treinta y los efectos de los aranceles, como los impuestos por EEUU en su ley Smoot-Hawley. Estamos a tiempo de no cometer errores que pueden costarnos caro, a todos. Ojalá vuelva la cordura.

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