jueves, marzo 22, 2018

Vivir rodeado de cámaras

Ayer estuve en la Fundación Rafael del Pino para asistir a la presentación del último libro de Mario Vargas Llosa, “La llamada de la tribu” una especie de memorias políticas e intelectuales del Nobel en las que homenajea a un grupo de pensadores liberales que son sus referentes. El acto consistía en un debate entre el escritor y Albert Rivera, moderado por Pepa Bueno. La charla fue amena, distendida y rica, y el acuerdo entre ambos altísimo a la hora de defender las democracias liberales, la discrepancia, la ausencia de dogmas, la lucha contra el nacionalismo y la construcción de Europa como proyecto conjunto que permita a los ciudadanos del continente huir de las pesadillas del pasado y alumbrar un nuevo mundo de prosperidad conjunta.

Había mucha expectación en el auditorio por la presencia de dos figuras tan llamativas y famosas, y el llenazo era total, pero no sólo por eso. Cuando comenté a algunos a lo largo del día que iba a asistir al acto, casi todos me preguntaron por Isabel Preysler, por si la vería o no, y la verdad, era lo que menos me importaba del todo. Pero sí, Isabel acudió, y se produjo una escena cómica, y que da que pensar, en el momento del inicio del acto. Los tres participantes entraron a la sala, con Isabel, rodeados de cámaras y fotógrafos. Isabel se sentó en primera fila y, a excepción de una o dos cámaras, todas las demás, y había muchísimas, se centraron en ella y la filmaron y fotografiaron a discreción, mientras ponentes y moderadora miraban a un tendido sin tener apenas relevancia. Una periodista de primer nivel, un candidato a la presidencia del gobierno y un Premio Nobel eran completamente opacados, abandonados, por unos medios que sólo tenían ojos para la Preysler, sin que me quede muy claro cuáles son los motivos que provocan algo así. En la sala había algunos comentarios y risas, y lo mismo debieran estar pensando los tres protagonistas, ejem, del acto. Tras un rato de flashes, los periodistas se retiraron y la atención se centró en donde debía estar, en el debate, en el libro y en las ideas. Pero para la mayor parte de medios gráficos lo importante había tenido ya lugar. Ahora comenzaba un largo intermedio en el que se iban a dedicar a esperar, a pasar el tiempo y, ya de paso, aprender, hasta el momento de su nueva entrada en acción, que tuvo lugar cuando Pepa Bueno dio por acabado el diálogo. El aplauso del público congregado fue unánime y los tres se levantaron para unas fotos de rigor, pero nuevamente entró la marabunta de cámaras que se centró, cómo no, en Isabel, y quizás no de una manera tan exagerada como al principio, pero se volvió a ver una escena similar en la que el centro de atención estaba en esa primera fila y no en el estrado. Quizás un mínimo sentimiento de celos surgió entre los presuntos protagonistas, al verse tan desplazados, quizás lo tenían asumido desde el principio, conocedores como todos de lo que vende y lo que no, y de escenas parecidas acontecidas en todo tipo de actos en los que alguien  tan famoso como Isabel eclipsa a todo lo demás. En este caso será Vargas Llosa el que se esté acostumbrando a situaciones diarias de este tipo, dado que su figura ha pasado, en muchos entornos, de ser un Premio Nobel a ser la pareja de Isabel Preysler. Si eres alguien con mucha autoestima o afán de protagonismo, que te pase algo así debe ser una pesadilla. No se si ese es el caso de don Mario, pero a hechos tan raros como estos debe estar ya acostumbrándose, por la cuenta que le trae si quiere mantener la relación.

¿Y Isabel? ¿Qué opina Isabel de todo esto? Ni lo se. Lo que pensaba, además de lo que les he compartido, al ver esa escena, era la pesadilla que supondría para mi vivir siempre con una corte de cámaras que, allá donde vaya, me persigan, me quieran grabar, sin intimidad alguna, sometido a su presión en todo momento. Es el peaje que debe pagar alguien muy famoso, sin que en mi opinión haya hecho nada para merecer esa fama, a cambio de disfrutar de ingresos enormes. ¿Se cambiaría usted por Isabel? ¿Llevaría con comodidad esa vida a cambio del dinero y las posesiones? Por un momento la imagen me recordaba a la de una presa, rodeada de buitres, y parecía cualquier cosa menos algo relacionado con el lujo y la distinción. Daba mucho que pensar todo aquello, desde la óptica liberal y desde cualquier otra.


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