jueves, marzo 15, 2018

Tillerson cesado, la diplomacia de EEUU en declive

La verdad es que Trump no tiene precio como gestor de un programa de telerrealidad. No me extraña que cuando presentó “El Aprendiz” consiguiera enormes cuotas de audiencia y popularidad. En ese programa Trump tenía una especie de academia de emprendedores, donde los aspirantes trataban de ser un futuro empresario de éxito, como él (se oyen risas de fondo). En esas emisiones el momento de más audiencia era cuando Trump abroncaba a uno de los concursantes, le llamaba de todo por considerarle incompetente y le gritaba muy alto “you are fired”, estás despedido, y el aspirante engrosaba la lista de fracasados sobre los que Trump edificaba su imperio de fama e ingresos.

Algo así le ha pasado esta semana a Rex Tillerson, Secretario de Estado de EEUU, el Ministro de Asuntos Exteriores, el gestor de uno de los departamentos más poderosos en la diplomacia e influencia internacional del mundo, que ha sido despedido por el jefe del “reality” con un simple y cruel Tweet, así, sin más. El nombramiento de Tillerson fue polémico y recibido, en su momento, con gran disgusto por los expertos en diplomacia. Ajeno por completo a ese mundo, la carrera de Tillerson era puramente empresarial, y muy exitosa, llegando a ser presidente de Exxon Mobile, una de las principales compañías petroleras del mundo. Cierto es que tenía contactos en el exterior, y de hecho fue muy mencionado que Putin le condecoró por los acuerdos comerciales con los que su empresa llegó con el gigante ruso GazProm, pero casi todos los analistas veían a Tillerson como alguien ajeno, incapacitado para el puesto, desconocedor de la estructura que iba a gestionar y demasiado centrado en el mundo de los negocios, sin una visión más allá. El tiempo que ha estado al frente de la institución ha dado la razón, en parte, a esta visión crítica. El papel de Tillerson ha sido muy secundario en la administración Trump, porque el ególatra del jefe no deja que nadie le haga sombra ni le lleve la contraria. Muchas de las vacantes diplomáticas generadas tras el cambio de administración no se han cubierto, y la situación de la política exterior norteamericana es, ahora mismo, sorprendente, tanto por su inacción como por la irrelevancia. Ese enorme gabinete de influencias languidece entre la desidia de unos y el torpedeo de otros. También se debe señalar que Tillerson ha intentado ocupar el puesto, y ofrecer un perfil moderado frente a los exabruptos de su jefe, que muchas veces le dejaban en la muy incómoda situación de ser él el que tenía que defender esas posturas ante terceros países. Sonados han sido los rumores de crecientes desavenencias entre ambos, y declaraciones luego desmentidas en las que Tillerson ponía a caldo, por ser finos, a un Trump que no se moderaba ante ninguna coyuntura. ¿Venía parte de su inacción de la conciencia de que nada podía hacer frente a su jefe? ¿Trato de controlarlo y descubrió que era imposible? No se si llegaremos a saberlo, pero háganse una idea de la evolución de la administración Trump en año y medio que el cese de Rex se ha visto como la pérdida de una de las influencias moderadoras y razonables en el entorno presidencial. Las crecientes amenazas comerciales que surgen del despacho oval y el absoluto ninguneo de la diplomacia oficial por parte de Trump a la hora de concertar la reunión con el dictador norcoreano quizás hayan sido la gota final de un vaso en el que, si no llega a haber tweet de Trump, Rex se marcha solo. Quizás lo sepamos en el futuro. O no.


Para sustituirlo, Trump ha nombrado jefe de la diplomacia a Mike Pompeo, anterior director de la CIA, un personaje que todo el mundo tacha de extremista y de trumpista de pro, lo que garantiza que durante un tiempo las directrices que surjan de esa área del gobierno sean plenamente concordantes con las directrices del jefe descerebrado. Y con ello, probablemente, se agudice la crisis que vive la diplomacia norteamericana, entre el estupor de los aliados y la alegría de los rivales, que ven como la ineptitud yanqui deja el campo libre. Pero que no se fie Pompeo. Desde el mismo día de su nombramiento como altísimo cargo, su puesto pende de un hilo, y convertido en uno de los aprendices jefes, su amo y señor no dudará en despedirle en cuanto considere que ha hecho algo que no le satisface. Por usar términos televisivos, Pompeo ya está nominado

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